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Abrí los ojos poco a poco, vagamente. Los brazos de Neteyam me envolvían, protegiéndome. Tal y como había prometido la noche anterior. Aún no podía creerme que aquello estuviera pasando realmente. 

Miré el claro bañado a la luz del día, mientras escuchaba el trino de las criaturas a nuestro alrededor. Sonreí levemente, sintiéndome la chica mas afortunada del mundo en aquellos momentos. 

Sentía la respiración de Neteyam contra mi espalda, su pecho subiendo y bajando a un ritmo constante. Su aliento contra mi nuca, mientras mi cabeza descansaba en uno de sus brazos, a modo de almohada. 

Me separé de él despacio para evitar despertarle. Me escurrí entre sus brazos mientras Neteyam murmuraba algo en sueños. Me incorporé a su lado para ver su cara relajada, su porte en paz. Su cola se mecía suavemente, como dando a entender que estaba sumido en un sueño agradable.

Le sonreí, sabiendo que no podía verme. 

Disfruté del silencio que conformaba la tranquilidad infinita característica del bosque. Todo estaba en silencio. Extrañamente en silencio. El único sonido era la respiración de Neteyam que se perdía en el aire a nuestro alrededor. Ni siquiera los animales se atrevían a interrumpir aquel silencio. Ni siquiera el aire hacía ruido en los arbustos cuando sacudió mis trenzas. 

No había nada a nuestro alrededor. Solo Neteyam, yo y el bosque. 

Escuché con mas atención, intentando adivinar los movimientos de alguna presa siendo rastreada por su cazador. Nada. El llanto de una cría, tal vez. Nada. Fruncí el ceño y seguí escuchando, cada vez mas intranquila. Rastreando el bosque a nuestro alrededor. No estábamos lejos de la aldea, pues habíamos volado con las primeras luces hacía aquí y después habíamos hecho una parada en la que el sueño nos había vencido. 

Seguí meciéndome con el viento, llevándome lejos. Nada. 

Mi mirada volvió a Neteyam, que seguía dormido plácidamente. Miré su cuerpo, aún con las ropas del Solsticio. Me miré a mi, con las mismas ropas que el día anterior, con el collar que me había dado. Y sin armas. Ninguno de los dos tenía nada con lo que defenderse. 

Volví a intentar rastrear algo a nuestro alrededor pero fue inútil. Aquello no me olía nada bien. Hace unos segundos el claro estaba lleno de vida, con la presencia de la Gran Madre y sin embargo, ahora no podía sentir su respiración. Era como si la estuviera conteniendo. 

Mi mano se aferró al brazo de Neteyam, súbitamente preocupada por la sensación de peligro inminente. 

- Ma'Neteyam - dije en susurros mientras le sacudía. Y él murmuró algo en sueños pero no terminó de espabilarse. - Neteyam despierta, tenemos que irnos. - le dije. Mis ojos saltaron hasta la maleza, intentando ver al enemigo inexistente. - Neteyam. - le medio regañé. Sentía las garras del peligro cernirse sobre nosotros. 

Él abrió por fin los ojos, parpadeando un par de veces para espabilarse. Miró a nuestro alrededor, incorporándose. A juzgar por su mirada, parecía cansado. 

- ¿Qué ocurre? - preguntó. 

- Tenemos que irnos, creo que... 

El sonido familiar de un silbido agudo y cortante me hizo interrumpirme. Ese silbido... Otro sonido similar que podría confundirse con cánticos de pájaros sonó unos metros mas allá. Respondí de la misma manera, intentando mantener la calma. Neteyam miraba a nuestro alrededor, cada vez mas confundido. 

- ¿Qué...? - intentó pero se detuvo a medio camino de la pregunta al volver a escuchar ese sonido.

Otros tres más, mucho más seguidos, sonaron a nuestro alrededor. Ellos estaban aquí.

Guerrero del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora