1. Lugares diferentes, vidas diferentes

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Londres, Inglaterra 2017.

Ginna, o Gia, como solían llamarla, despertó al oír la alarma de su celular. Se levantó de mala gana, puesto que tenía mucho sueño. No había podido dormir bien anoche. Lo primero que hizo fue maquillarse, para ocultar la falta de sueño, que en sus ojos era evidente.

Se vistió de gris. Trajes grises y negros vestía todos los días, los cuales combinaba con camisas blancas. Jamás se salía de esa gama de colores, pues eran serios, al igual que ella. Sin embargo, a pesar de lo sobrio y desapercibido de sus conjuntos, su presencia no se escapaba a la mirada de nadie.

Preparó café y abrió la ventana. Mientras bebía su desayuno, observaba como la cima de los edificios se fundía con las nubes grises, algo usual en la triste Londres. Bebió su café lo más rápido que pudo, perdería el bus si no se apresuraba.

Una vez en la universidad, Ginna, caminaba por los pasillos repletos, ajena a lo que le esperaba. Daba pasos firmes y con la cabeza en alto de dirigía a la siguiente clase. Aquella era una actitud típica en Ginna, ir por donde fuere como si se creyese la reina de Inglaterra, derrochando compostura propia de una dama y rigidez, característica que fundía a la perfección con la soberbia. Por su parte, su capacidad de decisión le había permitido mantener una vida ordenada desde pequeña. Siempre supo lo que quería. Cuando tenía diez se dijo a si misma que estudiaría leyes. A los trece años ya sabía que no quería hacer ninguna fiesta a los dieciséis, sólo un pequeño viaje y ya. Cuando cumplió diecinueve decidió que pronto aprendería a conducir, pero esto aún no lo había conseguido.

Su vestuario, no se quedaba atrás, con trajes grises y negros vestía todos los días, los cuales combinaba con camisas blancas. Jamás se salía de esa gama de colores, pues eran serios, al igual que ella. Sin embargo, a pesar de lo sobrio y desapercibido de sus conjuntos, su presencia no se escapaba a la mirada de nadie.

Luego de un largo día, se dirigió a su departamento. Para su sorpresa, Helen, su madre, la estaba esperando en la puerta.

-Madre, no te esperaba hoy -Ginna intentó no sonar disgustada con la visita.

Le molestaba sobremanera que ella viniese sin avisar. Además, jamás se molestaba en visitarla. Tan solo lo hacía cuando necesitaba algo, y esta vez no era la excepción.

-¿No te alegra verme? -Helen esperaba al menos un simple hola.

-Claro que si mamá -le dio una mirada fugaz antes de buscar las llaves en su bolso.

El departamento de Gia se encontraba en el tercer piso. El edificio era inmenso y muy lujoso, al igual que el departamento en donde ella vivía. Al entrar al mismo, Helen no se sorprendió de que cada mueble e incluso el piso brillase como si nadie viviese allí. La limpieza era otro rasgo de su hija, uno que quizás se había vuelto una obsesión. Todo debía estar limpio y reluciente, lo cual no era difícil de lograr para Ginna, ya que casi nunca estaba en el departamento, y cuando estaba, lo limpiaba.

Gia, aún cansada luego de su largo día, fue a la cocina para prepararle una taza de té a su madre. Mientras la hacía, contaba hasta diez para ganar paciencia, pues ahora tendría que escuchar a Helen quejarse de sus problemas, que no eran muy importantes que digamos. Ella solo quería echarse una larga siesta y que su madre se marchara cuanto antes. Realmente no estaba tan cansada por la universidad, la verdad es que no había podido dormir bien durante los últimos días.

-¿Qué sucede? -Ginna se sentó frente a su madre, quién ya se estaba deleitando con el té que su hija había preparado.

-Tenemos un pequeño problema financiero.

-Pues si es tan pequeño nos recuperaremos pronto ¿o no? -dijo esperando un sí por parte de su madre.

-Me temo que no es tan pequeño. La empresa en donde trabajo quebró y no es sencillo que le den empleo a una mujer de mi edad -explicó.

-Pero aún queda dinero en el banco ¿No es así? -Ginna rezó en silencio porque su madre no hubiese derrochado el dinero que les quedaba en ropa, maquillaje, autos y costosos cruceros.

-No mucho, recuerda que mi último esposo se llevó parte de mis ganancias.

Cómo olvidar al abogado. El que ya no estuviese, aliviaba mucho a Ginna. El sujeto había resultado un idiota baboso con mucho dinero, quién no dudó un segundo en insinuársele e incluso, ofrecerle dinero.

-¿Y qué hay de tu parte? -preguntó preocupada.

-Gaste una gran parte.

-¿Y qué haremos entonces? -Ginna preguntó, preocupada.

-Tenemos una salida. Pero me temo que tendré que confesarte algo para obtener el dinero.

-Sea lo que sea debes decírmelo -dijo Ginna, decidida. No estaba dispuesta a dejar de lado su precioso estilo de vida.

Granja Black situada en Mullingar, Irlanda 2017.

Sobre extensas hectáreas, los rayos del sol, secaban el pastizal cubierto por el rocío de una noche fría. Los animales en el establo continuaban durmiendo, y las ovejas en el corral comenzaban a abrir sus ojos, al igual que el gallo, pues era su momento de despertar a la familia dueña de la pintoresca granja.

La casa de la familia era pequeña, puesto que solo vivían tres personas. El dinero les sobraba, pero no creían necesario expandir una casa en ambientes que no serían ocupados. La misma poseía una cocina bastante grande, una pequeña sala de estar con chimenea, dos baños y tres habitaciones, de las cuales una era para huéspedes. Por fuera, entre el suelo y el comienzo de la casa, grandes piedras grises dividían el verde del blanco de las paredes de la casa. Una de las paredes, era verde en su totalidad, puesto que la enredadera la había invadido, dándole un toque mágico, como todo en Irlanda. Las ventanas también estaban rodeadas por las piedras grises, y el techo era naranja.

Ni bien el gallo se dispuso a cantar, Niall Horan, el más joven de la familia despertó. Su madre, quizás por acostumbramiento, despertaba unos minutos antes que el gallo. John, su marido y padrastro de Niall, despertaba al mismo tiempo que este último.

-Buenos días -Niall saludó a su madre y padre, quienes comenzaban a preparar el desayuno.

-Buen día amor -Maura, su madre, le dio un beso en la mejilla.

-Buenos días papá -saludó a John, a quién Niall consideraba su padre.

Se sentaron todos a la mesa para desayunar tranquilamente, como todas las mañanas.

- ¿Listo para trabajar? -preguntó John, quién sabía que Niall siempre tenía energía y ganas de trabajar cada día mejor.

-Por supuesto, otro hermoso día de trabajo en la granja Black.

-Algún día será Horan -suspiró John, feliz de tener un buen muchacho a quién heredarle todo.

-Prefiero que sea Black siempre.

-Oye, algún día yo no estaré y todo será tuyo.

-Mejor vayan a ordeñar las vacas, que ya se me está acabando la leche -dijo su madre y ambos asintieron.

Niall, obediente como siempre, salió con una gran sonrisa en el rostro hacia el establo. En el camino, se encontró con sus dos amigos, quienes acababan de llegar.

-Hola Niall -Liam y Bárbara saludaron al unísono.

-Hola. Espero hayan dormido bien porque hay mucho por hacer.

-Sí, jefe -contestaron.

-Ya les dije que no me digan jefe.

-Sí, lo sabemos, era solo una broma -dijo su amigo Liam.

Niall amaba su vida, el campo, los animales, su familia y amigos. Quería que todo quedase siempre tal como está. Él era feliz así. Pero no contaba con que el destino le hiciese una mala jugada, ya que nada sería igual después de una visita inesperada.

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Alguien Diferente ||N.H||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora