Prólogo.

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¿Qué podría ser peor que la muerte?

Tal vez el dolor físico prolongado, tal como una herida sin cerrar; o, puede que el ser sometido a alguna clase de tortura. Por supuesto, son respuestas totalmente válidas; sin embargo, lo que yo estaba sintiendo era una escalofriante mezcla de todo aquello, amplificada a niveles inconcebibles.

Estaba bañada en sangre, pero ni una gota me pertenecía. Yo estaba ilesa, sin un solo rasguño, y aún así sentía que me habían apuñalado directamente al corazón con mil navajas.

Mis manos temblaban al igual que todo mi cuerpo, el cual sentía tan pesado como el plomo. De mis labios no salía ni siquiera un murmullo, mientras las lágrimas caían ferozmente por mis mejillas. Sentía que mi piel se encontraba tan fría como la nieve y a la vez, tan caliente como el mismo infierno, si es que existía realmente.

Él se encontraba con la cabeza acostada sobre mi regazo, respirando con una tranquilidad que contrastaba con mi errática y desesperada respiración. Tenía una sonrisa que me transmitía todo el amor que sentía por mí, el mismo amor que me estaba matando al verlo dejar sus últimos suspiros en la palma de mi mano.

- ¿Por qué... lloras? - preguntó, en un débil susurro, luego de que una lágrima golpeara su frente.

- ¿Qué clase de pregunta es esa? - su mano estaba muy fría sobre la mía, y la piel de su mejilla quemaba bajo mi tacto. Era abrumador.

- Creo que es la primera vez que lloras frente a mí, amore mio - sus ojos, que hasta el momento habían permanecido cerrados, se abrieron con calma, enfocando mi rostro - ¿Cómo es que te puedes ver tan bella, aún llorando? - no respondí nada y, en cambio, acerqué mis labios a los suyos, sellando lo que probable sería nuestro último beso. Muy dentro de mí sabía que no lo volvería a ver, aunque me resistía a concebir la idea.

- Aguanta un poco más, no creo que la ambulancia tarde en...

- Isabelle - interrumpió, retirando su mano de la grotesca herida para acariciar mi mejilla, y todo a mi alrededor empezó a nublarse - Ti amo moltissimo, amore mio.

- No... otra vez no - todo a mi alrededor empezó a desvanecerse, era como si el viento se llevara todo, y me dejara en el mismo agujero negro de todas las noches.

- Gia... - escuché una voz femenina, muy lejana, pero mi cuerpo no quería obedecer las órdenes que mi cerebro estaba dictando. Aún me sentía en aquel lugar, en aquel momento, con él.

- Gia...

¿Gia? ¿Realmente era Gia?, Él me llamó Isabelle.

Isabelle, Marco, ¿Gia?

- ¡Gia! - me sobresalté por la potencia y cercanía de la voz. Cuando finalmente abrí mis ojos me di cuenta de que todo había sido una pesadilla, la misma que viví en carne propia hace años.

- Sarah... - murmuré, frunciendo el ceño. Sentía la garganta como un puñado de arena traída del mismísimo desierto del Sahara.

- ¿Otra vez ese sueño? - preguntó, sentándose en el borde de la cama, a los pies de esta. Me levanté sintiendo como mi cabeza daba vueltas, tratando de asimilar la realidad, y, luego de tomar del refrescante vaso de agua sobre el buró, decidí hablar.

- Pesadilla, la misma pesadilla de siempre - corregí - ¿Y Aaron?

- Está preparando el desayuno, se nos va a hacer tarde para el trabajo - ambas nos miramos unos segundos y luego reímos - ¡Es en serio! Tenemos muchas cosas que hacer. Además, tenemos dos eventos a los que asistir en esta semana - tenía razón.

- Ok, ok. Ya me voy a duchar, dile a Aaron que no se olvide de mi americano.

- Como la jefe ordene - respondió sarcástica, levantándose de la cama. No esperé a que se marchara para adentrarme en el cuarto de baño.




Al llegar al imponente edificio de MGSA Constructions, nos separamos para entrar a nuestras propias oficinas, ubicadas en el último piso de la torre.

- Señorita Evans - llamó Julia, mi asistente personal, a la puerta.

- Entra - ordené sin despegar la mirada del ordenador.

Cuando llegó hasta mi escritorio, me entregó la tarjeta de invitación para el evento más esperado del año (no por mí), además de uno de los más importantes para el mundo de la tecnología - ¿No es de Aaron?

- El señor Miller me pidió que se la entregara a usted. También dijo que la recepcionista había recibido dos, por lo que esta le pertenece.

- DBA... - leí las tres letras en dorado que componían el nombre del más grande emporio de la tecnología en la actualidad y que, al mismo tiempo, eran las iniciales de su único fundador.

Alexander Dubois Bennett, un increíble genio en todas las áreas, el creador del mejor sistema operativo del mundo, y un multimillonario joven. Proveniente de Francia, con 26 años de edad. Era todo un ícono, aunque su vida personal no la conocía nadie más allá de sus amigos cercanos, quienes también eran personas muy reconocidas en el mundo, Aaron y Sarah entre ellos.

- Sí, señorita. Me retiro - respondió Julia, y luego de un leve asentimiento de cabeza, salió de mi oficina.

Realmente, no me apetecía demasiado asistir a dicho evento, pero no suelo salir mucho en representación de la constructora; además, Sarah me aseguró que me iba a divertir.

"- Es el quinto aniversario de DBA, y a pesar de ser un evento de gran magnitud, solo irán los que tengan invitación, y según leí, los invitados son la crema y nata de todo el mundo. Gigi, es una oportunidad de oro."

- "Código de vestimenta: Gala".

- Efectivamente, y ¿Sabes qué significa eso? - preguntó Sarah, entrando a la oficina, con Aaron detrás de ella.

- ¿Que cada vez tengo menos ganas de ir? - respondí, cerrando la tarjeta, dejándola a un lado.

- Ni se te ocurra - advirtió señalándome con su índice - significa, mi querida Gigi, que debemos ir a comprar nuestros vestidos. Pero no te preocupes, ayer hablé con Maurice y nos agendé una cita para hoy a las cuatro - Eran las dos.

- ¿Disculpa? - no tenía la más mínima idea de que Sarah ya había hecho planes con mi agenda; y al parecer, Aaron ya sabía - ¿Tú ya sabías? - le pregunté, y asintió como si se tratara de una pequeñez, y lo era, pero me gusta el drama.

- Yo compré mi traje ayer, así que me enteré por el mismo Maurice.

- ¿Y por qué no me...

- Supuse que tú habías dado la orden. Después de todo, la maniática perfeccionista eres tú - al escuchar sus palabras entrecerré mis ojos en un gesto de ofensa, totalmente inexistente.

- En fin... - aplaudió Sarah, entrando nuevamente en la conversación - veníamos por ti para ir a almorzar y luego, a la boutique. Así que, te esperamos en el estacionamiento. Vamos, Miller - finalizó, y ambos salieron de mi oficina.

Nuevamente leí la invitación y, luego de tomar una profunda respiración, me levanté, resignada a pasar horas probándome vestidos que seguramente no me gustarán.


Dos cuerpos, un deseo || COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora