Gia se encontraba en su apartamento, disfrutando de la soleada mañana del domingo en sus mullidas sábanas blancas, mientras conversaba por chat con Alex.
¿Dónde estás?
En mi cama.¿Ya llegaste?
Sí, tengo que ir a mi apartamento a dejar la maleta.
¿No vendrás?
Aún no, pero antes de mediodía estaré allá.
Gia frunció el ceño. Estaba aburrida y luego de observar su nueva adquisición, decidió tentar la suerte.
Rápidamente, se deshizo de su diminuto camisón de pijama, quedando únicamente con su lindo panti de encaje color crema.
“¿Ni siquiera si te digo que te he extrañado?” escribió, enviando una foto.
Cuando Alex abrió el mensaje, se atragantó con el sándwich que estaba desayunando, sintiendo su rostro arder.
— Cambio de planes. Déjame en el edificio de la señorita Evans — le ordenó a su chófer, mientras limpiaba el resto de salsa que había en la comisura de sus labios.
Ya voy para allá.
Gia sonrió, adentrándose en su armario en busca de ropa deportiva.
La foto era bastante estética y bella. El cuerpo de Gia casi desnudo, posando frente al ovalado espejo frente a su cama. Estaba sentada en el borde de esta, con su brazo elevado cubriendo su rostro, y su mano libre tomando el celular. Su tatuaje, así como sus redondos senos, estaban perfectamente descubiertos.
Luego de quince minutos, la puerta del penthouse fue abierta por Alex, quien entró rápidamente, subiendo las escaleras de dos en dos.
Al entrar a la habitación de Gia buscó en cada rincón, sin encontrarla; sin embargo, un pequeño gemido brotó de una de las habitaciones contiguas a esa, sembrando la curiosidad en Alex.
Para él, estaban jugando a las escondidas; para ella, no era tan complicado como aquello.
— ¿Qué diablos estás… haciendo? — al abrir una de las puertas, luego de oír otro sonido igual, encontró una escena completamente contraria a la que imaginaba.
Gia estaba en un Cadillac para pilates, casi colgando de la máquina, en una postura inhumana, según el mismo Alex.
— ¿Y la habitación?
En el lugar no había más que un gran espejo, ocupando toda una pared, y otras cuatro máquinas para ejercicio. Gia estaba vestida con un conjunto deportivo negro de leggings y top, su cabello estaba recogido y su frente brillaba gracias al sudor.
— Eh… la cambié — jadeó, dando casi una vuelta completa, bajándose de la máquina — quería instalar un pequeño gimnasio, pero todavía faltan algunas cosas — Alexander asintió, acercándose poco a poco.
— No sabía que tenías tal flexibilidad — cuando quedó frente a ella, tenían casi la misma altura, pues Gia aún estaba de pie sobre la máquina. Con calma, acomodó un pequeño mechón de cabello que se había escapado del desordenado moño. Mientras tanto, admiraba su piel sin maquillaje, húmeda y sonrojada por el ejercicio.
— ¿En serio? Creí que lo habías notado con cada posición que…
— Por supuesto, pero no hasta el punto de torcer tu cuerpo como contorsionista — Gia rio, alejándose levemente cuando Alex intentó abrazarla — ¿Por qué te alejas?
— Porque estoy pegajosa, sucia y sudorosa — Alexander sonrió, abrazándola contra su voluntad — ¡Alex!
— Pegajosa, sucia y sudorosa has estado en otras situaciones, ¿O te lo recuerdo? — susurró, rozando sus narices.
— Mmm, no recuerdo situaciones así — respondió, haciéndose la desentendida — por cierto ¿Te gustó mi foto?
— Si hubiera estado con alguien cerca… — Gia sonrió, mordiendo suavemente el labio de Alex — Eres muy traviesa, señorita Evans.
— ¿Lo soy? Pero solo te quería mostrar mi nuevo espejo.
— ¿Y para eso era necesario mostrar tus senos?
— Por supuesto. Quería que me repitieras lo lindo que es mi tatuaje.
Alexander no respondió, simplemente tomó las piernas de Gia y las enredó alrededor de su cadera.
— Tu tatuaje es tan hermoso como tus bonitos senos. Me encantan como no tienes una idea, y te lo repetiré las veces que quieras — respondió, caminando con ella hasta la habitación.
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Dos cuerpos, un deseo || COMPLETA
RomancePolos opuestos se atraen... Pero, ¿Qué sucede si dos polos iguales se acercan demasiado? Poder, dinero, belleza, inteligencia... Cosas que cualquier persona desearía tener, y que a ellos les sobraba. Podían con todo, pero había una sola cosa que pod...