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El poblado era un hervidero de heridos y gente pidiendo ayuda. Necesitaban gasas y medicamentos que solo la Tsahik podía proporcionar. Jake y Tonowari se hicieron paso con el cuerpo de Neteyam en la camilla con gritos y berridos hasta la choza de Ronal. Mi mano se aferró a la camilla de palos de bambú como si estuviera esposada a ella. Corrí con ellos hasta la cabaña de Ronal, con el corazón en un puño. 

Sin que tuviera que darme órdenes, comencé a preparar unguentos y talismanes. Cuando unos pasos me alertaron de la presencia de alguien más, supe que los refuerzos de verdad habían llegado. La Tsahik, mi madre, había llegado con Kiri agarrada de la mano y el rostro bañado en lágrimas. 

- La bala le ha atravesado el cuerpo. Creo que ha perforado el pulmón. Tenemos que sacársela. - les informé arrodillándome ante él. 

- Neith eso no es... - intentó la Tsahik, pero yo no la escuchaba. - La respiración de Neteyam... No oigo su respiración Neith. - dijo la Tsahik arrodillándose a mi lado. Ronal también se había arrodillado ante mi, pero con lo necesario para limpiar y adornar un cuerpo. No para curar a alguien. 

Quise protestar y querer chillarlas para poder trabajar tranquila pero callé cuando el grito de su madre me hizo cerrar los ojos y apartarme levemente para que su madre llorara sobre el pecho de su hijo. 

Kiri, estaba ahora a mi lado, con el cuenco que había preparado a mi lado. Sus manos se quitaron el chal y me lo tendió, con una sonrisa tranquila entre todo aquel griterío. 

- Salva a mi hermano. - me dijo. 

Neytiri parecía haberse calmado un poco ante el tacto que ofrecía Jake, a su espalda intentando reconfortarla. Aún así, agarraba la mano de su otro hijo como si con eso pudiera asegurarse de que no perdiera a él también. 

Miré el cuerpo de Neteyam, tendido en la choza de la Tsahik, y con el aliento de la muerte en mi nuca y su reloj en frente de mis narices, mostrando el tiempo que me quedaba, tomé el chal que todavía sujetaba Kiri para posarlo sobre mis hombros. 

Tomé el unguento y lo unté en la nariz de Neteyam para utilizarlo de anestésico. Acto seguido, hundí unas pinzas afiladas de hueso en la espalda de Neteyam para extraerlas con una bala. 

La coloqué fuera de mi vista y me concentré en su respiración. En sentirla. 

Sin embargo, cuando cerré los ojos, pude oír de todo menos eso. El llanto desconsolado de una madre, un padre decepcionado consigo mismo, un hermano furioso por su inútil papel en toda aquella situación, una hermana impotente y dos Tsahiks que rezaban porque esperaban un milagro. 

- Todo el mundo fuera. - dije con la voz mas firme de lo que en realidad podría llegar a aparentar. Todo el mundo se puso en pie. A excepción de Kiri. Neytiri tampoco se movió de su sitio y yo no dije nada al respecto. La pena de una madre jamás podría aliviarse si aquello no salía bien. Y yo no podía arriesgarme a cargar con ese peso en mi conciencia. 

- Demúestrale a Eywa que no pude llevárselo todavía. - dijo madre antes de abandonar la tienda. 

El silencio nos sumió a las tres, sintiendo cada vez mas cerca que la muerte era algo inevitable. Cuando comenzaba a desesperarme entre tanto silencio y absolutamente todas las leyes de la naturaleza en mi contra, sentí el aliento familiar de Kovu en mi mejilla, de nuevo. 

Era como si me estuviera acompañando en aquel momento. Mi mirada se fijó en las cuentas que colgaban de mi cadera, enganchadas a la tela que constituía mi hábito de guerra. Una cuenta por cada experiencia relevante en mi vida. Una de las últimas era una concha. La que Neteyam me había entregado junto a las cuentas de mi collar. Una cuenta roja, muy llamativa que simbolizaba mi unión con Neteyam. Y un nudo provisional. La historia debía continuar, al igual que en la cuerda de canciones que Neteyam llevaba colgada, no había una última cuenta. Neteyam no iba a morir allí. 

No mientras yo tuviera las herramientas para traerlo de vuelta. 

- Pásame el cáñamo. - le dije a Kiri. 
















































Tal y como Akxmu había comentado, la chica se encontraba sentada entre heridos, intentando ayudar con la esperanza de ver algún rostro conocido. Cuando nos vio aparecer allí, corrió hasta nosotros para estrugarnos en un abrazo y contar su historia. 

Su nombre era Zunfey y efectivamente, era una chica de mi edad que había ingresado como Guerrera hacía un par de años antes que yo. Había asistido al igual que Akxmu al funeral de Kovu. Nos pusimos a llorar las dos cuando ella me dijo que aún recordaba la sonrisa de Kovu cuando se celebró mi ceremonia. 

Cuando ella dijo que había otro chica que había venido con ella que era buena guerra, la dije que ella también podía venirse. No era como nosotros, pero cualquier Guerrero era bien bienvenido. 

Cuando salimos al claro del campamento, para mezclarnos con el resto de la gente, Neteyam se aseguró de que yo estuviera cómoda con todo aquello. Hablar de Kovu, de las muertes de sus familiares que habían sido conocidos míos, del asedio por parte de la Gente del Cielo... sabía que era un tema delicado para mi. 

- Estoy bien - le aseguré antes de posar un beso en su mejilla y dedicarle una sonrisa de agradecimiento. 

- Puedo seguir yo si quieres, nosotros nos encargaremos de reclutar a los que queden. Tu puedes ir a descansar. - me aseguró. 

Negué con la cabeza, agarrada de su brazo mientras veía como Akxmu, Zunfey y Lo'ak reían, intercambiando historias. 

- Estoy bien. Me gusta esto. - le aseguré mirando a mis amigos. - No pensé que les volvería a ver y probablemente ellos a mi tampoco. Me gusta ver como sus rostros se iluminan de alegría al reconocer a alguien conocido. - le expliqué. 

Elevé mi mirada para encontrarme con la de Neteyam, que denotaba cariño infinito. Sin embargo, también parecía preocupado. 

- Quiero hacerlo. - le aseguré. 

Él posó un beso sobre mi pelo y rodeó mis hombros con uno de sus brazos para seguir con la caminata. Escuché el gorgojeó de la risa de Zunfey, que se doblaba en dos por algo que había dicho Akxmu y me permití saborear mi buena suerte. 

Ver a todos ellos, bromeando y olvidando por un momento lo que se avecinaba me dio la suficiente esperanza como para entender que todo aquello no había sido en vano. Que teníamos posibilidades de ganar la guerra. 

Guerrero del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora