Finalmente, el día de la partida de Gia llegó y ella se encontraba en el aeropuerto, despidiéndose de sus amigos.
— Por favor, cuídate mucho.
— Y si necesitas algo, no dudes en llamarnos.
— Podemos tomar un vuelo cuando quieras.
Sarah y Aaron, quienes habían llegado hace muy poco, estaban muertos de la preocupación hacia su amiga y no dejaban de bombardearla con recomendaciones.
— Que sí. Deberían irse a casa a dormir, en dos días regresan al trabajo — respondió, mirando su reloj. En menos de diez minutos harían el llamado.
— Gia, no bromeamos. Será medio año en el que no estaremos contigo, jamás había sido tanto tiempo — refutó Aaron, tomando sus manos — si nos llegas a necesitar, llámanos — ella asintió, abrazándolo.
— No le vayas a hacer nada — susurró. No hizo falta mencionar su nombre para saber de quién hablaba.
— No te prometo nada — respondió, riendo con ella — escríbeme cuando llegues.
— Que sí — rio por la preocupación de su amigo — gracias. Ahora vayan a casa.
— Cuídate, Gigi — pidió Sarah, abrazándola una última vez.
— Ustedes también. Y por favor, guíen bien a Louise.
— ¡Como la jefe ordene! — respondió, imitando el saludo de un soldado.
— Pasajeros del vuelo K-54 con destino a Atenas, primer llamado de abordaje.
— Muy bien, es hora de irme — habló, tomando su bolso de mano — cuídense mucho ustedes también, nos vemos — se despidió, emprendiendo su camino hacia la sala de abordaje.
— ¿Crees que estará bien? — preguntó Sarah, viendo su espalda alejarse cada vez más.
Su preocupación más grande venía de que en ningún momento hizo mención de Alex. No era posible que lo hubiese superado tan rápido, así que solo podía significar que se estaba guardando todo su dolor para ella sola.
— Claro que lo estará. Ahora debemos concentrarnos en estar bien nosotros mismos y mantener la empresa en pie — ambos rieron, dando media vuelta para irse.
Esa misma noche, Alexander tocó a la puerta del apartamento de Gia. Según él mismo, iba solamente a buscar a su hermana, pero de qué servía mentirse.
Viaja hoy o mañana, realmente no lo sé.
¿No estás viviendo con ella?
Ayer en la tarde me mudé.
Esa fue la breve conversación que tuvo con Louise, tan solo unas horas antes de llegar allí.
— Seguro ya se fue — susurró para sí mismo, luego de estar durante diez minutos en la puerta. A pesar de saber la clave de acceso, no sería tan descarado para entrar a su apartamento sin permiso.
— ¿Qué haces aquí?
La voz de Sarah sonaba muy, pero muy molesta. Cuando se giró para verla, lo primero que recibió fue una fuerte cachetada.
— Sarah, cálmate — susurró su pareja, tomándola por los brazos, evitando que se lanzara otra vez al hombre.
— Estoy… buscando a Gia — respondió, reincorporándose mientras tocaba su labio roto.
— ¿No es algo cínico? Digo, luego de lo que hiciste — respondió Aaron. Su voz y su semblante eran tranquilos, pero su mirada lo delataba. Estaba igual o incluso más molesto que la misma Sarah.
— Lo sé, pero…
— Alex, por tu bien y el de Gia, vete — interrumpió, soltando a la mujer cuando estuvo calmada.
— ¿Puedo… preguntar a dónde fue?
— No tenemos permitido dar esa información — respondió la mujer, pasando por su lado para abrir la puerta del penthouse.
— Aaron, yo…
— Alex, por favor vete. No quiero verme obligado a romperte la cara — volvió a interrumpirlo, siguiendo a Sarah — y por lo que más quieras, no vuelvas a aparecerte por aquí o en la empresa. Las cosas que dejaste aquí, así como los informes del proyecto, te llegarán mañana a tu residencia. Buenas noches — finalizó, cerrando la puerta de un solo golpe, demostrando así toda su molestia para con él.
— Pero qué idiota… — se maldijo a sí mismo, saliendo de la torre.
Cuando estuvo dentro de su auto, recibió una llamada de un número desconocido y con la esperanza de que fuera Gia, contestó inmediatamente.
— ¿Gia?
— Soy Evangeline, Alex — habló la mujer, sonriendo desde la otra línea — ya llegué a Seattle, ¿Nos podemos ver?
Tal como acordaron, Alexander llegó al hotel en donde Evangeline se hospedaría los siguientes días, encontrándose con ella en el restaurante del lugar.
— ¿Hace cuánto llegaste? — preguntó una vez la saludó.
— Hace dos horas — respondió, volviendo a tomar asiento en una mesa para dos — Realmente, necesitaba hablar contigo lo más pronto posible porque… quería que me presentaras a la señorita Evans — añadió, jugando con la servilleta entre sus manos — creo que sería bueno si le explico lo que sucede en realidad y…
— Eve, Gia se fue del país.
— ¿Qué?
¿Tan rápido? Incluso adelantó su vuelo casi una semana antes de lo planeado para hablar con la italiana. Sabía que Alexander no le diría nada sin su autorización y creía que lo mejor era decirle ella misma todo el embrollo en el que estaba involucrada y el porqué Alex lo había ocultado. Lastimosamente, llegó demasiado tarde.
— Se fue hoy, no sé a qué hora o a dónde. Lo único que sé es que no volverá en un buen tiempo — respondió, suspirando pesadamente — no pude detenerla ni aclarar los malentendidos.
— Pero, ¿Qué le dijiste?
— Ella me preguntó si la prefería a ella o a ti y…
— ¡Qué tonto eres! ¿Por qué no aclaraste las cosas? — regañó, negando en silencio — ¿No hay manera de contactarla?
— Solo sus dos amigos y su asistente saben a dónde fue y obviamente no me van a decir.
— ¿Has intentado llamarla? — Alexander asintió, viendo las palmas de sus manos, mientras recordaba el tacto de Gia.
— O aún está en el avión o…
— Bloqueó tu número.
— Ajam — suspiró cansado.
Se sentía como un idiota al intentar buscarla luego de lo que dijo, pero no podía evitarlo. Aún si no sabía qué decirle, quería verla otra vez. Escuchar su etérea voz y mirarla a esos idílicos ojos grises, que bajo la luz de la luna parecían brillar con la intensidad de dos diamantes.
— Pues entonces espera por ella. Espera a que su dolor y resentimiento disminuya un poco y cuando regrese, háblale. Explícale a detalle la verdad. Eso es lo único que puedes hacer, al menos si verdaderamente la amas.
Esperar. Sabía que podría ser la tortura más desesperante para él, pero lo haría. No tenía idea de cuándo regresaría o si realmente lo haría, pero no se rendiría como lo llegó a hacer en su momento con Evangeline.
— Yo… esperaré lo que sea necesario por Gia.
La verdadera pregunta era si ella algún día regresaría y sí lo hacía, ¿Estaría dispuesta a escucharlo? Así que, ¿Realmente la esperaría tanto?
— Lo haré, porque la amo.
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Dos cuerpos, un deseo || COMPLETA
RomantizmPolos opuestos se atraen... Pero, ¿Qué sucede si dos polos iguales se acercan demasiado? Poder, dinero, belleza, inteligencia... Cosas que cualquier persona desearía tener, y que a ellos les sobraba. Podían con todo, pero había una sola cosa que pod...