El tiempo apremiaba. No podíamos entretenernos. Cargué con el cuerpo de Neteyam, levemente reclinado sobre el asiento en el que cabrían perfectamente dos personas. Su toruk también partiría con nosotros, al lado de mi toruk hembra.
Íbamos cargados con todos los talismanes que Ronal nos había dado y madre iba con nosotros también para cuidar que todo fuera como debía.
Lo'ak se quedaba aquí, con Tuk y la familia de Tsyreia. Lo'ak todavía estaba débil para volar durante diez horas seguidas sin descansos y la pequeña Tuk... bueno, si salía mal, alguien iría hasta las islas Metcayina para comunicar la noticia del fallecimiento de Neteyam.
Kiri vino con sus padres porque quería estar presente ante el poder de la Gran Madre. "No la tengo miedo." había dicho con una sonrisa tranquila. Nadie la contradijo y pronto estuvimos todos volando hacia el Árbol Madre de los Omaticaya. El chal era lo único que cubría mis hombros durante el viaje.
Dejé que la lluvia empapara mi piel y el aire lo secara. Dejé que los rayos de sol de la tarde me bañaran en su característico olor a oro mientras Neteyam dormía apoyado sobre mi cuerpo. El brillo de los lunares cada vez era mas intenso, mientras que yo cada vez estaba mas cansada. Un punzante dolor a la altura de la clavícula me indicó que lo que fuera que hubiera hecho para vincularnos de aquella extraña manera, había funcionado.
Sobrevolamos las islas Metcayina y los territorios del sur. Los famosos poblados de jinetes de ikran, las aldeas de las praderas y después... El espeso bosque de Pandora. Dónde nacía la vida y la muerte era mas cruel.
Neytiri y Jake pusieron rumbo a casa mientras mi toruk y el de Neteyam les seguían de cerca. Allí sería dificíl que se camuflaran, así que imaginé que dormitarían cerca de la aldea aun que no fueran seres muy dispuestos a colaborar con Na'vi.
Con los casi últimos rayos de sol bañando el cuerpo de Neteyam, me di cuenta de que había comenzado a murmurar en sueños. Acerqué mi oído a su boca para distinguir palabras sueltas como: "Ma'Eywa", "Sempul" "ikran" "bosque" y finalmente mi nombre. "Neith" cortó pero inconfundible. Apenas un susurro incoherente y alimentado por el delirio de la cercanía a la muerte y aun así; él seguía queriendo tenerme tan cerca como pudiera.
- Nos vamos a casa, Neteyam. - le dije acariciando su rostro mientras mi vista se centraba solo y exclusivamente en el chico que dormía entre mis brazos. Retiré ligeramente la manta que cubría sus hombros para descubrir que la herida había adquirido un tono azul mucho mas claro, indicando que comenzaba a cicatrizar.
Después, retiré levemente la tela que cubría mi hombro para revelar una herida cada vez mas notoria. Probablemente, pronto empezaría a sangrar. Intenté olvidarme del creciente dolor que sentía en mis pulmones. Un ardor inconfundible que comenzaba a ser insoportable.
Cuando elevé la mirada, comprobé, agradecida que un enorme árbol se desvelaba entre la espesura del bosque. Veía las fogatas encendidas desde arriba, desvelando la existencia de un clan. Un clan grande.
Neytiri comenzó a descender, realizando aquellos característicos sonidos, seguida de su marido. Sus ikrans aleteaban cada vez con mas fuerza al darse cuenta de que estaban de nuevo en casa. Allí donde siempre habían querido estar. Donde habían nacido y morirían. Donde la Gran Madre les había dado su primer aliento y donde les quitaría el último.
Descendimos, aterrizando en las lindes del poblado.
- ¡Es Toruk Makto! ¡Jake ha vuelto! - se oyeron las voces. Neytiri bajó a toda prisa a fundirse en la multitud, con la esperanza de encontrar a su madre y reunirse con sus hermanos. Sonreía a pesar del peso que cargaba en su corazón.
Yo por mi parte, me quedé muy quieta en mi montura, sintiendo como todo daba vueltas alrededor. Me costaba respirar cada vez mas y el cielo comenzaba a teñirse de tonos rosados y anaranjados.
Recordé los vuelos en los que los aterdeceres con Neteyam habían sido mi mejor plan y me dije que tendría que moverme si quería que siguiera siendo así.
- Kiri - la llamé, haciendo que esta se retirara de la multitud para ayudarme a bajar. Madre regresaba en aquel instante hablando apresuradamente con la madre de Neytiri, que se hacía paso entre la multitud, asustada.
Kiri y yo bajamos el cuerpo de Neteyam para postrarlo en una camilla echa de ramas y hojas amplias que abrazaban su cuerpo.
Su abuela vino hasta nosotras, no sin antes haber besado mi frente y echarme un vistazo rápido al ver que los lunares de mi cuerpo cada vez brillaban menos.
- Rápido, vayamos al Árbol de las Almas - dijo la Tsahik, que llevaba un conjunto granate de cuentas que cubría su pecho. - el eclipse no tardará en llegar y nosotros aún tenemos mucho que hacer. - se apresuró.
Kiri me sujetó contra su cuerpo, al ver que apenas podía sostenerme en pie. Cuando me dispuse a montar de nuevo en mi toruk, un dolor desgarrador me hizo doblarme en dos y comenzar a toser, sintiendo como un líquido espeso resbalaba por mi garganta.
Cuando miré mi mano, vi sangre en ella, comprendiendo que la Gran Madre quería su energía de vuelta. Y la quería, ya.
- Neith - dijo Kiri intentando que no cayera al suelo. - Por la Gran Madre estas sangrando. - dijo posando su mano en mi pecho. Efectivamente, unos hilos de sangre tibia comenzaba a escurrir de entre sus manos, como un torrente.
- Ayúdame a montar en el toruk, vamos. - dije sin embargo. - Neteyam no tiene mucho tiempo. - dije aferrándome al asiento de mimbre que llevaba mi montura. Este se movió, tumbándose ligeramente para que me fuera mas fácil subirme.
Con las manos manchadas de sangre y sintiendo como la vida se escapaba entre mis dedos, le susurré un débil "gracias" antes de volar con el resto de los ikran hacia el Árbol de las Almas. Todo el pueblo nos acompañaba, entonando una canción para Eywa.
Miré el bonito atardecer que comenzaba a oscurecerse. Apenas faltaban un par de horas para que el sol desapareciera y nosotros ni siquiera habíamos llegado todavía al Árbol Sagrado.
Kiri iba montada conmigo, sujetándome a mi y al cuerpo de su hermano a la vez. Nunca supe como fue capaz de ello, pero gracias a la joven llegamos los dos sanos y salvos hasta el Árbol de las Almas, que agitaba sus hojas al ritmo de la brisa, esperando nuestra llegada. Este había comenzado a brillar hacía un rato, desvelando que el tiempo se agotaba.
La luz comenzaba a desvanecerse y los cuerpos a nuestro alrededor comenzaban a brillar. Todos menos el mío.
Postraron a Neteyam bajo el Árbol de las Almas, antes de colocarme a mi junto a él, con una venda en torno a mi pecho, que comenzaba a impregnarse cada vez mas rápido de sangre. Nos cubrieron a los dos con un manto de hojas quedando nuestras cabezas una sobre la otra. Nuestro cuerpo quedó acunado por las débiles raíces del árbol madre que se conectaron a nuestras trenzas.
Para cuando cerré los ojos, meciéndome con la dulce canción entonada por los Omaticaya, la luz apenas era una fina línea de plata en el firmamento. Concentrándome en el calor que sentía cuando la Gran Madre me acogió entre sus brazos, decidí entregarla mi cuerpo para que decidiera si sanar mi alma sería su última decisión.
"Llévame si eso hace que Neteyam viva. Llévame allí donde pueda descansar en paz mientras mi amado siga siendo custodiado por tu bendición, Gran Madre, protectora del equilibrio" recé.
Y de un momento a otro, sentí como todo a mi alrededor se apagaba y dejaba atrás mi cuerpo para reunirme con ella.
"Adiós, Neteyam." pensé. "Te esperaré en el otro lado tanto tiempo como haga falta".
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Guerrero del Viento
FanfictionUna historia en la que Neith (TN) y Neteyam parecen tener una conexión especial, pero debido a un malentendido se separan para siempre. Los secretos que ambos guardan le llevan a cuestionarse si realmente se conocen. Además, el rechazo de la socied...