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Corrimos hacia el espesor del bosque para ocultarnos, pues normalmente un toruk no era agresivo pero si veía comida, probablemente no se lo pensara dos veces antes de atacar.

Salté un enorme tronco y me oculté tras él. Neteyam se arrodilló a mi lado, oculto entre las hojas.

Vimos como el toruk aterrizaba, enorme, imponente, hermoso.

No era un toruk cualquiera. Era la Montura del Guerrero. Un toruk blanco con finas rayas rojas a lo largo del cuerpo. El color blanco era simbolizado como la pureza del viento y las rayas rojas eran cicatrices. Heridas.

Los toruk blancos eran normalmente discriminados por el resto por ser de un color tan peculiar y no poder camuflarse como el resto. Eran una anomalía, algo que no debería estar ahí, pero extraordinario.

La piel de aquellos toruk en especial era mucho más gruesa de lo normal debido a las heridas que los otros toruk les provocaban. Es como si tuvieran una segunda piel llena de rallajos grotescos.

Esta piel hacia que fuera casi imposible matarles. Repelía las fechas y probablemente también las balas, pero no pondría a prueba ninguna de las dos cosas.

- ¿Es albino? - preguntó Neteyam en un susurro.

Y yo casi quise tirarme encima de él. Además de ser dificilísimos de matar tenían una visión excelente, así como su talento innato para la audición. Captaban cualquier respiración en kilómetros a la redonda.

Un auténtico Hijo del Viento.

El toruk movió la cabeza hacia nosotros y clavó uno de sus ojos sobre mi. Aquel enorme ojo de color ambarino que estaba atravesado por una cicatriz.

- Corre - le dije a Neteyam cuando el toruk se giro hacia nosotros completamente. Su boca de dientes afilados se abrió de par en par para ofrecer un rugido terrible.

Mi mano estaba sobre el brazo de Neteyam mientras le ayudaba a levantarse cuando tropezaba y viceversa.

Apartaba las ramas de los árboles mientas el toruk tenía que hacer piruetas por su enorme envergadura. Tal vez todavía teníamos una oportunidad de sobrevivir.

Corríamos sobre la tierra húmeda, clavándonos las ramas en nuestros pies cuando, de pronto, hice un quiebro en el último momento.

Hice un movimiento de mano para que Neteyam me siguiera. Este frenó en seco y corrigió el rumbo mientras me seguía a lo largo del bosque.

El toruk rugía por encima de nuestras cabezas mientras nosotros intentábamos esquivar los árboles, cada vez más juntos.

Nos adentrábamos en el corazón del bosque, comprendí. Una zona peligrosa, pues a veces ni el viento lograba pasar y fácil de perderse, ya que todo era todo igual.

Miré por encima de mi hombro a Neteyam, que saltaba por encima de un tronco caído y sujetaba el arco a su espalda. La cuerda presionando la piel de su pecho.

Seguí corriendo, sintiendo mis piernas arder y los pulmones en las últimas. La adrenalina hacia que la sangre corriera por mi cuerpo a toda velocidad, sintiendo el calor en la cara.

Localicé el árbol por el que quería ir allí y le tendí una mano a Neteyam.

Ante mi sorpresa, el toruk derribo unas ramas altas para hacerse hueco hasta nosotros. Su figura ensombrecía todo el bosque. Esta se disponía a alcanzar a Neteyam justo cuando su mano alcanzó la mía para conseguir arrastrarle entre las raíces del árbol.

El toruk rugía y rasgaba las raíces milenarias mientras reptábamos, llenándonos de tierra. Sentía la piel de las piernas y parte de los brazos desgarrarse, mientas se enganchaban en las ramas, intentando hacerse paso por la tierra.

Sentí un cuerpo encima del mío cuando el rugido del toruk nos sorprendió, justo encima de nosotros. Sus garras arrancaron las raíces de cuajo, dejando el hueco suficiente para que pudiera destrozarnos con una sola dentellada.

El cuerpo de Neteyam estaba encima, con un cuchillo ya preparado. Dispuesto a luchar. Su espalda me cubrió, protegiéndome. Un siseó por su parte y un resplandor de luz me indicaron que Neteyam había dejado la protección de las raíces del árbol para enfrentarse a un toruk. ¡Un toruk!

Me incorporé, asustada, sintiendo un latigazo en la herida en mi hombro, del reciente disparo. El vendaje que había limpio de esta mañana, tenía una mancha de sangre. Sentí mi cuerpo flaquear al ver otra vez aquella herida. Al pensar que podría volver a aquella oscuridad. Al pensar que podría volver a estar lejos de...

- ¡Neteyam! - grité. El toruk rugía y lanzaba dentelladas mientras él intentaba camuflarse entre sus alas o debajo de él. Justo donde él no podía verle.

Intenté salir de entre las raíces pero mi pie se había engancho en una, mientras intentaba escaparme.

Siseé, luchando por cortar las raíces que me apresaban. El cuchillo era lento en comparación con la rapidez letal de toruk contra Neteyam.

Rugí en protesta cuando quise correr a ayudar a Neteyam.

- ¡Eh! - grité haciendo aspavientos pero el toruk siguió lanzando dentelladas al aire. Hacía Neteyam. Rugía, batía las alas y chocaba contra los árboles a su alrededor y aún así, seguía persiguiéndole. Era incansable, como si quisiera retarle a...

Un pensamiento cruzó mi mente a toda velocidad. Puede que fuera un suicidio pero era eso o la muerte.

Me llevé una mano al hombro, dolorido y casi me mareé.

- ¡Crea el vínculo Neteyam! - grité, intentándome hacerme oír por encima de los alaridos del toruk. - ¡Tsaheylu! - volví a intentar.

- ¿Estás loca? - me llegó su voz, amortiguada por el ruido.

- ¡Hazlo! - grité.

Y vi como Neteyam paraba de huir para aferrarse a su ala mientras el toruk intentaba quitárselo de encima. Milagrosamente, Neteyam consiguió aferrarse a él.

Y trepó y trepó, despacio mientras el toruk intentaba quitárselo de encima. Cuando consiguió llegar hasta esa especie de trenza, se aferró con una mano a su piel y con la otra, logro crear el vínculo.

Me arrodillé en el suelo, observando como el toruk paraba de rugir y patalear para dejarse caer sobre la hierba, totalmente tranquilo. Sus ojos ambarinos clavados en los míos. No siquiera se había resistido ante Neteyam.

Miré al chico, ahora un hombre, que estaba montado encima suya. Neteyam, Guerrero del Viento. Neteyam, que era toruk makto. 

Me di prisa en cortar la raíz antes de que Neteyam hiciera alguna estupidez ante el toruk. Era su montura, pero no dejaba de ser el animal más salvaje de Pandora.

Corrí hacia él mientras Neteyam me esperaba con una sonrisa. No sabía si reír o llorar del alivio.

Me llevé una mano a la boca, sorprendida cuando elevé la mano para acariciar la piel irregular del toruk y él no se apartó. 

Oí a Neteyam bajarse del toruk y correr hacia mi.

Sus manos tomaron mi rostro para después desviar su mirada a la creciente herida en mi hombro. Abrió mucho los ojos, asustado.

- Estás herida. - dijo.

- No es nada, estoy...

- Neith, estás sangrando. - insistió. Pero yo apenas podía centrarme en otra cosa que no fuera el toruk. Apenas sentí la mano de Neteyam sobre la mía mientras me ayudaba a subir y apenas sentí el dolor creciente en mi hombro. Sólo pude prestar atención al viento en mi cara, sobrevolando el bosque de Pandora en un toruk. Con Neteyam.

Siempre había sabido que haría grandes cosas pero jamás me imaginé que pudiera llegar a montar un toruk y fijarse en mi al mismo tiempo. 

Me recosté sobre su espalda, y disfruté del momento. Disfruté de su mano en mi cintura mientras que la otra dirigía al toruk. Disfruté del roce de su piel contra mi espalda. De los rostros desfigurados al ver que un extranjero montaba en un toruk. Disfruté de que por fin hubiera sido reconocido el talento de Neteyam de una vez por todas. Disfrutaba viéndolo brillar. 

Guerrero del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora