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La choza era un hervidero de talismanes y cuencos con polvos a medio mezclar. Kiri se encargaba de limpiar la choza para que las malas energías no pudieran impregnarse en el cuerpo de Neteyam mientras él estuviera debatiéndose entre la línea de la vida y la muerte. 

Los efectivos médicos habían llegado y a pesar de las quejas generalizadas, se habían instalado momentáneamente en la choza de Ronal. Ella iba y venía con mas cuencos y mantas ceremoniales para cubrir el cuerpo de Neteyam mientras orabamos. El chal de la Tsahik no se había resbalado de mis hombros y esperaba que siguiera ahí hasta que la Gran Madre quisiera quitármelo. 

- Todavía hay actividad cerebral. - dijo uno de los científicos. El avatar, que sujetaba una pantalla. Tras la insistencia de Neytiri, los humanos no habían tocado el cuerpo de su hijo. Lo único que lo había hecho habían sido mis manos. Ahora con el collar de canciones entre mis manos, susurrando una oración. 

Intentaba escuchar la respiración de Neteyam, cada vez mas notable en mis oídos. Puede que me estuviera volviendo loca o puede que en realidad si fuera así. Puede que lo estuviera trayendo de vuelta. 

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Cuando creí que todo había terminado, tras haber envuelto a Neteyam en baños de sal, el humo purificante del ramo santo y haberle cubierto con mantas y hábitos ceremoniales; un leve parpadeo nos sorprendió a todos. 

Su cuerpo no se había movido, pero sus ojos se habían movido debajo de sus párpados. Apenas un aleteo, un rayo de esperanza al que pudiera aferrarme. 

- No puedo creerlo. - dijo el llamado Norm enseñándole la superficie de su cacharro a su compañero, que ya comenzaba a dormitar. 

Envuelta en el chal de Tsahik, sintiéndolo arder contra mi piel me lancé hacia su cuerpo, para oír su respiración. 

Si. 

Ahí estaba. Apenas una leve caricia. Inspiración débil, expiración lenta por la boca. Como si estuviera apagando una llamarada. Todavía en shock, moví mi mano hacía su abdomen, haciendo que los lunares cercanos brillaran con el movimiento de mi mano. 

- Por la Gran Madre... - dejó escapar Ronal dejando caer el tarro que había preparado. Supe que estaba haciendo las cosas bien cuando la respiración de Neteyam se hizo mas fuerte. Tanto que su pecho comenzó a moverse. 

- Se... - intentó Norm temblando, señalando su aparato. - Se está estabilizando. Hay actividad en el lóbulo frontal y el la región inmediatamente anterior a la médula espinal, está... 

- Vivo. - completó Kiri a mi lado, colocando el incienso cerca de su cabeza. 

- Haz una limpieza de chackras, rápido. - la ordené mientras la gente comenzaba a entrar en mi espacio de trabajo. 

Mientras oía su respiración y colocaba mis manos a lo largo de su cuerpo, haciendo brillar determinadas regiones, comprendí que el foco estaba en su pecho. Casi a la altura del corazón. Los lunares en su frente brillaban con mas intensidad, allí donde se establecía la conexión con Eywa, en dónde sus lunares formaban la silueta de un ikran. Su hermano espiritual, comprendí.

- ¡NETEYAM! - aulló su madre abalanzándose hacia el cuerpo de su hijo. Sin embargo, alguien se lo impidió. Ante el asombro de todos, Kiri sujetó a su madre y la obligó a observar el proceso sin posar un solo dedo en su cuerpo. 

- Neith está concentrando la energía de su cuerpo, limpia gracias al incienso, sobre la herida. Está intentando sanarle equilibrando el flujo de energía. - explicó Kiri. 

- Eywa, Gran Madre y protectora del equilibrio... - comenzó a rezar Ronal a su lado. Jake también había entrado, colocándose a un lado, observando la escena con los ojos empañados en lágrimas. 

Para cuando el cuerpo de Neteyam parecía una estrella y su respiración cada vez era mas sonora, Lo'ak entró dentro de la choza, trayendo algo de comer para todo el mundo. Cuando lo hizo, unos rayos de sol entraron a través de la cortina de cuentas. Ya debía de estar atardeciendo, de nuevo. 

"Espera un ciclo para dictaminar la sentencia de un hermano, niña mía" decía siempre madre. Y una vez mas, tenía razón. 

Mis manos se retiraron del cuerpo de Neteyam para dejar brillandole hasta que la luz disminuyó, poco a poco, ante la atenta mirada de todos. 

- ¿Estará bien? - preguntó su madre. 

Asentí, sintiendo que el desgaste físico y emocional cada vez era mayor. No había dormido en toda la noche y sentía el cuerpo rígido a causa de la concentración y la mala postura que había adquirido durante el ritual. 

Su madre estalló en llanto al ver como su hijo seguía respirando, normalmente a pesar de tener un agujero que le atravesaba el cuerpo. 

- Hay que llevarlo al Árbol de las Almas. Ahora mismo, su energía está exclusivamente dedicada a mantenerlo en este plano terrenal. Pero Eywa ha puesto el foco en Neteyam y tiene que tomar una decisión al respecto. - dije sin embargo. 

- Levantémoslo entonces, podemos llevarlo al Árbol de las Almas y... - intentó Jake, que aun que no lo aparentaba, era el mas desesperado de todos junto a su mujer. 

Alcé una mano, interrumpiéndole. 

- Hay que llevarle a casa. Nosotros no somos Gente del Arrecife. - comprendió Kiri. Asentí, sin decir una palabra mas. 

- No podemos ir allí otra vez. Desvelaremos nuestra posición y además, Neteyam se debate entre la vida y la muerte. - dijo Lo'ak, como si no fuéramos conscientes del riesgo que aquello suponía. 

- Eywa controla todas las cosas. He conseguido que parte de la energía que alimenta mi vida sea trasferida al cuerpo de tu hermano. - le comuniqué. Eywa protegía el equilibrio y siempre que el intercambio de energía fuera equivalente, podría hacerse. Cuanto mas tiempo le diera a Neteyam, menos me quedaba a mi, fuera el que fuese. 

- El intercambio de energía tiene que ser siempre respetando las leyes de la Gran Madre. - comprendió Kiri, algo horrorizada. 

- No aguantará casi diez horas de viaje. - negó Lo'ak. 

- Hay que intentarlo. - dijo mi madre entrando en la choza con el hábito de montar en ikran ya puesto. 

- El chico se muere, - razonó ella - y Neith no puede dar eternamente su energía. Si para cuando finalice el eclipse, Neteyam no se ha conectado al Árbol de los Espíritus, ambos morirán. - dijo ella. 

- Eso solo puede hacerse si los dos individuos que se conectan ya se han unido ante la Gran Madre. - desveló Ronal. Madre y yo intercambiamos una rápida mirada, antes de que todas las miradas se centraran en mi. 

En especial la de Neytiri. La sentí clavarse en mi como un puñal afilado en el centro del pecho. El sentimiento de culpabilidad y decepción me atravesó, arrebatándome la respiración. A pesar de estar sentada, sentía que me caía en un vacío interminable al haber salido a la luz la cosa que mas temía en el mundo: el rechazo. 

Neytiri me tomó de las manos inesperadamente y se las llevó a la frente, como si rezara. Con el denso silencio todavía llenando la estancia, dejó escapar un gemido lastimero antes de clavar los ojos dorados en los míos e implorar: 

- Salva a mi hijo. 























Guerrero del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora