32. Llenos de vacío

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Ginna

Nos encontrábamos en el aeropuerto, en la fila para despachar las valijas. Estaba muy nerviosa, me rascaba continuamente la nuca y movía mi pie con ansiedad.

—¿Qué te sucede? —preguntó Harry.

—Es que —suspiré— Vas a reírte.

—No lo haré ¿Qué pasa?

—Tuve un sueño repetido, en el cual nuestro avión se caía —Harry rio.

—Tranquila Gia. Las posibilidades de que eso ocurra son uno en un millón —trató de tranquilizarme con una palmada en la espalda.

—Pero se sintió muy real —repliqué— ¿Y si se cae y morimos?

—Al parecer está pronosticada tormenta —dijo el papá de Harry.

Tal vez era tonto, pero no quería subirme ¿Y si se caía? ¿Y si moríamos?

—No pienso subirme, menos sabiendo que habrá mal tiempo —dije con firmeza.

—Nada malo va a suceder —me alentó Harry.

—Tu ve si quieres, pero yo no lo haré —tomé mi valija y me salí de la fila.

Ambos trataron de convencerme, pero no lo lograron. Por el contrario, terminé convenciéndolos yo a ellos de que no subieran. Nos hospedamos en un hotel que estaba cerca del aeropuerto y pasamos la noche allí.

A la mañana siguiente, Harry me sacudió desesperadamente para despertarme repitiendo una y otra vez mi nombre. Somnolienta, le pregunté qué es lo que ocurría. Con una mueca de horror, me señaló el televisor de nuestra habitación. Casi no lo podía creer, pero allí estaba, en letras rojas y mayúsculas la noticia de que nuestro avión había caído, dejando tan solo dos sobrevivientes.

Nos quedamos estupefactos frente al televisor, sin saber qué decir.

—¡Podríamos haber muerto! —exclamé.

Harry me abrazó y agradeció incontables veces por no haberles dejado subir.

—Deberías llamar a tus padres, deben estar preocupados —sugirió Harry.

—Es verdad —fui a buscar mi teléfono a mi bolso, pero no estaba ahí— ¿Has visto mi celular? —Harry negó con la cabeza.

Salí de la habitación que forzosamente había tenido que compartir con Harry, pues no había más habitaciones disponibles y su padre aún no estaba enterado de nuestra ruptura. Busqué el celular por todos lados, pero no estaba por ningún sitio. Cuando el padre de Harry despertó, también le pregunté a él si no lo había visto, pero recibí la misma respuesta que de su hijo.

De algún modo debía avisarle a mi padre que me encontraba con vida. Con mi madre no había problema, pues me sabía su número de memoria, por lo que podía llamarla desde el hotel. Pero jamás me había interesado por aprenderé el número de teléfono de la granja o del celular de mi padre. Finalmente, después de tanto buscar, resolví que tomaría el tren hacia Irlanda, y de allí un taxi hasta la granja.

Aquél viaje en tren me permitió pensar en todo lo que había sucedido. De no haber sido por que Niall iba a casarse, no me habría ido antes y de no ser por el sueño, habría muerto ¿Y si hubiera muerto? Lo habría hecho infeliz, a miles de kilómetros de Niall, huyendo del amor. Huyendo para no ser lastimada como antes.

Fue entonces cuando me di cuenta de que no habría importado si moría, yo ya estaba muerta. Mi vida se basaba en el miedo y el rechazo solo para protegerme. Tenía miedo de fracasar siendo pastelera, entonces estudiaba abogacía, temía luchar por Niall y que él me dejara o me engañara. Temía que la inmensidad de nuestras diferencias llegara a consumirnos vivos. Rechazaba a los que me amaban por miedo a que me hicieran daño, así como mi madre y Harry lo habían hecho. Estaba viviendo una vida vacía al no amar ni disfrutar, al no reír ni creer. Era presa de mis miedos y del dolor, del mismísimo porvenir. Esto era a lo que más terror le tenía: no saber que me depararía, y por un momento lo supe, en mi sueño. Supe que moriría y lo evité ¿Con qué objeto? Si la muerte ya es parte de mí.

Alguien Diferente ||N.H||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora