8.

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Enfundada en mis ropas de vuelo, con aquella fina malla blanca abrazando la piel de mis piernas y la diadema que apartaba el viento de mis ojos, eché a volar hacia el bosque, buscando algún sitio tranquilo en el que pudiera meditar. 

Recogería las hierbas mas tarde, pues cuanto mas frescas estuvieran, menor era el riesgo de que sus propiedades se perdieran. Además, la Tsahik era la que mejor sabía secar aquellas plantas sin que perdieran sus propiedades medicinales. 

Salté de mi ikran, Teh'ka y me alejé, caminando entre la espesura del bosque hasta llegar a un claro en el que solía meditar de vez en cuando. El suave asiento de hierba que había entre los altos matorrales, me daba una sensación de privacidad que no había encontrado anteriormente. 

Entoné una breve oración a Eywa, antes de tumbarme entre la alta hierba y dejar que mi mente, divagara, con el susurro del viento. Cerré mis ojos, escuchando al viento que mecía las copas de los árboles, que se llevaba mis pensamientos y que se colaba en mi pecho, llenando mis pulmones de aire fresco, limpio y puro. 

Me dejé envolver por la oscuridad y relajé mi cuerpo. Sentí el sol colarse entre las hojas y calentar mi cuerpo, que descansaba en la hierba de aquel claro. Sentí como la oscuridad me arrastraba mas allá hasta el trance en el que mi cuerpo estaba dormido, pero mi mente aún estaba despierta, pendiente de cualquier cambio en mi entorno. 

Tomé otra bocanada de aire, sintiendo como mi cuerpo se relajaba visiblemente y un leve mareo me hacía caer aún mas en aquella oscuridad tranquila y familiar. 

Me dejé caer hasta sentir que flotaba. Sentí como abandonaba mi cuerpo físico y mi conciencia se proyectaba fuera de los límites de mi cuerpo, para explorar mis alrededores. 

Me vi descansar en el claro, con el rostro tranquilo, dormido mientras mis ojos se movían debajo de mis párpados, viéndome a mi. Al cuerpo que había dejado atrás. 

Me visualicé allí, de pie, junto a mi cuerpo, sintiendo la hierba bajo mis pies, el viento meciendo mis trenzas. 

Dejé a un lado mi cuerpo y me abrí paso entre la vegetación, dejándome guiar por una llamada que yo solo podía oír. La llamada de la Gran Madre. Sonaba como una melodía distante que insistías en perseguir y sin embargo, nunca llegabas a oírla de forma clara. Como si la oyeras debajo del agua, con eco. 

Aparté las ramas de un arbusto cercano y me agaché para no dar con mi cabeza a sus hojas, que se mecían con el viento. Caminé unos metros mas hasta llegar a un precipicio, en el que podía verse a lo lejos, una enorme cascada. El frescor del agua llegó hasta mi, espolvoreando mi rostro con diminutas gotas provenientes de las cortinas de agua que llevaba el viento consigo. 

Me incliné un poco mas hacia el vacío y vi como el río se abría paso entre el bosque. Como las plantas se inclinaban hacia el agua, sedientas. Mi mirada siguió el curso del río y se perdió en el horizonte, desprovisto de nubes. Solo un cielo azul interminable. 

Si te elevabas por encima de los árboles, verías muy a lo lejos, el cielo, mezclándose con la línea del mar. Allá donde los barcos pescaban fuera del arrecife y el viento traía el mensaje rebelde del mar. 

Un espíritu indomable. 

Volví a mirar a mi alrededor y casi caí al vacío al encontrarme a mi lado a un rostro dolorosamente familiar. Aquella nariz plana, sus largas pestañas, los ojos ambarinos, el perfume a cuero, viento y tierra mojada inundó mi nariz. Neteyam se inclinaba sobre el precipicio de la misma forma que yo había hecho hacía unos instantes. 

Él no escuchaba el viento, por lo que no podía adivinar que yo estaba allí, a su lado. Que mi conciencia estaba con él. Y sin embargo, cuando sus orejas se movieron, identificando un sonido que no debería estar ahí, a su espalda, su mirada pareció detenerse durante unos instantes en mi. En el espacio que yo debería ocupar si me moviera con mi cuerpo. 

Pude ver sus ojos amarillos, enormes a la perfección. Como si hubiera tomado su rostro entre mis manos y lo hubiera acercado a mi lo suficiente como para que nuestros labios se rozaran. 

El simple pensamiento me causó un escalofrío. Cuando los ojos de Neteyam se despegaron de los míos, yo, abrí los ojos. 

Y el sol me cegó, obligándome a llevarme una mano al rostro y bloquear los rayos de sol. Me incorporé, sintiendo como mi conciencia todavía se asentaba en mi cuerpo. Como mi mente se acostumbraba a los límites de un cuerpo físico. 

Me llevé una mano a la cabeza, sintiéndome algo mareada. Miré por encima de mi hombro, hacia la dirección en la que había ido. Sabía que si fuera hacia allí, lo mas probable era que me encontrara con Neteyam. 

Me levanté, aún con la cabeza dándome vueltas. Aparté un par de ramas que se habían interpuesto en mi camino y caminé unos pasos antes de que un ligero aroma a cuero inundara mi nariz, traído por el viento. Seguí el rastro, que provenía de mi espalda y descubrí a Neteyam, allí de pie, muy quieto. 

Parpadeé un par de veces, sorprendida. Había llegado allí como si supiera donde encontrarme. Mi mirada se perdió en su cuerpo, al igual que mi mente en los recuerdos de mis manos sobre su pecho, su espalda, abdomen... 

Aún tenía sueños con él, en los que mi oreja escuchaba el latido de su corazón y el bosque era el único testigo de nuestras conversaciones. Soñaba que su voz, apenas audible me susurraba al oído cosas bonitas y yo sonreía. 

Volví a la realidad cuando vi a Neteyam hacer un ademán de acercarse. Yo no retrocedí. En aquel momento, todo a nuestro alrededor había callado. Incluso los árboles parecían haberse inclinado, como se inclinaban para beber agua, hacia nosotros, expectantes. 

- Neteyam - dijo una voz dulce. Una voz proveniente de alguien que no mataría a una mosca. La voz de Nova. - ¡Te encontré! - dijo con una sonrisa, llegando hasta él. Su mano se enredó en su brazo, atrayéndolo hacia si. Mi mirada voló hasta la chica a su lado, que pegaba su cuerpo al suyo. Mientras tanto, Neteyam desvió su mirada hacia el suelo, evadiendo la mía. Como si se sintiera avergonzado de que le hubiera visto así con Nova. 

Esta, por fin pareció darse cuenta de que algo no andaba bien y su mirada se desvió hacia donde había estado mirando Neteyam hasta hace unos segundos. Cuando me vio, allí, de pie, mirándoles, no pareció aminalarse. Al contrario, se acurrucó mas contra Neteyam, haciendo que su mano se enrollara en torno a su cintura. En un gesto que me pareció demasiado natural para el tiempo que ellos habían estado entre nosotros. 

- Neith - dijo con una sonrisa que no llegó a sus ojos. - Pensaba que estarías con Kovu. - dijo simplemente. El silencio era demasiado alto. - En la aldea. - volvió a hablar. 

Y me dije que tendría que hablar. Que tenía que parar de observar como Neteyam intentaba no parecer demasiado incómodo con las manos de Nova enrredadas en la suya. 

- He venido porque la Tsahik necesitaba algunas cosas. - expliqué. - Pero ya me iba, siento haberos molestado. No os esperaba por aquí. - me excusé. 

- Puedes quedarte. - dijo entonces la voz de Neteyam. Sus primeras palabras dirigidas hacia mi, en todo lo que llevaban en el poblado. No monosílabos, no una mirada, sino una frase. Una petición. 

Pero no lo hice. Me pareció que sobraba. Que lo decía solo por educación. Porque a veces, Neteyam era demasiado educado.

Así que negué con la cabeza, desviando mi mirada hacia un punto cualquiera en el suelo. Entre al hierba, donde las pequeñas flores violetas crecían, delicadas. 

- Tengo cosas que hacer. - dije encogiéndome de hombros y me les di la espalda para ir hacia mi ikran. 

Cuando me hube alejado lo suficiente, miré por encima del hombro y vi como Nova le sonreía y como Neteyam negaba con la cabeza y la apartaba de su lado. Ella hizo una mueca y trató de tomarle de la mano otra vez, sin embargo, esta vez él dijo algo que yo distinguí a oír y desapareció entre la maleza. 

Nova pateó algo en el suelo y corrió entre la maleza, por donde había desaparecido Neteyam. El viento agitó mis trenzas y me dije que aquello no significaba nada. El gesto de confianza de Nova hacia él, hacia tan solo unos segundos demostraba que había algo entre ellos. Algo sólido. 

Miré hacia la dirección en la que se suponía que tenía que ir para llegar hasta mi ikran y me dije que podría demorarlo un poco. 

Todavía tenía que llevarle a la Tsahik las hierbas que la había prometido. Las necesitaría para hacer los farolillos. 





Guerrero del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora