7. ¡Que boca más grande tienes!

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Niall

—¿Por qué preocuparte por alguien que dejarás de ver en unas cuantas semanas? —preguntó.

—Porque eres mi hermanastra. Ahora eres de la familia y me importas —mentí.

La verdad era que sentía una pequeña atracción por ella, quizás me gustaba. Pero principalmente quería tratar de entender la causa de porqué era así.

—No te preocupes, así estoy bien. Mejor preocúpate de la Barbie ranchera.

—¿Qué? —esbocé una sonrisa— ¿Por qué metes a Barbie en esto? ¿Y por qué debería preocuparme por ella? —le dije conteniendo una carcajada ¿A caso estaba celosa? ¿La gran Ginna Burrell estaba celosa? Esta no me la creo.

—Porque está muy sensible por el tema de Marie.

—No me pongas esa excusa barata ¿Estás celosa? —dije con aire de superioridad, tal y como ella suele hacerlo.

Normalmente no le diría algo como eso. Pero la situación lo ameritaba. Primero actuó muy extraño al utilizar la hamaca y luego mete a Barbie en la conversación.

—Esa es la gilipollez más grande que te he oído decir ¿Por qué estaría celosa de esa? Ella debería ser la celosa. Y no hagas esa cara de autosuficiente porque yo soy la única que la puedo hacer.

Comencé a reír y dar saltitos a su alrededor, a la vez que proclamaba que estaba celosa. No conocía esa faceta de Ginna. Era como una parte oculta de ella. Porque, quién se la imaginaría a ella siendo celosa.

Luego de mis burlas, Ginna se tornó roja como un tomate. Un poco por vergüenza, otro poco por el enojo. Pero yo no quería dar el brazo a torcer, esta vez yo tenía la razón y deseaba que ella lo admitiera. Le propuse entonces, que, si admitía sus celos, la llevaría mañana mismo a la ciudad. Más ella se resistió y tuve que posponer el viaje hasta el domingo, luego de la fiesta del pueblo.

Como era de esperarse, Ginna me preguntó cuándo volvería John, en un intento de hacerme olvidar el tema de los celos. Y lo logró.

—Tal vez el viernes, si es que no se queda más tiempo —miré tristemente hacia el horizonte, temeroso por el estado de salud de papá.

—Estará bien, no te preocupes —me alentó y por segunda vez observé una bella sonrisa de su parte.

—¡Espera! Quietita, no te me vayas a mover —le advertí y me fui corriendo hacia la casa.

Ginna

¿Y a este que le pasó? ¿Se le zafó un tornillo o qué?

—Ya volví —dijo. Traía una cámara fotográfica entre sus manos— Dijiste que te tomara una foto sonriendo porque no la volvería a ver. Bueno, acá estoy con mi cámara —me apuntó con ella.

Rayos, el infeliz me tomará una foto ¿No sabe lo que es el sarcasmo? Detesto que me tomen fotos, en la mayoría salgo mal. Di la media vuelta y de espaldas le dije que no quería que me sacase ninguna foto. Pero el insistió, volviendo a enfrentarme. Finalmente, luego de una breve discusión, terminó convenciéndome diciendo que, con una foto mía, John podría recordarme cuando ya no esté.

Terminé regalándole una sonrisa, una sonrisa que olvidé borrar en cuanto alejó su cámara de su rostro. Cuando me di cuenta, él también me estaba sonriendo. Poseía, sin duda, unos perfectos dientes blancos que iluminaban su rostro de una manera singular.

Desvié la mirada, incómoda por ese breve momento de empatía.

-—Ginna —me llamó, por lo que tuve que volver a mirarlo.

—Gia, puedes decirme Gia si lo prefieres —asintió.

—Cuando vayamos a la ciudad ¿Preferirías manejar tu? Te pregunto porque tal vez no confías en mi para manejar en la ruta.

—No, está bien. Hazlo tú, yo no sé manejar.

—No lo puedo creer. Hay algo que no sabes hacer ¿Por qué? ¿No te interesa?

—Me han enseñado, pero soy un asco haciéndolo. Una vez me llevé por delante todos los obstáculos que había que esquivar. La mujer dijo que jamás aprendería a manejar y que jamás me daría la licencia de conducir —reímos por la anécdota.

—¡Por Dios Niall! Que risa más rara tienes —reí más al escuchar como reía el rubio. Su risa era más que ruidosa.

—Es para hacerte sonreír más.

—Y qué ojos más grandes tienes —dije, simulando ser caperucita roja.

—Son para verte mejor —Niall me siguió el juego, fingiendo ser el lobo feroz.

—¡Y qué boca más grande tienes!

—Es para besarte mejor —dijo Niall, dejándome desconcertada.

Pero su comentario no fue lo más impactante, sino su descarada acción de besarme. Me tomó por sorpresa, porque de no haber sido así, lo hubiera puesto en su lugar al instante. Quedé estupefacta, pero ello no me impidió sentir la calidez de sus labios y la dulzura de su beso, que contrastaba a la perfección con sus manos toscas, modeladas por el duro trabajo de la granja. Sin pensarlo, me dejé llevar por el momento, el escaso momento.

Pero, a pesar de que su beso me hacía sentir en las nuves ¿Quién se creía que era para besarme así de la nada? Me quité uno de mis tacones y comencé a golpearlo en la cabeza con este.

—¿Qué mierda te pasa? —preguntó alejándose.

—Eso mismo me pregunto yo ¿Qué mierda te pasa a ti? ¿Te crees que me puedes besarme, así como así?

—Podrías no haberme seguido el beso en vez de golpearme con tu zapato ¿No lo crees? —dijo mientras se pasaba una mano por su cabeza.

—Era más divertido golpearte ¡Te lo mereces por guarro! —me marché de allí, indignada.

Eran las seis de la mañana y ya me había despertado gracias al hermoso gallo, nótese el sarcasmo. Hoy era sábado, el día de la fiesta del pueblo, debía ayudar a Bárbara con la ropa que usaría para impresionar a Niall. Por mi parte, yo iba a quedarme toda la noche en la granja cuidando a John.

Me vestí y salí del cuarto para encontrarme con un Niall poniendo el desayuno en la mesa mientras hablaba por teléfono.

—Oh, aquí está. Te paso para que hables con ella —dijo al teléfono— Adiós, espero te mejores —me extendió el aparato en la mano y lo tomé.

Era John quién estaba al teléfono. Me informó que lamentablemente tendría que quedarse más días en el hospital. A continuación, me pidió que fuese a la fiesta del pueblo, que me divirtiese. Tuve que prometérselo, desgraciadamente para mí. Ya estaba pensando en quedarme a cuidar la granja, pero él me dijo que nada podía ocurrirle.

—Creo que me va a dar un ataque —dijo Niall.

—¿Por qué? —agradecí que no hiciese mención del beso de ayer.

—Estás usando ropa de otro color que no sea blanco, gris o negro.

—El negro y el blanco no son colores —rodó los ojos.

—Acá está tu desayuno, sírvete lo que quieras.

Para extrañeza de Niall, poco después de terminar de desayunar, Barbie vino a buscarme. Ninguna de las dos le dijo nada, simplemente ignoramos su confusión, dejándolo. Lo único bueno de esto, era que, gracias a Barbie, no tendría que pasarme el día entero haciendo las detestables tareas de granjero.

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Alguien Diferente ||N.H||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora