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Franz no podía dejar de caminar. Formaba círculos cada vez más pequeños con una sola cosa en su mente. Quería volver a verla, necesitaba explicarle, necesitaba que pudiera volver a mirarlo como antes, necesitaba que aceptara su invitación.
La desesperación por no verla llegar lo estaba volviendo loco. ¿Que iba a hacer si no llegaba? ¿Cómo iba a lograr que no se fuera? ¿Como iba a decirle que la amaba sí no podía verla?
Tomó asiento en el segundo escalón de la escalera de aquel edificio abandonado y se aflojó los primeros botones de aquel uniforme que había tenido que usar. Su cobardía lo había vuelto a dejar solo, toda su vida obedeciendo órdenes que no comprendía lo había hecho creer que el amor no existía, la presión de comportarse como el heredero lo había llevado a mentirle a la única persona que lo amaba tal cual era.
Estaba a punto de darse por vencido cuando le pareció ver una sombra afuera y se levantó.
-¿Cloe?- preguntò y al ver que la sombra no se movìa decidiò apresurarse a buscarla.
Abrió la puerta y por fin la vio. Llevaba aquel vestido que le sentaba extraordinario pero sus ojos estaban llenos de temor. Sus hombros hacia adelante y sus labios apretados, mientras sus manos temblaban y su piel se erizaba a causa del frío que había comenzado a hacer la volvían demasiado vulnerable. Estaba demasiado triste y eso le dolía más a él que a ella.
Franz supo que era el momento de actuar.
Se sacó su saco y la cubrió mientras pasaba su brazo sobre sus hombros.
-Vamos.- le dijo y como si ella no fuera capaz de caminar la alzò con sus fuertes brazos para llevarla hasta otro edificio, uno que ella nunca había visitado antes. Cruzaron la puerta y subieron la primera escalera para luego entrar una enorme habitaciòn.
Franz la sentó sobre su propia cama y se arrodilló frente a ella.
-Clo… - comenzó a decir con una desesperación que nunca le había oído.
-Gracias por darme la oportunidad de explicarte. - agregó cerrando sus ojos, como si buscara las palabras correctas para no perderla de nuevo.
-No te dije quien era porque fui un egoísta, me gustaba que me trataras como a alguien normal, que me acariciaras sin pedir permiso, que me besaras, incluso que me pelearas. Quiero que sepas que lo que tenemos es real, todo lo que te dije, lo que quise mostrarte, lo que vivimos fue real.- le dijo comenzando a acariciar aquellas manos, demasiado frías.
-No puedo evitar mi pasado. No quise que te acusarán de nada equivocado, por eso no reaccioné esta mañana. Pero te juro que te hubiese levantado en el aire para escaparnos juntos en ese mismo momento.-
Cloe estaba inmovil, su corazón quería creerle, pero su mente no le permitía hacerlo. Recordó aquel sentimiento de humillación y no pudo evitar ponerse a la defensiva.
Al ver que sus ojos seguían distantes Franz se levantó y fue hasta un mueble para sacar un objeto.
-Perdón por tenerla durante tanto tiempo, se que es importante para vos.- le dijo entregandole aquella cámara que era todo lo que tenía de ella.
Cloe la miró y por fin aflojó su gesto de enfado.
-Gracias.- fue todo lo que dijo pero él creyó que era una tenue luz en aquella oscuridad.
Se acercò aùn màs y tomando sus mejillas la besò.
Sus labios eran tan exquisitos como recordaba, pero ella no correspondiò el beso y èl no tuvo màs remedio que separarse.
Ahora eran sus ojos claros los que se llenaron de temor. Temía que fuera demasiado tarde.
-No puedo ser tu amante a escondidas.- le dijo por fin ella, volviendo a regar esperanza en su corazòn agònico.
-Nunca te pedirìa eso, Clo, hoy me confesaste tu amor y no pude responderte. -le dijo acercando su frente a la de ella sin soltar sus mejillas.
-Me crié en una familia en la que el amor no existe, mis abuelos no se amaban cuando se casaron, mis padres tampoco y así puedo seguir por generaciones. Siempre creì que estaba destinado a no tenerlo, incluso creìa que era ficticio, una excusa que la gente usaba para cometer locuras. Pero luego te conocí… - le dijo pasando su pulgar por el borde de sus labios, que parecían haberse curvado hacia arriba.
-Te conocí y fue como si me hubieras abierto los ojos. Me demostrate que no todo es sexo, aunque el nuestro es increible.- le dijo con una sonrisa de lado.
-De repente acariciarte, entrelazar mis dedos con los tuyos, hacerte reir. ¡Por Dios Clo, tenes la risa más hermosa del mundo! Podrìa pasar horas simplemente recostado junto a vos pensando formas de hacerte sonreir. Y la verdad, si eso no es amor, ya no sabrìa como llamarlo.- le dijo cerrando sus ojos a la espera de una reacción por parte de la única mujer que había amado.
Cloe por fin se permitió sonreir para devolverle la vida.
-No soy una princesa.- le dijo finalmente con demasiado temor en sus ojos.
-Pero podrìas serlo.- le respondió él logrando que sus hermosos ojos se abrieran con sorpresa.
-Sé que es difícil, pero si me dieras algo de tiempo puedo convencer a mi padre. No voy a cumplir con el mandato solo por capricho. Tengo que hacerle entender a mi padre que el amor existe y que fui afortunado al encontrarlo. Y si no quiere entenderlo no me importa mandar todo al demonio. Solo quiero estar con vos. Clo, te amo.- le dijo utilizando aquellas palabras por primera vez en su vida y sintiendo que eran perfectas para describir lo que sentía.
Entonces ella ya no quiso continuar hablando, se lanzó a sus brazos para besarlo con el deseo irrefrenable que sentía.
Franz la recibió con un alivio sanador y sin perder tiempo quiso demostrarle cuán ciertas eran sus palabras.
La besó, acarició cada centímetro de su cuerpo y la desnudó con pausa.
La observò con una sonrisa, mientras la abrazaba como si no quisiera soltarla jamás.
Esa noche, le hizo el amor con un deleite exquisito con el que intentó borrar todo el dolor que le había causado.
Cloe lo disfrutó con cada fibra de su cuerpo, besó cada rincón de su cuerpo, lo recorrió con devoción y se entregó en cuerpo alma. Lo amaba. Pero aquel no era un encuentro para demostrarlo, era un encuentro con gusto a despedida, uno con sabor a final.
Aún estaba abrazada a él cuando notó que Franz tomaba la cámara del suelo y apuntando a los dos tomaba una fotografía.
-Lo siento, pero no pude evitarlo. Querìa una foto real.- le dijo sin poder dejar de sonreír.
Cloe sonrió pero no pudo responderle. Se aferró a aquel cuerpo que amaba para volver a hacerle el amor no una, sino dos veces más.
Había sido una noche casi perfecta, que ninguno de los dos olvidarìa, pero estaba llegando a su fin y con ella aquel cuento de hadas.
Cloe no podía permitir que Franz abandonara a su familia, su título ni sus obligaciones. No serìa la responsable de un matrimonio con reproches en el futuro, porque aunque no lo viera así hoy, estaba segura de que así serìa.
Le creìa. Pero eso ya no importaba.
Esperó a que se quedara dormido y tomó un papel para dejarle una nota.
A VECES EL AMOR NO ALCANZA.
NUNCA TE PEDIRÍA QUE DEJARAS TU VIDA POR MI.
SIEMPRE TE VOY A AMAR Y POR ESO MISMO DEBO IRME.
SIEMPRE TUYA
C.

Una foto realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora