Cloe se abrazaba a sí misma sobre la fina tela de aquella campera de cuero que Amaya le había insistido en usar. Había dejado a sus amigos festivos y divertidos convenciendolos de que ya contaba con un auto de aplicación en la puerta y sin embargo llevaba casi 20 minutos en aquella esquina observando la rueda de actualización sin ningún resultado.
Se había resignado a regresar, si bien sus pies le dolían demasiado y sus ojos prácticamente suplicaban cerrarse, iba a tener que aguardar pacientemente que su amiga Amaya se decidiera a irse. Aunque eso significaba prácticamente cerrar el lugar.
Soltó sus brazos y cuando iba a dar el primer paso una motocicleta se detuvo justo delante de ella,
-¿Necesitas ayuda... otra vez? - le dijo el joven que la conducía mientras comenzaba a sacarse el casco. Llevaba un abrigo que su cuerpo envidió y unos pantalones oscuros que parecía recién sacados de una tintorería.
Cloe no respondió, como lo había hecho en la barra se quedó hipnotizada con aquellos ojos claros. Ahora que no llevaba su gorra su rostro, incluso en la oscuridad de la noche, le pareció aún más hermoso.
-Veo que sos de pocas palabras. ¿Te puedo llevar a algún lado? ¿O preferis morir de frio?- volvió a decir con ese acento tan limpio y una seriedad inquietante.
Cloe por fin reaccionó.
-Estoy esperando un Uber, gracias.- le dijo alzando un poco su mentón como si fuera una niña engreída.
-Ok.- le respondió Franz, sin poder evitar disfrutar de esa mirada cargada de decepción por parte de aquella joven, que comenzaba a ganar un lugar privilegiado en su mente.
Cloe abrió grandes sus ojos e intentó disimularlo, pero en verdad le resultaba llamativo que desistiera tan rápido. Miró al suelo para no delatarse y volvió a tomar su teléfono, a lo mejor algún buen samaritano se dignaba a ofrecer su auto, pensó. Pero entonces escuchó como aquel extraño comenzaba a bajar de su moto y no pudo evitar volver a mirarlo.
Comenzaba a desabrochar aquel abrigo que llevaba con pausa sin dejar de mirarla y avanzaba con paso firme hacia ella, que al intentar retroceder casi vuelve a caerse.
Franz la tomó de la mano y evitó su tropiezo por segunda vez en la noche. ¿Qué le pasaba que en su presencia se volvía más torpe?, se preguntó Cloe mientras sentía que su corazón latía demasiado rápido.
-Gracias.- llegó a decir liberándose de aquel tacto algo perturbador.
-Pero no hace falta que me lleves, en serio, creo que si no aparece ningún auto voy a tener que regresar adentro con mis amigos.- le dijo con voz temblorosa.
Franz terminó de sacarse el abrigo y sin preguntarle se lo colocó sobre los hombros. Cloe no supo qué le agradó más, si el gesto, el perfume que la atravesó o aquella lanilla suave tan abrigada como ligera. Insitintivamente cerró sus ojos y una sonrisa de alivio alcanzó su rostro al tiempo que sus mejillas recuperaban el color rosado.
-Creo que podria vivir dentro de este abrigo. ¿Dónde lo compraste? Es increíble.- le dijo recuperando su verdadera personalidad por un instante. Sin embargo, al ver que el joven no respondía, se recordó a sí misma que se trataba de un extraño e intentó sacarse el abrigo.
Franz no terminaba de entenderse a sí mismo. Normalmente ni siquiera se hubiese detenido, de repente le estaba ofreciendo su ropa a una joven sexy, que cuando hablaba parecía no ser consciente de su sensualidad.
Se apresuró a colocar sus manos sobre los hombros de la joven.
-Quedatelo, en serio. Si hasta tu piel parece haberse descongelado. - le dijo e intuitivamente ambos llevaron la punta sus dedos a la mejilla de Cloe, para volver a rozarse.
-Es muy abrigado.- le respondió ella volviendo a sonreír con timidez.
-Es de Nepal, allí hace todavía más frío que acá. - le respondió por fin Franz intentando ordenar sus pensamientos. ¿Qué buscaba allí?
-Entiendo que no quieras que un extraño te lleve a tu casa, pero al menos dejame acercarte al centro, creo que se de un lugar que está abierto a esta hora y puedes conseguir un auto allí o al menos esperar en un lugar con calefacción. - sugirió, con su mirada expectante. Quería que dijera sí. Ansiaba pasar más tiempo junto a ella y por primera vez en su vida comenzó a pensar excusas para hacerlo.
Cloe dudaba. Quería que no se fuera, pero temía ser demasiado confiada.
Franz notó que un grupo de jóvenes que caminaban por la vereda de enfrente comenzaban a cuchichear sin disimulo, mientras los señalaban. Se había quitado su gorra para ponerse el casco y ahora no llevaba ninguna de las cosas. Temía que lo reconocieran y bajó su cabeza para ponerse a la altura de Cloe, descubriendo que su aroma era embriagador,
-Solo hasta el centro.- le dijo bajando un poco la voz.
Cloe sonrió. No sabía si era producto de los nervios de su cercanía o de la sensación placentera de su compañía pero al hacerlo asintió con su cabeza.
-Bien, vamos.- le dijo él volviendo a ponerse su casco mientras levantaba el asiento y sacaba otro para ella.
-¿A dónde vamos? - le preguntó Cloe mientras se colocaba el casco.
-A un hotel.- le respondió él mientras ajustaba el cordón del casco bajo su mentón.
Cloe abrió sus ojos con elocuencia y se retiró precipitada.
-¡No voy a ir a un hotel con vos! - le dijo indignada y entonces por primera vez pudo verlo sonreír. Esbozo una carcajada cerrada pero auténtica, mostró sus dientes blancos y sus ojos se achinaron en concordancia con aquella expresión.
-¿Qué es lo que te parece tan gracioso? - le preguntó ella intentando olvidar lo hermoso que se veía al sonreír.
-Hay una cafetería en la planta baja que está abierta las 24 horas. Puedo dejarte allí para que esperes el auto mientras tomas algo caliente.- le aclaró divertido.
Cloe suspiró y volvió a mirarlo con sus ojos entrecerrados.
-Está bien, vamos.- le respondió ella subiendo a aquella moto e intentando que su falda no enseñara de más.
Franz encendió el motor y giró para volver a mirarla.
-Ahora que lo mencionas la idea de vos y yo en un hotel no suena tan mal.- le dijo en un tono que intentaba ser de broma pero se volvió demasiado sensual.
Cloe le dio una palmada en la espalda y sonrió, intentando olvidar el torbellino que se había gestado en su bajo vientre al escucharlo.
-En tus sueños, extraño. Vamos.- le respondió mientras se tomaba tímidamente de su cintura sin animarse a apoyar su cabeza en aquella gigantesca espalda.
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Una foto real
RomanceCloe es una talentosa y comprometida fotógrafa y sin embargo aún trabaja como mesera en el café de su tía. En la noche de su cumpleaños número 24, motivaba por sus amigas decide olvidar sus rígidas reglas y dejarse llevar por primera vez en su vida...