6. Marie

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Ginna

—Niall ¿Ya tienes los huevos para el desayu... Lo siento chicos, no quise interrumpir— dijo la mamá de Niall, alzando las cejas y mirándonos de manera pícara.

—¡Geniál! Se me cayeron los huevos y se me ensució la ropa —protesté mientras me levantaba y me sacudía la ropa que había estado en contacto con la sucia de Niall.

—No interrumpiste nada mamá —dijo Niall con cierto ¿enfado?

—Los espero adentro para desayunar y traigan los huevos —dijo Maura antes de marcharse.

—Parece que perdiste, Ginna —Niall observó los huevos rotos en el piso.

—No estés tan seguro. Cuenta los huevos —dije más que segura de mi victoria.

Niall

¡Esa mujer! Es la persona más irritante y bipolar que he conocido. Cuando calló sobre mí, permaneció calada, admirando mis ojos, o al menos así lo sentí yo. Incluso podía jurar que se había puesto algo incómoda. Pero ni bien mi madre nos devolvió a la realidad, su bocota lo arruinó todo. Todo lo que hizo fue quejarse porque su ropa se había ensuciado. Ello me molestó, me molestó que no fuese más amable luego de mirarme como lo hizo.

Conté entonces, como ella me ordenó, hasta el último huevo. Y efectivamente había veintisiete en la canasta. Seguramente previó que se le caerían algunos y tomó más, aún con las gallinas picoteándole los pies. Tal parece que gana a cualquier precio.

—Prepara la camioneta porque me llevarás a la ciudad mañana —dijo con una gran sonrisa en el rostro, una de autosuficiencia y victoria, no de felicidad. Nunca sonreía de felicidad— Por cierto, preparar el desayuno también era parte del trato —me ordenó ir a preparar el desayuno, indirectamente.

—Eres irritante ¿Lo sabías?

—Lo dicen seguido —se encogió de hombros.

Luego de preparar el desayuno, a medias ya que mamá lo había comenzado cuando llegué, mis padres se marcharon a la ciudad por el asunto médico de John.

Ginna, como si fuese la reina de la casa, volvió a su cuarto sin dirigirme ni una sola palabra ¿A caso no pensaba ayudarme con las tareas de la granja?

Caminé decidido hacia su cuarto, dispuesto a obligarla a que me ayudase. Claramente no era su deber, pero al ser hija de John, también era su granja y debía atenderla. Sobre todo, ahora que John no está, necesito una mano. Pero cuando me acerqué, pude ver por el resquicio su cara de dolor, a la vez que miraba horrorizada sus pies enrojecidos por los picoteos.

Por primera vez, sentí pena por ella.

—Ven, Ginna. Curaremos esas heridas —me miró sorprendida, pero no dijo nada. Simplemente me siguió hasta el baño, donde lavó sus pies.

Tomé el agua oxigenada, con la intención de verterla en sus heridas. Pero objetó diciéndome que ella misma podía hacerlo.

—Lo sé, pero déjame hacerlo a mí. En parte es mi culpa, debí saber que las gallinas harían eso, pues no te conocen y se sintieron amenazadas.

Una vez finalicé, le coloqué algunas curitas en las heridas más grandes.

—Ginna, necesito que me ayudes con las tareas de la granja —le dije.

—¿Me ves cara de ayudarte con las tareas de la granja? —volvió a su postura de reina.

—Sí, y te veo cara especialmente de ordeñar vacas.

—Ni lo sueñes ¿Yo? ¿Ordeñando vacas? Ni borracha pongo mis manos sobre un animal para extraerle leche.

—Algo tienes que hacer.

Alguien Diferente ||N.H||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora