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- ¿Hace cuánto llevas con este toruk? - preguntó Neteyam cuando el pueblo a nuestro alrededor parecía haberse despreocupado de nuestra presencia. 

- Apenas unas horas. Fue ella quien me rescató de entre los escombros, horas después desperté en el bosque, a su lado. Cuando cayó la noche quise acampar pero ella no quiso. En vez de eso, partimos sin rumbo. - relaté. 

Neteyam frunció el ceño y acarició el lomo del toruk, confundido. 

- Eso es imposible. - dijo. - Si fuera así apenas habrían transcurrido unos días. - dijo. Esta vez fui yo la que fruncí el ceño, confundida ante sus palabras. 

- Ha pasado algo mas de un ciclo desde que abandonamos tu poblado y nos dirigimos a los clanes Metcayina para reunir fuerzas. Mi padre planea defender a nuestro pueblo con toda la ayuda posible. Han descartado la posibilidad de atacar a no ser que ellos lo hagan primero. - dijo. 

- Es imposible, desperté ayer. - insistí. - Además, todavía tengo las heridas abiertas, por ejemplo esta del hombro que... - intenté. Pero cuando quise enseñarle las heridas que ella misma había estado lamiendo con la intención de curarlas como si de una cría se tratara; me di cuenta de que apenas eran ya unos arañazos visibles. 

Era imposible que hubiera estado durmiendo un ciclo en el lomo de un toruk. Tendría que haber parado en algún sitio para reponer sus fuerzas y era imposible que me hubiera montado en su lomo sin que me diera cuenta. Era imposible que ella me hubiera puesto allí, pues si lo hiciera con la boca me aplastaría y no tenía la capacidad para hacerlo con sus garras. Me atravesaría por la mitad sin quererlo. 

Miré a la hembra que dormitaba a mi lado y que se estaba dejando acariciar por Neteyam anonadada. Si de verdad había transcurrido una franja de tiempo tan grande en la que ella me había cuidado, entonces siempre estaría en deuda con ella, pues me habría salvado la vida. 

Mientras observaba a la hembra que tenía delante con otros ojos, Neteyam siguió hablando sobre la situación que estaban viviendo los clanes pertenecientes al mar. 

- Mi padre ha organizado patrullas por aire tierra y mar con ayuda de tu clan, los Shylicateyina, por mar con ayuda de los Metcayina y también ha avisado a los Omaticaya para que vengan en naves hasta aquí. Han venido los mejores guerreros para inspeccionar la zona. Incluso algunos desterrados de la Gente de Ceniza se han unido a la causa. Hace tiempo que los humanos les estaban robando los únicos suministros que encontraban en el desierto, así que ellos también se unirán a nosotros en una guerra si es necesario. - relató. 

- ¿La Gente de Ceniza está aquí? - pregunté, un poco nerviosa. Neteyam asintió, con el ceño fruncido. 

- Yo tampoco me fiaba de ellos pero al parecer han dejado todos los rencores que pudieran tener con los na'vi para luchar con nuestras tropas. - aseguró. 

Asentí, sabiendo que hacía muchos años les había robado algunas presas a la Gente de Ceniza y desde entonces tenían un par de deudas pendientes conmigo. Esperaba que se hubieran olvidado de mi cara, porque la cicatriz que tenía en la pierna como símbolo de tortura todavía me hacía acordarme del rostro de la mujer de ojos violetas que me había atacado. 

- Podemos ir a dar una vuelta por los alrededor mas tarde si quieres ver como se organiza el clan. - me propuso. Asentí, encantada. 

Aparté la mirada para hacerle la pregunta que me había preocupado desde el instante en el que había pisado tierra. 

- ¿Y la Tsahik? - pregunté. 

Neteyam asintió, en señal de positividad. Me animé un poco al saber que ella estaba bien, en buenas condiciones. 

Guerrero del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora