Cloe no podía dejar de llorar. Había pasado la peor experiencia de su vida y eso que ya contaba con varias en la lista.
Había prometido que nunca más se sentiría humillada y en aquella sala, apenas unos minutos atrás, lo había vuelto a sentir.
En un principio creyó que se trataba de un error. ¿El príncipe? ¿Cómo podría ser aquello posible? Creyó que conocía a Frank, había pasado casi el último mes a su lado, ¡se había enamorado de él! ¿Cómo podía haber sido tan tonta?
Entonces lo miró. Incluso cuando Herr Muller le advirtió que no lo mirara a los ojos, lo hizo. Pero ya no pudo verlo.
Él no se atrevió a hacerlo. Los gritos del mayordomo habían alertado a todo el castillo y el Rey no tardó en llegar.
-¿Qué está pasando acá? ¿Qué significan estos gritos? - había dicho en voz clara y firme.
Cloe seguía buscando la mirada de Franz para algún tipo de explicación, pero nunca llegó.
-No es nada padre.- se limitó a responder y haciendo la reverencia pertinente volvió su vista al horizonte sin atreverse a enfrentarla.
-La Señorita Fernandez...- comenzó a decir Herr Muller, pero entonces Franz se le adelantó.
-La Señorita Fernandez es la fotógrafa de esta gran exposición. Sé que la encuentras tan extraordinaria como yo. - le dijo a su padre, ajeno a la vibración con la que aquel hilo que unía el corazón de su hijo con el de aquella joven comenzaba a tensarse al borde de la ruptura.
-Si, señorita Fernandez, debo felicitarla. Es realmente excepcional.- dijo el monarca con genuina admiración.
Cloe no podía soportar un segundo más allí. Su alma se estaba desprendiendo de su cuerpo y debía responder con pleitesía.
-Es usted muy amable. Lo siento, pero si me disculpa debo continuar con mi trabajo.- dijo sin mirar a nadie en especial.
-Por supuesto, señorita.- dijo el rey comenzando a recorrer aquel salón con interés.
Cloe comenzó a caminar hacia la salida con el corazón a mil latidos por minutos.
-Despídase del futuro rey, señorita Fernandez.- ordenó la voz de Herr Muller con reproche.
Entonces Cloe detuvo su marcha.
-Está bien, no es necesario.- dijo por fin Franz sin poder manejar aquella absurda situación que él mismo había provocado.
Pero Cloe no se fue.
Caminó hasta él con su vista en el suelo y cuando lo tuvo enfrente hizo una exagerada reverencia.
-Adiós, su majestad. - le dijo clavando sus ojos rasgados cargados de furia en los del príncipe que por fin se atrevió a mirarla para descubrir que esta vez, la había perdido para siempre.
Y ahora allí estaba, con la cabeza hundida en su almohada y las lágrimas cayendo a borbotones. Creyéndose la mujer más tonta de la tierra, la que le había confesado su amor a un hombre que sólo había jugado con ella.
-¡Ay Clo, mi ciela, no puedo creerlo!- la voz de Pedro se oyó desde la puerta y el joven no tardó en tirarse sobre ella para abrazarla. Había oído lo sucedido en los pasillos y no quería creer que fuera cierto.
-Dejame sola, Pepi, por favor.- le pidió ella entre llantos.
-No Cloe, nada de esto es tu culpa. - le dijo Pedro haciéndole un lugar a Amaya que acababa de llegar con la misma cara de preocupación que él llevaba.
-Soy una idiota, Pepi. No puedo creerlo.- dijo sin atreverse a mirarlo.
-Pues no, tía, el idiota es él. Tu eres la mujer más bondadosa y confiada del mundo. Si aquí hay alguien que se equivocó fue él. - dijo Amaya acariciando su espalda con cariño.
-No puedo creerlo, te juro que nunca creí que podría sentirme tan mal. Me dejó hacer la reverencia. ¡Una reverencia! El mismo hombre que me dejaba acariciarlo y besarlo sin condiciones. - dijo Cloe volviendo a llorar con angustia.
-¡Será gilipollas! - dijo Amaya golpeando la cama con su puño.
-Hey, pero no por eso debes ser tú la que esté aquí llorando. No hiciste nada malo. Vale, te engañó, pues que se atenga a las consecuencias.- dijo comenzando a planear su estrategia.
Entonces sonaron unos golpes en la puerta y los tres se alarmaron.
-Ya va.- se animó a decir Pedro, justo cuando Cloe se sentaba sobre la cama con cara de espanto.
-¿Será el príncipe?- preguntó Pedro en voz baja mirando a Amaya con curiosidad.
-No quiero verlo.- dijo Cloe no demasiado convencida.
-Pues si vino hasta aquí…- dijo Pedro y se apresuró a abrir la puerta.
-Disculpa Cloe, ¿puedo pasar?- dijo Ray al otro lado de la puerta.
-¿Y este quien es?- preguntó Amaya intentando sonar ruda, pero demasiado prendada de aquel guapo de cuerpo enorme que acababa de entrar al cuarto.
-Soy Ray, amigo de Franz.- dijo algo apenado.
Cloe volvió a llorar con un pequeño grito de impotencia.
-Ves, ni siquiera es el nombre me suena. - dijo volviendo a cubrir su cara con sus manos.
-Cloe, lo siento mucho. Franz está muy apenado, quiso decirte la verdad en varias oportunidad pero temía que dejaras de verlo como realmente es. - le dijo Ray llevando su mano a su cabeza en un gesto de consternación, como si aquello le doliera realmente.
-Pues dile que ya lo vio como realmente era. Que siga con su vida de príncipe que ya nos ocupamos nosotros de Cloe.- le dijo Amaya sacudiendo sus brazos con elocuencia,
-Disculpe señorita, entiendo su enfado, pero déjeme decirle que Franz no es un mal hombre. Nació con la presión de ser el heredero y luego de la muerte de su madre todo fue aún peor. - le dijo Ray observándola con detenimiento. Era una española de tez suave y cabello oscuro, con un gesto de enfado incluso gracioso y ojos profundos que lograron llamar su atención.
-Pues yo nací hija de mi madre, que bastante presión me metía y no por eso voy por la vida mintiendole a la gente.- le respondió acortando la distancia entre los dos.
-Ama, basta, por favor. - dijo Cloe volviendo a secar sus lágrimas.
-Gracias, Ray, pero necesito un poco de espacio. Quiero ordenar mis ideas, por favor.- les pidió con su voz dulce y sus ojos empañados.
-Entiendo, espero verla pronto, Cloe- le respondió Ray saliendo de la habitación luego de hacer un gesto de saludo a los amigos de Cloe.
-Bien hiciste en echarlo, cariño.- le dijo Amaya volviendo a tomar asiento sobre el borde de la cama.
-Ustedes también, por favor.- les pidió Cloe tomando la mano de su amiga, que alzó sus cejas con sorpresa.
-Necesito recuperarme, tenemos un trabajo que terminar esta noche.- le dijo Cloe y entonces Amaya sonrió de costado.
-Asi se habla.- le respondió con orgullo y obedeciendo tomó a Pedro del brazo para dejarla a solas.
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Una foto real
RomanceCloe es una talentosa y comprometida fotógrafa y sin embargo aún trabaja como mesera en el café de su tía. En la noche de su cumpleaños número 24, motivaba por sus amigas decide olvidar sus rígidas reglas y dejarse llevar por primera vez en su vida...