Hasta el viernes...

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Luego de tres horas definiendo lo que sería el contrato entre ambas partes, la reunión entre los dos grandes jefes de DBA Technology y MGSA Constructions había finalizado.


— Muy bien, entonces nos vemos el viernes para firmar el contrato — finalizó Julia, dirigiéndose a Caroline. Ambas iban camino al ascensor, y detrás suyo estaban Gia y Alex.

— Sigo sin poder creer que usted sea la presidenta de esta constructora — mencionó, totalmente incrédulo. Gia rio.

— ¿Tan difícil de creer es? — Alexander negó.

— Para nada, es solo que… no se ve como una CEO.

— Usted tampoco, pero quién lo diría. Es el presidente de la principal empresa de tecnología en el mundo.

— Así es, no todo es lo que parece. Aunque, si la conocen bien, cualquiera daría por hecho que tiene mucho dinero y poder.

— ¿Por qué?

— Obviando el hecho de que compró una botella de vodka de cuatro millones en quince — Gia volvió a reír — su forma de vestir, la manera en la que habla y se dirige a los demás, su caminar y su aura, hasta su mirada...

— ¿Qué con eso?

— Todo eso, toda usted es tan… Imponente, destaca demasiado. Lo noté el día del aniversario de DBA — respondió viéndola levemente, de pies a cabeza.

Un traje color blanco y una delicada blusa de seda color crema vestía su delgado y esbelto cuerpo. Era bastante alta, un metro con setenta y cinco se atrevería a decir, sin contar los siete centímetros que tenía su tacón, pero a pesar de eso, había casi una cabeza de diferencia entre él y ella.

— ¿Así que soy imponente? — preguntó con una sonrisa. La habían llamado de diferentes maneras durante toda su vida, pero jamás había sido descrita con esa palabra.

Alex solamente asintió, recordando esa noche en el apartamento de Aaron. Gia había sido la primera mujer que conocía que tomara casi por completo el control de una situación así, incluso se sintió intimidado por un momento.

— No me diga que no lo sabía. Desde lejos se ve que le gusta ser dominante. Lo noté en la subasta y en el…

— ¿El apartamento de Aaron? Pensé que no recordaba — se burló. Para ese punto de la conversación, tanto Julia como Caroline habían decidido tomar el ascensor público, y ellos entraron en el privado, quedando solos mientras las puertas se cerraban con lentitud.

— Al igual que usted, yo tampoco estaba ebrio — respondió, presionando el botón que llevaba al lobby — pero eso usted ya lo sabe — ambos sonrieron. Por supuesto que lo recordarían, nadie con tres dedos de frente se permitiría olvidar semejante momento.

— Por supuesto.

— Por cierto… — mencionó, dando media vuelta, quedando de frente a ella — me gustaría invitarla a cenar el viernes, para celebrar nuestro nuevo negocio. Claro, si usted quiere.

— ¿No deberían ir también nuestros abogados y asistentes entonces? — preguntó con una sonrisa. Alex abrió la boca para hablar, pero Gia rio — Es broma, acepto. Solo si después de cenar tomamos una copa.

— Claro, tal vez podemos terminar lo que queda de vodka — Gia elevó una ceja y sonrió. Detrás de esa propuesta había algo más que solo beber vodka, pero ninguno dijo nada.

— Tal vez...

Las puertas se abrieron y ambos salieron despreocupadamente, viendo a sus dos asistentes esperándolos.

— Señor Dubois — ambos giraron y, con un apretón de manos sellaron la promesa, y no únicamente la de un gran negocio.

— Señorita Evans, hasta el viernes.

— Hasta el viernes — repitió, finalizando así la conversación.





Cuando Gia llegó a su apartamento, la noche ya había cubierto por completo el despejado cielo de la ciudad. Sin muchas ganas de preparar algo muy complicado, decidió cenar algo rápido, con la comida que hubiera en la alacena, ya que Sarah estaba en Canadá en un viaje de negocios.

— Espera, ¿La poderosísima Gia Evans está cenando un sándwich? — se burló Aaron al verla a través de la pantalla.

Ambos estaban en una video llamada, aprovechando que en Italia era de mañana y que Gia finalmente tenía tiempo libre.

— Estoy demasiado cansada para cocinar, no molestes — respondió, mordiendo el último bocado de su cena — mejor dime, ¿Cuándo piensan venir? ¿O debo contratar un avión privado para que vaya por ustedes?

— Qué dramática, mujer. Partiremos el sábado en la noche — Gia frunció el ceño.

— ¿Entonces por qué demonios viajaste tan pronto? — preguntó molesta. De haber sabido la verdadera fecha de viaje de Greta, Aaron habría podido atender el proyecto con DBA.

— Porque tu madre me lo pidió, y tú sabes que las órdenes de mamma…

— Nunca se desacatan — completó rodando los ojos — Como sea.

— Admítelo, Gigi. No puedes vivir sin mí.

Vaffanculo, idiota.

— ¡Isabelle! — reprendió Greta, apareciendo en la pantalla — ¿Solamente usas tu lengua materna para insultar? ¿Así es como te he educado? — Gia movió la cámara por un momento para rodar los ojos nuevamente — ¡No pongas los ojos en blanco! Mocosa irreverente.

Scusa, mamma — pidió, estabilizando la cámara.

— En fin, vete a dormir ya. Aaron me dijo que últimamente no duermes.

Lo que no le había dicho era la razón. Odiaba saber que siempre despertaría con el terrible recuerdo de una persona muriendo en sus brazos, por lo que cada vez que podía, pasaba la noche en vela y el día con un corrector de ojeras y mucho café.

— No sé qué pasa por tu bonita cabeza, pero…

Mamma, tengo mucho sueño — fingió bostezar — adiós — colgó finalmente, suspirando con pesadez. Con calma tomó su plato y lo lavó, para luego ir directamente al baño de su habitación, decidida a tomarse un largo baño de tina.

Cuando estuvo a punto de dormirse, salió y, luego de ponerse el pijama, se tumbó en la cama. Estaba demasiado exhausta para desvelarse esa noche, así que sin mucho esfuerzo sus párpados se cerraron con pesadez.





Mientras Gia dormía profundamente en su apartamento, Aaron y Greta se hallaban en las mejores tiendas de ropa de Milán, buscando un regalo para la próxima cumpleañera.

— No creo que a Gia le guste algo de aquí — mencionó de repente la mujer. Ambos habían entrado a una tienda de ropa de alta costura, pero poco reconocida mundialmente. Lo que se conocía comúnmente como “lujo silencioso”.

— Todo lo que venga de ti le va a encantar, mamma — respondió, paseando su vista entre las distintas prendas, algunas dobladas y otras colgadas en perchas.

— Pero Isabelle puede comprarse cualquier cosa de este estilo cuando desee, ¿Y si mejor le hago un pastel?

— Puedes hacerle un pastel y comprarle una de estas — dijo señalando una pashmina blanca con bordados dorados — pronto empezará el invierno y no hay nada mejor que esto — en eso, una mujer perfectamente uniformada llegó a su lado, con una sonrisa profesional.

— Esta pashmina está tejida y bordada a mano, y su tela es de las más finas y suaves — explicó, desdoblando la prenda, enseñándoles su tamaño y diseño por completo — además, pertenece a la última colección de la marca — Greta la tomó entre sus manos y sintió la cálida tela, luego se imaginó a Gia con ella puesta en su cuello, y sonrió inconscientemente.

— ¿Tiene algunos guantes que combinen? — la joven asintió con una sonrisa, enseñándoles el camino a otra sección. Aaron también sonrió, llevaban todo el día en busca de algún regalo para Gia y hasta ese momento a Greta le había interesado algo.





Cuando finalmente regresaron a la casa de la mujer, en Florencia, eran alrededor de las ocho de la noche, y habían llegado no solo con el regalo de Gia, guardado en una bonita caja negra con un moño dorado, sino también con otras cuantas bolsas y cajas de diferentes tiendas de lujo. Regalos de viaje para las dos chicas, ropa para él y un hermoso pero costoso conjunto de ropa para Greta, el cual estaba destinado a ser usado únicamente el día del cumpleaños de su hija, ya que la invitaría a almorzar.

— ¿Tú no tienes ningún regalo aún? — preguntó la mujer yendo hasta la cocina para preparar un café, ya que habían cenado antes de llegar a la casa.

— Por supuesto que lo tengo, mamma. Pero está en Seattle — y era verdad. Aaron había mandado a hacer un precioso vestido, único en el mundo, para que Gia lo usara el fin de semana siguiente a ese, en la fiesta que estaba planeando en conjunto con Sarah.

— Oh, cierto. Toma — le entregó la taza de café caliente, perteneciente a una vajilla de porcelana fina que había recibido por parte de su hija.

Aunque su casa fuese relativamente pequeña — por petición de ella, ya que era la misma casa que su esposo le había heredado, pero un poco más grande, remodelada por su hija — estaba llena de lujo y elegancia, pero mantenía la exclusividad y el perfil bajo entre su vecindario, por lo que parecía una residencia común desde el exterior.

— Gracias.

— ¿Crees que a Isabelle le guste mi regalo? — preguntó, viendo la caja. Gia podía tener cualquier cosa material si así lo quisiera, así que todos se hacían constantemente la misma pregunta, ¿Qué regalo darle a alguien que lo tiene todo?

— Le encantará. Estoy tan seguro de eso, que puedo apostarte que llorará cuando lo vea.




Dos cuerpos, un deseo || COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora