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Llegaron a un lujoso hotel en el centro de la ciudad. Era el único de esa categoría y si bien Cloe había pasado por su puerta varias veces jamás se le había ocurrido siquiera asomarse. En la planta baja solo una de las puertas laterales estaba abierta, tenía un cartel que anunciaba StadtKeller. Era un restaurante de un diseño conservador, con velas pequeñas en las mesas y si bien estaba abierto, se encontraba completamente vacío.

Cloe bajó de la motocicleta y se quitó el cascó al mismo tiempo que lo hacía Franz. Había disfrutado del viaje, con sus ojos cerrados y aquel contacto leve pero continuo. Temía que su mente le estuviera jugando una mala pasada. Era un extraño, si bien había dicho que disfrutaría de la noche de su cumpleaños sin condiciones, no se sentía preparada para el sexo ocasional. Su último encuentro era de meses atrás cuando aún estaba en la universidad y no tenía recuerdos exultantes de aquello. Para borrar esas locas ideas de su mente, le ofreció el casco con una mano y extendió la otra a modo de saludo.

-Gracias por traerme hasta acá. - le dijo con falsa seguridad.

Franz la miró y por primera vez en su vida se quedó sin palabras, No quería despedirse. Ni siquiera sabía su nombre.

-Podría quedarme a tomar algo con vos.., al menos hasta que llegue tu auto.- le dijo luego de una larga pausa.

-No te preocupes, ya mejoraste el día de mi cumpleaños devolviéndome la temperatura con este espectacular abrigo. No es necesario que hagas nada más.- le dijo mientras comenzaba a quitarselo.

-Espera. ¿Es tu cumpleaños?- le preguntó cambiando su actitud de manera vertiginosa. Guardó los cascos en la motocicleta y volvió a colocarse su gorra gris.

-No puedo permitirme dejarte sóla en tu cumpleaños. ¡Vamos hacen un pastel de terciopelo rojo que te va a encantar! - le dijo y tomándola de la mano comenzó a caminar hacia la entrada del hotel.

Cloe lo siguió. No lograba entender el porqué de la sonrisa en su rostro, pero decidió no pensar. Iban a compartir un pastel, tampoco la estaba invitando a su habitación.

Se sentaron en una mesa junto a la ventana, la luz tenue del lugar y la decoración en madera hacían del ambiente un lugar acogedor. Cloe le devolvió su abrigo y se sentó enfrente de él. Lo vio acomodarse en su silla y su postura tan estricta le robó una nueva sonrisa. Iba vestido como un joven desprejuiciado pero su forma de hablar, sus movimientos y sus detalles lo hacían parecer alguien mayor.

Sin perder la sonrisa volvió a extender su mano sobre la mesa y lo miró a los ojos.

-Soy Cloe.- le dijo arrugando un poco la nariz.

Franz imitó su sonrisa y acercó su mano para estrechara.

-Encantado de conocerte Cloe, soy... Frank.- le dijo finalmente sintiendose bastante mal por aquella pequeña mentira, pero en el fondo temìa que si sabia quien era toda la espontaneidad se pierda.

Oyó unos ruidos detrás de la barra y suplicó que el turno noche estuviera a cargo de alguien que no lo conociera. Pasaba algunas noches del año hospedado con su familia allí y temía que el personal lo recordara.

Un adolescente demasiado delgado y alto se acercó intentando mostrar una actitud profesional.

-Bienvenidos ¿Qué se les ofrece? - dijo sin mirar ninguno de los dos a la cara, toda su energía parecía puesta en no perder el control de sus movimientos.

Franz soltó la mano de Cloe, muy a su pesar, ya que aquel breve contacto le sentaba demasiado bien.

-Para mi un café por favor.- dijo la joven volviendo a mirar a aquel extraño que por fin tenía un nombre.

Una foto realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora