30. Ojos color cielo

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Ginna

—¡Sujétate fuerte! —dijo Harry, muy asustado, a mi lado.

—¡Vamos a morir! —grité con lágrimas en mi rostro.

La muerte se acercaba, era inevitable. Caía y caía, era como si no hubiera fin. Como si jamás fuera a tocar suelo.

Fue entonces cuando desperté con la respiración agitada. Solo había sido una pesadilla, una horrible pesadilla. Parecía tan real, como si realmente el avión se estuviera cayendo.

Luego de cambiarme, salí del cuarto para dirigirme a la cocina, en donde se encontraba Harry y la familia de la casa. Al parecer, yo era la única que faltaba.

—¡Harry! —lo abracé, pues si lo besaba me sentiría aún peor— Creí que llegarías el viernes.

—Si, quise sorprenderte. Mi padre vendrá por la tarde, pero yo tengo los papeles conmigo. Ya los leí, así que te haré un resumen para que no tengas que leerlos.

—Que considerado. Muchas gracias —atiné a hacer una mueca similar a una sonrisa.

Él era tan considerado, y yo no lo merecía. Si bien se había comportado bestialmente en el pasado, el nuevo Harry era el hombre más gentil de todos. Y su novia se lo pagaba de la peor forma al engañarlo.

Mientras estábamos desayunando, mi padre le dijo a Niall que debían ir a comprar los trajes y quiso que yo y Harry lo acompañáramos. Realmente detesté la idea, así como a mi padre por proponerla ¿por qué hacía esto? Por su parte, a Harry no le importó. Ni siquiera él me sirvió como excusa.

Al terminar el desayuno, Harry me explicó lo primordial sobre los papeles que debía firmar y así lo hice. Una vez finalizado el asunto, nos dirigimos a por los trajes en la camioneta de Niall. Mi padre, Harry y yo hablábamos muy animadamente, mientras que Niall, en el asiento trasero estuvo muy callado y pensativo durante todo el viaje.

Niall escogió el primer traje que encontró y se dirigió a probárselo. Y Harry, que era el especialista en trajes, como buen abogado, le daba consejos a mi padre mientras le indicaba los pros y los contras de cada traje.

Niall, al haber entrado primero, salió antes del probador. Se veía algo frustrado porque no podía colocarse la corbata correctamente. Aunque estaba segura de que ese trozo de tela era la última razón de su inquietud. Luego del tercer intento, el rubio exhaló y pasó sus manos sobre su cabello con nerviosismo.

—Deja que te ayude —me acerqué a él— No es muy complicado, Niall. Primero pasas esta tira alrededor de la otra. Una vez que la primera tira quedó atrás, la introduces dentro de la vuelta realizada previamente y listo. Así es como amarras una corbata —le expliqué mientras realizaba los pasos.

—Gracias —dijo mirándome directo a los ojos.

Ese simple acto me hipnotizó igual que la primera vez, a pesar de todo lo ocurrido. Aquellos ojos color cielo no hacían más que elevarme al paraíso. Era un celeste claro que ninguna nube se atrevería opacar. Eran esas pestañas, las que clavaban dagas en mi alma con cada pestañeo. Eran esos ojos color cielo en los que se basaban mi vida. Yo simplemente vivo por ellos, arriesgándolo todo por un segundo más de vida en el que lo único que quieres es verlos.

—¿Crees que estamos repitiendo la misma historia de John y tu mamá? —dijo Niall, sin dejar de observarme. Se quedó inmóvil, poco le importó la corta y peligrosa distancia que manteníamos.

—Así parece. Tal vez en el futuro tu hija y mi hijo, o viceversa se enamoren —bromeé.

—Si así resultase, espero que tengan un felices para siempre, juntos —dijo sin dejar de observarme.

Alguien Diferente ||N.H||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora