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Corríamos por el bosque, con el ruido constante de las hélices rasgando el aire por encima nuestra. Mis sentidos bien entrenados me permitían escuchar las pisadas de las pesadas botas contra la tierra, contra el barro, dejando un rastro a su paso. Los oía hablar en su idioma mientras uno de ellos masticaba algo. Algo pegajoso y desagradable. 

Mis orejas no paraban de moverse, registrando movimiento a nuestro alrededor. No había ninguna salida posible excepto la de avanzar y avanzar. 

No podíamos llamar a Kiri porque entonces nos oirían y tampoco podíamos sobrevolar los alrededores porque nos interceptarían. 

Neteyam me seguía de cerca, con el arco a punto en caso de que tuviera que disparar. El mío descansaba entre mis homoplatos, listo para ser usado. 

Hacía pequeñas paradas de vez en cuando para olisquear el aire y seguir el rastro de Kiri. Los Na'vi aprendían a identificar rastros imperceptibles desde que eran muy pequeños y antes de que me expulsaran de mi aldea, yo no fui una excepción. Es mas, siempre fui una buena cazadora. Supongo que por eso logré sobrevivir en el bosque. 

El olor se hizo de repente mas intenso, arrancándome de mis pensamientos. Un profundo alivió me golpeó y dejé escapar un pequeño suspiro. Giraríamos el árbol y podríamos encontrarnos con Kiri. Unos pasos mas y... 

Una mano se cerró en torno a mi muñeca. Una mano de cuatro dedos. Miré por encima de mi hombro a Neteyam, que negaba con la cabeza. 

Fruncí el ceño y me concentré. Había algo mas allí. Un olor... Una esencia que no debería estar ahí. A algo metálico. 

Gente del Cielo. Miré a Neteyam con las cejas elevadas y me indicó que atacara desde arriba. Desde los árboles. Asentí, y escalé hasta allí, para tener una mejor perspectiva. Escalé por las ramas de los árboles sin dificultad hasta llegar a una lo suficientemente alta como para tener una buena visión de la situación. Las hojas tapaban mi posición desde los lados. Estaba a cubierto. 

Asomé la cabeza por el borde del árbol para descubrir a una Kiri amordazada, de rodillas en el suelo. Uno de ellos la sujetaba del pelo y la apuntaba con una pistola mientras otro la miraba, desde su sitio. 

- Suéltame, degenerado. - decía la voz de Kiri. Un nuevo tirón la hizo sisear con furia. 

- Tu padre. - decía el demonio que la miraba fríamente. Kiri parecía negarse a hablar. Había un niño humano a su lado. Achiqué los ojos para intentar verlo mejor. Preferiría no haberlo hecho cuando este se movió, permitiéndome verle la cara. 

La decepción me barrió como una ola al descubrir que era Spider. Y si estaba con ellos solo podía significar una cosa. Miré otra vez al que parecía el líder, el que preguntaba a Kiri. Ese debía ser su padre. Su padre en un cuerpo de demonio. 

Por la Gran Madre, ¿habría traicionado Spider a sus amigos? No estaba allí en contra de su voluntad, desde luego, porque a juzgar por el comportamiento de los demás, parecía estar libre de ataduras. 

- No pienso decirte nada. - dijo Kiri. El otro chasqueó la lengua, con fastidio. 

Cargué el arco y evalué las posibilidades. Si disparaba ahora, ellos dispararían y no liberarían a Kiri. No podía disparar al que suponía que era el líder porque el tiro no sería limpio y no podía arriesgarme a no matarlo. Neteyam estaba abajo, pero suponía que alguno de los dos daría la señal para empezar a disparar. 

Eramos solo dos contra cuantos, ¿seis? ¿diez? Eso contando lo que alcanzaba mi vista. Podría optar por no disparar, pero me arriesgaría a que hirieran a Kiri y además, no teníamos oportunidad alguna de salir de allí. Estábamos acorralados. 

Guerrero del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora