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La Tsahik inspeccionaba a Kiri, bajo la atenta mirada de su hermano mayor y yo, aun lado. Aquella mañana, ambos se habían allí y cuando yo había preguntado el por qué, la Tsahik explicó que había insistido en que la visitaran al saber lo que había pasado en la cueva.

Kiri y yo cruzamos una breve mirada antes de que se tumbara en el camastro que la Tsahik dijo y comenzara a inspeccionarla.

Primero la limpio con un incienso que olía a miel y a rayos de sol. Después colocó cristales en su cuerpo e insistió en que relajara su respiración hasta que durmiera. Esperó durante un rato, hasta que efectivamente, Kiri pareció sumirse en un sueño ligero.

Neteyam y yo hicimos todo lo que la Tsahik dijo, ayudando a Kiri. Me agaché junto a ella y le di a la representante de Eywa el tazón que ella me pidió, con eucalipto, manzanilla, cardo y otras hierbas.

Ella lo tomó entre sus manos y comenzó a dibujar líneas sobre su cuerpo, con los dedos mojados en aquel líquido de color turbio. Olía mejor de lo que aparentaba.

La Tsahik comenzó a balbucear oraciones que invocaban a Eywa. La luz de los farillos y las velas comenzaron a parpadear. Algunas de ellas se apagaron a causa de la súbita corriente de aire y otras consiguieron meterse entre mi piel, haciéndome retorcer en escalofríos. Neteyam, a mi lado, alternaba la mirada entre su hermana y yo.

La tensión entre nosotros era visible, pero después de todo, aquello era mejor que nada. Suspiré y observé a la Tsahik trabajar, con el corazón en un puño. Anoche, Kiri se había sincerado mucho mas de lo que yo esperaba.

La conexión que tenía con Eywa, iba mucho mas allá de lo que pudiéramos imaginar y la única que podía intentar explicárnoslo era la Tsahik. Por eso suponía que ella había insistido en que la visitaran y además, la representante de Eywa había visto en Kiri algo que el resto no. Sabía que había algo especial en ella. Algo poderoso.

Para ella era conectarse con Eywa era arriesgarse a morir. Había algo que la Gran Madre no quería que Kiri supiera, no todavía al menos. Tenía algunas teorías, pero antes de precipitarme, prefería que la Tsahik hiciera su trabajo y pudiera realizar un diagnóstico.

Cuando los lunares de Kiri comenzaron a brillar, aparté todos aquellos pensamientos de mi mente y presté atención.

Kiri reaccionaba ante la llamada de la Tsahik. La llamada de Eywa. Me llevé una mano a los labios, nerviosa, mientras mi cuerpo se inclinaba hacia ella.

La Tsahik comenzó a hacer aspavientos mientras una ráfaga de viento entraba en la tienda y barría todo a nuestro paso. La voz de la Tsahik era como un trueno en medio de una tormenta: frenética, ruidosa.

Kiri comenzó a respirar agitadamente mientras murmuraba algo. Neteyam se precipitó sobre ella, preocupado.

La voz de la Tsahik seguía gritando incongruencias mientras mi mano se posaba en el pecho de Neteyam, deteniéndolo. Sus ojos se clavaron en los míos justo cuando el viento se detuvo de una forma repentina, y del mismo modo los alaridos de la Tsahik.

Sentía el latido desenfrenado de su corazón contra mis manos, su aliento acariciándome las mejillas y su intensa mirada seguía clavada en mi. Aquellos ojos...

La respiración agitada de Kiri nos interrumpió. De pronto, parecimos darnos cuenta de que no estábamos solos y que estábamos allí por Kiri.

La Tsahik la ayudó a levantarse, mientras ella tosía, como si hubiera tragado agua. Kiri parpadeaba, como si el sol la cegara y la Tsahik estiraba la mano para alcanzar un pequeño cuenco con hierbas. Las que yo la había preparado un rato antes.

- Bebe - dijo solamente y Kiri lo hizo, con un brillo de desilusión en los ojos.

Me agaché junto a ellas y coloqué una mano en el hombro de Kiri. Neteyam se arrodilló a nuestro lado, con una expresión preocupada en la cara.

- ¿Has visto algo? - pregunté, hablando la primera vez.

Kiri terminó de beber lo que había en el cuenco y negó con la cabeza. Aquello fue como una ola de agua fría contra mi espalda. Si ni siquiera la Tsahik podía conducirla a ese estado de trance en el que pudiera comunicarse con la Gran Madre, ¿entonces quién lo haría?

- ¿Escuchaste algo? - intervino la Tsahik. Kiri pareció titubear antes de responder.

- Escuchaba un susurro. Pero era como si estuviera debajo del agua. - comentó. Neteyam se tensó al oír aquellas palabras. ¿Acaso es que él sabía algo que nosotros no?

La Tsahik no pareció darse cuenta de este último detalle y sacudía la cabeza, en forma de rendición.

- Lo intentaremos otro día. Después del Solsticio tal vez. - propuso. Kiri asintió con la cabeza y la dio las gracias, mientras salía de la tiendecita junto a su hermano.

Apilé un par de cuencos y me disponía a irme cuando la mano de la Tsahik se enredó en mi brazo.

- Vigilala. - dijo solamente.

Asentí, sin saber muy bien como reaccionar. Su mirada intensa me hacía sentir pequeñita a su lado.

Me liberé de su agarre y seguí a los chicos fuera de la tienda. Probablemente Kovu nos estaría esperando para dar una vuelta con los banshees.

Atravesé la cortina de cuentas que separaba el exterior del interior y vi como los hermanos de Kiri la preguntaban por lo ocurrido dentro de la tienda.

Nova también estaba allí, pero no había llegado acompañada de su hermano. Aquel hecho me sorprendió.

- ¿Y Kovu? - pregunté.

Nova fingió no oírme mientras le sonreía a Neteyam y el resto sacudieron la cabeza, como si no se hubieran dado cuenta hasta aquel momento.

- Me ha parecido verle montar en su ikran e ir hacia el bosque. - dijo Lo'ak. Torcí los labios y me encogí de hombros, observando por el rabillo del ojo como Nova intentaba ligar con Neteyam sin mucho éxito.

- Es igual, ya nos cojera mas tarde. - dije. Ellos asintieron y nos dirigimos hacia la cueva de los ikran.

Kiri y Tuk reían con las ocurrencias de esta última, mientras Lo'ak parecía no saber muy bien que hacer. Neteyam y Nova no parecían estárselo pasando mal a juzgar por la mirada de la joven.

Me acerqué a Lo'ak y le di un codazo amistoso en las costillas. Este me miró sin entender. Lo'ak parecía siempre estar en medio de todo. Se llevaba bien con sus hermanos pero tenía una especial complicidad con Neteyam y aún así, él normalmente tenía cosas que hacer. Cuando era así, iba a dar una vuelta con sus hermanas pero ellas parecían llevarse mejor.

Me vino a la mente la imagen del humano, Spider y me pregunté dónde estaría. Tal vez lo habrían dejado atrás después de mucho viajar. Me costaba creer que Kiri se hubiera separado de él sin que hubiera habido consecuencias.

Me hundí en los ojos de Lo'ak para comprobar que esa sombra de soledad no se había disipado después de tantos años. Yo sabía lo que era sentirse desplazado y hasta que no conocí a Neteyam, no supe que podía dejar de sentirme así.

Sonreí y miré la pasarela que nos guiaría hasta la cueva de los banshees.

- Una carrera hasta la cueva de los ikran. - le reté. Lo'ak miró por encima de su hombro, para comprobar que nadie nos prestaba atención y me devolvió la sonrisa.

- Te ganaré. - dijo ajustándose el arco. Repetí su gesto y respondí:

- Eso ya lo veremos.

Intercambiamos una mirada cómplice antes de echar a correr hacia la cueva, mientras a nuestra espalda, protestaban.





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