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Lo poco que había logrado descansar la noche anterior no fue suficiente para enfrentarme a la mañana que me esperaba.

Aquella noche celebraríamos El Solsticio. Colgaba las guirnaldas de cristal entre ramas y roca para crear cascadas de luz allá por donde pasabas.

Ayude a la Tshaik con los últimos preparativos y ayudé a las bailarinas a hacer sus últimos retoques a sus atuendos.

Kiri y Tuk me hicieron compañía, ayudando en todo lo posible. Cuando llegó el medio día, todo el mundo comenzaba a prepararse para la noche.

El movimiento en la aldea cada vez era más notorio, pues los clanes de los Shylicateyina más alejados venían a presenciar el espectáculo. Nos reuníamos todos aquella noche para cantar junto a nuestro Árbol Madre y soltar los farolillos al aire, mientras volábamos con nuestros ikrans la noche más larga del año.

Ayudamos a los más pequeños a vestirse para la ocasión, nos trenzamos el pelo entre nosotras y salimos a cazar para el banquete.

Cuando regresamos, nos dimos un baño y comenzamos a decorar nuestros cuerpos con pinturas coloridas. Nova estaba por allí pero lo único que obtuvimos por su parte fueron malas miradas, así que fuimos nosotras tres las que nos decoramos el pelo con distintos abalarios y escogimos la ropa adecuada.

Ayudé a Kiri a trenzarse algunas plumas en el pelo y a vestirse con uno de esos bonitos mantos bordados que a veces usaban las Tshaik. Este en concreto, nos lo había cedido la madre de Kovu con una sonrisa. "Es para Kiri" había dicho.

Ella sonrió en sus ropas, mientras Tuk reía y la decía lo guapa que estaba.

Con el Eclipse a punto de comenzar, las dije que avisaran a sus hermanos para congregarse en torno a la hoguera. Yo tenía que ir a recoger unos collares y cuentas doradas para el pelo. Solía ponermelas todos los Solticios, pues las había hecho yo y cada una de ellas tenían un significado.

Corrí entre las esterillas hasta llegar a mi cabaña. Todo a mi alrededor estaba desierto y el único sonido era el del viento meciendo las hojas. A mi espalda, los tambores indicaban que el Eclipse iba a comenzar. 

Retiré la cortina de cuentas y busqué entre mis pertenencias la cajita roja de madera en la que guardaba las joyas. Me agaché para buscar entre las mantas, con la esperanza de que estuviera allí. No me iría sin ellas.

A fuera, los farolillos proyectaban unas sombras alargadas hacia dentro de la cabaña. Ya debería haber anochecido.

Debía darme prisa.

Removí la cabaña de arriba a abajo hasta que sonreí, triunfante de haberla encontrado. Abrí la caja y comencé a colocar los adornos a toda velocidad, con el corazón en un puño.

Cuando me di la vuelta, casí se me salió el corazón del pecho.

Neteyam estaba muy quieto, justo en la entrada, todavía con una mano haciendo un ademán de retirar la cortina de cuentas.

Sus lunares fluorescentes brillaban en la oscuridad de la noche. Los tambores sonaban rítmicamente, indicando que el Solsticio había comenzado.

A Neteyam no parecía importarle, pues estaba muy ocupado devorandome con la mirada.

- Estás... - intentó, dando unos pasos hacia mi, sin apartar la mirada de mi cuerpo, cubierto apenas por unos paños finos. - Joder Neith. - dijo. Dejó atrás la cortina de cuentas, que sonó a su espalda para llegar hasta mi.

Él también se había arreglado. Llevaba el pelo semirecogido en su habitual pelo trenzado. El recogido dejaba sueltas algunas trenzas decoradas con cuentas de colorines, que hacían juego con las de sus brazaletes. Su pecho estaba decorado con algunas líneas rojas, no demasiado llamativas.

Se había quitado el cinturón para dar protagonismo al pañuelo de bordados que le tapaba lo justo y necesario.

Desvié la mirada, avergonzada. Me abracé a mi misma, sin saber muy bien que hacer. De repente Neteyam era mucho más atractivo que antes. Mucho más... mayor de lo que yo lo recordaba.

- ¿Qué haces aquí? - le medio regañé. - Deberías estar ya en la hoguera, el Solsticio ya habrá empezado. - le dije pero no hice un ademán de irme.

- No te vi entre la gente y cuando le pregunté a Kiri, me dijo que habías venido a coger algunas cosas. - explicó, sus ojos seguían fijos en los míos, brillando como dos estrellas. - Y me alegro de haber venido. - susurró, mientras su mirada me miraba una vez más de arriba a abajo. La poca luz que entraba, desveló unos ojos negros, en vez de dorados.

Sentí que mi estómago se doblaba en dos, de repente aquella choza era demasiado pequeña para dos personas.

- Deberíamos irnos, llegamos tarde. - dije, haciendo un ademán de salir, pero Neteyam me cortó el paso.

- Yo... - intentó, de repente nervioso. Su mano, cerrada en un puño, se abrió para revelar un bonito collar, de doble cuerda con cuentas de colorines. Tenía un par de conchas entretejidas. - No es mucho, pero he oído que algunas personas se hacen regalos esta noche y pensé... - intentó. Su mirada clavada en el collar. - Se que no es mucho, pero quería regalartelo, ya sabes... Para agradecerte todo lo que has hecho por mí y... - se encogió de hombros, cada vez más nervioso. Su cola se enredó en su pierna, avergonzado.

- Es precioso. - dije tomándolo de entre sus manos. Neteyam elevó las cejas levemente. Sus orejas se doblaron, sorprendidas. Su cola comenzó a agitarse levemente, mucho más relajado que antes.

- Si quieres puedo ayudarte a ponértelo, es un poco difícil de aprochar y... - le interrumpí deshaciéndome de los collares que Kovu me había hecho y que yo había tejido para que su collar fuera el único. Me aparté el pelo y le dí la espalda, para que pudiera colocarlo sobre mi cuello.

Sentí sus manos sobre mi nuca y su aliento muy cerca de mi piel, provocando un torrente de emociones dentro de mi. Un torrente de emociones difícil de controlar. 

Cuando sus manos pararon de acariciar mi piel, me di la vuelta, para encontrarme con su rostro a escasos centímetros del mío. Si elevaba la cabeza, podría rozar sus labios con los míos. Sólo tenía que moverme un poco y... El sonido del cuerno nos alertó de que el baile había empezado.

Me aparté súbitamente, apoyando mis manos en su pecho. Neteyam me miró, sosprendido y medio malhumorado.

- Hay que irse - dije tomando su mano y arrastrándole fuera de la cabaña. - ¡El baile está a punto de empezar!

Neteyam sacudió la cabeza y me siguió, con su mano enredada en la mía. Intenté olvidarme de lo que había estado a punto de pasar pero fue inútil. Hacía mucho tiempo que no me sentía así de viva. 

Guerrero del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora