- Recuerda respirar con el pecho, no con la tripa. - le dije a Kiri. El poco tiempo libre que teníamos, lo invertíamos en pequeñas lecciones. - Mantén la mente en blanco, visualizate desde fuera. Visualizame a mí, hablando contigo. - la recomendé, mientras sentía como su respiración cada vez era mas calmada. Como su cuerpo comenzaba a responder a su entorno. El suave movimiento de sus orejas a los sonidos imperceptibles que captaba.
Tuk estaba con nosotras, jugueteando con las cuentas que utilizaban nuestros hermanos para crear los collares que usarían en el baile del Solsticio.
- Ahora intenta escucharla. Un susurro, un cambio en la brisa. - dije. Y esperé a que el cuerpo de Kiri me dijera que algo había cambiado a su alrededor. Podía escuchar la melodía de la Gran Madre, allí, en el bosque, pero no era yo la que tenía que oírla, sino ella.
Fijé mi vista en el cuerpo de Kiri y traté de ayudarla. Sus ojos, se movían frenéticamente debajo de sus párpados.
- Escucha a la Gran Madre, céntrate en su melodía. - traté de ayudar - silencia el resto de elementos a nuestro alrededor. Obviálos. Ellos ahora no importan. - expliqué.
Y una ráfaga de aire llegó cargada con la caricia de Eywa, una caricia llena de amor. Ella sabía que yo estaba enseñando a Kiri y me alegraba recibir aquella señal de afecto, sabiendo que aquella joven venía de una cultura totalmente diferente.
Alguien nos interrumpió, rompiendo la burbuja de concentración que tanto me había costado que Kiri formara.
- Tu hermano quiere hablar contigo. - dijo Nova, dirigiéndose hacia Kiri. Ella hizo una mueca y se llevó a Tuk con ella.
Recogí las cuentas que la pequeña había dejado en el suelo y volví a colocarlas en su sitio, evadiendo a Nova.
- Kovu dice que quiere que vayas con él a recoger no sé qué en el bosque. - dijo.
Y callé. Mis dedos seguían ordenando cuentas por colores en cada pequeño cesto. Cada vez que ella se acercaba a mi, les visualizaba a ella y Neteyam, riendo.
Igual que cuando yo reía con él. Cada sonrisa, cada mirada que él me había regalado hace mucho tiempo ahora se las regalaba a Nova.
Y maldita sea, sabía que no tenía por qué importarme pero el saber que yo era un demonio, con aquellos estúpidos cinco dedos me hacía sentir insuficiente para cualquiera. ¿Por qué fijarse en una mestiza cuando tenías a una auténtica Na'vi guapa, carismática, agradable y dulce toda para ti?
Cada vez estaba más convencida de que Neteyam se había fijado en mi, hace mucho tiempo atrás porque no tenía otra cosa mejor que hacer.
Y me dolía. Dolía demasiado.
- Neith, ¿por qué no...? - intentó Nova. Pero yo no quería oírlo. Odiaba su voz. Dulce y pacífica. Daba la impresión de que no quería el mal para nadie.
Me levanté de un respingo y me alejé, dejando a Nova con la palabra en la boca. Tal vez la compañía de su hermano conseguiría que olvidara aquellos pensamientos, cada vez más frecuentes.
Con las manos cargadas de pequeños cestos llenos de cuentas, me dirigí hacia la choza de la Tshaik, de la que se desprendía un suave olor a Eucalipto. Con las manos ocupadas, entré entre las cuentas que formaban la cortina de la entrada y me dejé abrazar con el dulce aroma a hierbas aromáticas. La Tsahik estaba encorvada sobre si misma, sus rastas se deslizaban entre sus hombros, decorando un rostro afilado de piel tersa.
Su cuerpo se había envuelto en una túnica grisácea bordada con hilo rojo. Los dibujos que decoraban la tela simulaban las ráfagas de viento moviendo las copas de los árboles o las corrientes de aire que ayudaban a nuestros basnhees a volar.
Cuando el movimiento de las cortina de cuentas delató mi entrada la Tsahik dejó lo que estaba haciendo y me saludó brevemente antes de tomar los pequeños cestos. Después se volvió hacia el farolillo de hierbas que preparaba. Cada solsticio, cada una de las chozas habitadas en nuestro poblado se decoraban con pequeños farillos que brillaban toda una semana entera sin descanso. Si el farolillo se apagaba antes de que acabara el Solsticio, significaba que la unión entre la familia era débil, mientras que si duraba hasta que acabara el Solsticio, significaba que la unión entre la familia era fuerte, sólida.
Me quedé allí, de pie, durante unos segundos, retorciéndome los dedos. Necesitaba hablar con alguien que supiera escuchar.
La Tsahik, al notar todavía allí mi presencia, interrumpió lo que estaba haciendo y me dirigió una mirada interrogante. Evadí también su mirada, temiendo que pudiera descubrir mi secreto.
- ¿Qué te ocurre? - me preguntó, con su habitual voz demandante.
- En realidad... no lo sé. - dije. La Tsahik frunció sus labios y clavó su mirada en los collares de mi cuello.
- ¿Has ido ya con Kovu al bosque para recoger las plantas que te dije? - cambió de tema. Negué con la cabeza.
- He estado con Kiri, intentando que...
- Ve. - me interrumpió. Fruncí el ceño ante su tono cortante. Rara vez me hablaba de aquella manera tan seca, cuando el motivo no era alguna clase de malentendido.
Repasé mi rutina y comprendí que no había faltado a ninguna de mis citas con ella. ¿Se me habría olvidado hacer algo entonces? Fruncí el ceño y me di cuenta de que esa tampoco era la razón de su enfado.
- ¿Ha habido algo que...
- El bosque es muy sabio, - dijo entonces. Parpadeé un par de veces, sorprendida por su interrupción. - ¿sabías que cuando nació Kovu, él me hizo un regalo? - dijo mientras sus manos seguían rellenando los farolillos con plantas aromáticas que pudieran prender.
- ¿Qué le regaló? - pregunté, interesada.
- Una respuesta a una pregunta que llevaba haciéndome mucho tiempo. - dijo. Y su mirada se clavó en la mía, cargada de significado.
Sus manos se habían detenido y se habían colocado en sus caderas, en una pose que me resultó graciosa.
La Tsahik se movió hacia mi, con las palmas de las manos apuntando hacia el techo de su pequeña choza.
- La Gran Madre siempre escucha y si sabes hacer las preguntas adecuadas, ella responderá. - dijo. Sus manos sobre mis hombros, intentando reconfortarme.
Sonreí, dándole las gracias. Ella me devolvió la sonrisa y me despidió con un ligero apretón en el hombro.
Giré sobre mis tobillos, con las palabras de la Tsahik retumbando en mi cabeza.
- Neith - me llamó ella cuando mis manos ya habían apartado la cortina de cuentas. Las sombras jugaban con su rostro, haciendo que sus ojos ambarinos resplandecieran. Frené en seco, ante su llamada. - Será mejor que vayas sola, hay cosas que es mejor mantener en la privacidad. - dijo.
Asentí y me llevé una mano a la frente, antes de correr hacia mi ikran. El mal humor y los remordimientos que hubiera podido sentir hace unos minutos, con Nova, se habían disipado por completo y habían quedado sustituidos por una sensación agradable en el pecho.
Hablar con la Tsahik era como hablar con la representante de la Gran Madre,aquí, en Pandora y aquello era como hablar con la mismísima Eywa, aun que fuera indirectamente. Nuestra Tsahik era sabia y sus experiencias la habían ayudado a moldear sus conocimientos hasta llegar a lo que era ahora. Una mujer digna de admiración, una mujer que se había ganado el respeto de su pueblo porque había sabido escucharlos. Había sabido consolarlos cuando nadie mas lo había hecho y había sabido ayudarlos cuando mas lo necesitaban. Ese era el trabajo de una Tsahik. Ayudar a quién fuera que lo necesitara.

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Guerrero del Viento
FanfictionUna historia en la que Neith (TN) y Neteyam parecen tener una conexión especial, pero debido a un malentendido se separan para siempre. Los secretos que ambos guardan le llevan a cuestionarse si realmente se conocen. Además, el rechazo de la socied...