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Kiri y yo estábamos en silencio, con los pies colgando en el vacío. Nos habíamos subido a un árbol altísimo desde el que se veía el suelo, a kilómetros bajo nuestros pies. La suave brisa nocturna mecía las ramas de los árboles, en un susurro fantasmal. 

- ¿Quieres hablar de ello? - intenté. La calma pareció romperse en aquel instante, como si acabara de explotar una bolsa de agua. 

Kiri meditó la pregunta durante unos instantes, en silencio. Cuando este se prolongo lo suficiente, supe que no respondería. No la forzaría, si era un tema delicado no tenía derecho a... 

- ¿Has sentido alguna vez la presencia de algo mucho mas grande que... tu? - probó. Fruncí el ceño, no muy segura de haber entendido bien la pregunta. - Es como... - sus palabras se agolpaban en su garganta. Su silencio me dijo que los sentimientos encontrados que la generaba lo que fuera que la pasara, eran demasiado pesados como para poder explicarlo bien.

- Como una llamada. - intenté terminar la frase por ella. La cabeza de Kiri giró hacia mi dirección como si acabara de recibir un latigazo. El resplandor de sus ojos me indicó que había escogido las palabras adecuadas. - Una llamada poderosa, difícil de ignorar. - seguí. Kiri asintió, con un amago de sonrisa. Mas bien parecía una mueca. 

- La oigo constantemente. - sollozó. No estaba muy segura de si era por alivio o por angustia. - La oigo en el bosque, en el aire, en el agua, mientras duermo. - dijo. - Y es ensordecedor. A veces la llamada es tan poderosa que me zumban los oídos. - explicó. Sus manos enredadas la una con la otra sobre su pecho. Vi, en la oscuridad del bosque como sus lunares parecían iluminarse en ráfagas. 

- Y quieres saber que dice. - terminé por ella. Kiri asintió, mientras un par de lágrimas resbalaban por sus mejillas. Apoyé una mano en su hombro y lo estreché. - Por eso querías aprender a escuchar el viento, ¿verdad? Si no puedes conectarte a ningún Árbol Madre... 

Kiri asintió con la cabeza, mientras su mirada se perdía en el bosque a nuestros pies. 

- ¿Que ves cuando te conectas? - pregunté. 

Kiri tragó saliva, como intentando ordenar sus pensamientos. 

- Veo a mi madre. Ella fue un Avatar, era amiga de mi padre. Una científica que amaba a los Na'vi. - dijo y su mirada perdida me indicó que aquello era mucho mas grande de lo que pensaba. - Luchó de su lado contra la Gente del Cielo. - dijo con voz orgullosa. - Luchó contra los suyos por una tierra que no era la suya. - sus manos temblaban - Murió por una bala pero su cuerpo humano intentó pasar por el Ojo de Eywa y su alma se quedó con la Gran Madre, mientras que su otro cuerpo, el de Avatar, se quedó aquí. - explicó. 

- ¿Y cómo es que se quedó embarazada? - pregunté, anonadada. 

Kiri se encogió de hombros. 

- Ese es el gran misterio. - dijo solamente. Me llevé la mano a la barbilla, intentando poner todas aquellas ideas en orden. 

Kiri parecía estar ahora mas relajada que cuando habíamos abandonado la idea y eso me bastaba para sentir que la había ayudado. Pero el embarazo de su madre... su conexión con Eywa... Y si... 

- ¿Y si Eywa hizo que tu madre se quedara embarazada? - dije entonces. Y el viento que había mecido las copas de los árboles se detuvo de forma abrupta. El bosque entero y sus criaturas se quedó en silencio, escuchando lo que fuera que tuviera que decir. 

Kiri frunció el ceño, con la piel de gallina. 

Si estaba en lo cierto... Si Eywa había traído al mundo a alguien a través de un cuerpo de Avatar, entonces Kiri era algo extraordinario. Un milagro. 

- ¿Y si tu eres la hija de Eywa? - planteé y el bosque entero se estremeció con nosotras. Los árboles parecían estar mas juntos, como si se encorvaran para escuchar nuestra conversación. Kiri se llevó una mano a los labios, con los ojos muy abiertos. Como si todo comenzara a encajar. 

- No es posible. - susurró. 

- ¿Por qué no? Tu padre era Gente del Cielo y todo el pueblo Na'vi sabe que Eywa respondió a sus plegarias y luchó de su lado en una guerra. La Gran Madre nunca interfiere en las guerras. Ella solo protege el equilibrio. - expliqué. Y vi la respuesta, clara ante mi. Como un sol resplandeciente. - Tu madre luchó de parte de los nuestros y Eywa vio en su alma sus intenciones. Lo que ella defendió durante toda su vida. ¿Qué mejor opción que esa para reencarnarse en el cuerpo de un Avatar y dar a luz a una hija? - razoné. Los ojos de Kiri se habían aguado, mientras su mirada se perdía entre la naturaleza a nuestro alrededor. 

- Pero, ¿por qué yo? - preguntó. 

- Porque eres uno de ellos, Kiri. - dije tomando su mano, por ese dedo que no debería estar ahí. Ese dedo parejo al mío. Ella negó con la cabeza. - Piénsalo. Tu padre lideró los clanes a la victoria siendo Gente del Cielo, es un mensaje. - dije envolviendo su mano con la mía. - Es un mensaje para que confiemos en vosotros, para que luchemos a vuestro lado y defendamos nuestro pueblo.

Kiri negaba con la cabeza. 

- La Gran Madre protege el equilibrio, jamás se involucraría en una guerra de estas dimensiones. - razonó. 

Yo negué con la cabeza, sacudiendo las cuentas de mi cabello. 

- Ya lo hizo una vez para defender ese equilibrio, ¿por qué no hacerlo una segunda? Tu eres la señal para que abramos los ojos de una vez. - insistí. 

Kiri clavó su mirada en mis ojos y tras unos breves sollozos, se lanzó a mis brazos, en un abrazo. Dejé que llorara sobre mi hombro y que se hiciera todas las preguntas que fueran necesarias. Intenté responderlas con ella lo mejor posible, mientras el bosque era testigo de todo ello. 

Tal vez hubiéramos dado con algo. Tal vez Kiri por fin podría poner punto y final a su tormenta de dudas. 

Guerrero del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora