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Oh SeHun miró a su padre con incredulidad.

—No es verdad. No puede ser verdad. —grito SeHun—. ¡Poseemos una de las empresas más grandes de Corea!

SeHun no lucía su mejor aspecto. Su complexión era cetrina y profundas arrugas de cansancio marcaban su rostro.

—Asumí un riesgo y no dio resultado SeHun. —explico su padre con vergüenza—. De hecho, fue un desastre. La empresa está endeudada y el banco se está poniendo muy nervioso. Me hicieron hipotecar todo lo que poseemos, pero aun así no están contentos. Si nos aprietan las tuercas ahora, ¡lo perderemos todo! Ni con la ayuda del Estado podemos salir.

SeHun no dijo nada. «¿Todo? ¿Hasta la casa de la familia?». Estaba tan enfadado, que no se atrevía a hablar. Su abuelo Giwang, le había enseñado que una persona honorable debía anteponer por encima de todo el honor y la seguridad de su familia. En vida del anciano la fortuna familiar había estado en manos protectoras y seguras. Pero Oh Taibo no trabajaba de esa manera. Aunque había cumplido ya los cincuenta, todavía estaba desesperado por probar que podía dirigir la empresa y hacer negocios con tanto éxito como el que había tenido su legendario padre. Sin embargo, había perdido millones persiguiendo transacciones de alto riesgo.

—Si te sirve de consuelo. —balbuceó Taibo—. tenías razón con aquello de que el asunto con KSB MEDIA era demasiado bueno para ser cierto.

SeHun se giró, herido por la confesión.

—¿Hiciste la compra incluso aunque los hermanos Byung te aconsejaron que lo evitaras?

Oh Taibo, dio un respingo y se dirigió a su primogénito con una mirada lastimera.

—Pensé que los Byung estaban intentando quedarse con el negocio para ellos. —susurro el viejo avergonzado.

SeHun apretó los dientes en silencio sin mirar a su padre. Se avergonzaba del furioso desprecio que sentía por él. Taibo era un buen hombre, un buen padre y un buen marido. Era querido y respetado por todos, pero su inteligencia no era demasiado grande y como empresario era un desastre. Por otra parte, SeHun había dedicado su tiempo libre cuando era adolescente a especular con acciones y fondos que le habían convertido en millonario incluso antes de acabar el colegio. Contemplar a su poco perspicaz padre sin poder hacer nada por sus tropiezos y estúpidos errores era, para SeHun, el peor de los castigos.

—Seré franco contigo SeHun. Puede que estemos con el agua al cuello, pero nos han ofrecido una vía de escape. —le confió su padre con una cierta tensión—. La oferta vino de alguien inesperado. De hecho, me sorprendió... En cualquier caso, dije que no podía ser. Que no estaría bien...

Intentando controlar su impaciencia, SeHun miró a su padre con el ceño fruncido.

—¿Qué es lo que no estaría bien? —interrogo SeHun.

—No puedo pedirte que hagas un sacrificio como ese a tu edad. —dijo su padre evitando la mirada inquisidora de SeHun—. Sólo tienes veinte..

—¿Y qué tiene eso que ver con lo que estamos hablando?

Taibo suspiró y su aliento sonó como un silbido.

—Kim Sooman se ha ofrecido a respaldamos económicamente.

SeHun estalló en una carcajada de incredulidad.

—¿Kim Sooman? ¿Estás tomándome el pelo? ¿Desde cuándo nos movemos en esos círculos? —carcajeo SeHun. Sooman era uno de los chaebol más ricos y respetados de la naciente corea del sur. Que se ofreciera a ayudar a un hombre en ruina era una blasfemia.

—Parece que podemos movemos en esos círculos si queremos SeHun. —murmuró Taibo.

—Sooman es tan frío como un cadáver. —dijo SeHun sin que las palabras de su padre causaran la menor impresión en su broncíneo rostro—. Si te encamas con él, amanecerás con un cuchillo clavado en las costillas.

ENTRE DINASTIAS -SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora