Feliz año nuevo.

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El último día del año había llegado, lleno de incontables recuerdos y memorias para todas las personas en el mundo.

Para Gia en especial no significaba el año más maravilloso; incluso podía asegurar todo lo contrario, a pesar de que intentaba ver el lado positivo de todo.

La repentina renuncia de uno de sus mejores arquitectos. El accidente en donde su madre murió y Aaron quedó mal herido. Conocer a Alex…

No, haberlo conocido no fue malo. Lo realmente malo había sido jugar con fuego, ignorante del peligro en el que caía.

— Gia, ¿Ya estás lista? — preguntó Louise desde el otro lado de la puerta.

— ¡Dame cinco minutos! — gritó, terminando de maquillarse con rapidez.





Las dos habían decidido pasar la noche vieja dando un pequeño paseo por barco, en donde estarían más personas dando un tour por la costa, el cual finalizaría con un show de fuegos artificiales para darle la bienvenida al año siguiente.

A pesar de que Gia insistió en que la menor debía pasar aquella fecha con su hermano, Louise negó en cada ocasión; arrastrándola hasta el dichoso paseo.

— Falta poco para que sea medianoche. Iré a llamar a mis padres, ¿Esta bien?

— Claro, yo llamaré a Aaron — respondió, sin dejar de ver la pacífica agua del mar y el reflejo de la luna sobre ella.

En realidad no llamaría a nadie aún, pues todavía faltaba media hora para año nuevo. En lugar de eso, empezó a reflexionar sobre su vida durante los doce meses pasados. Cada detalle que recordaba y que de una u otra forma, la llevó hasta ese punto.

Para empezar, la renuncia de Nathan. No entendía cómo el corazón podía ser tan rebelde. Amar a quien no lo merece. Ignorar los sentimientos de quien sí. Ilusionarse solo e ilusionar a otros.

El fallecimiento de Greta, que definitivamente era uno de los sucesos que dejaría una gran marca por el resto de su vida.

La vida era efímera y la muerte egoísta. Aquella sombra que pesaba sobre cada ser vivo en la tierra era tan odiosa. Algunos la odiaban y otros le temían, pero no importaba realmente, porque al final del día ella siempre ganaba. Vivir poco o mucho. Disfrutar o no. Ser feliz o desdichado. Daba igual, nada podía cambiar el trágico hecho de que todos nacemos para morir.

Por eso no servía de nada echarse a llorar o maldecir eternamente. Vivir la vida era algo más que existir y Gia lo había aprendido bien, así que esa era su decisión final: vivir la vida de la mejor manera, disfrutar de lo que tenía y no preocuparse demasiado por las cosas que se salían de su control.

Y para cerrar con broche de oro, Alexander Dubois. Él y todo lo que lo rodeaba.

Todos sabían. Todos menos ella.

Te amo…

Amor. Querer a alguien. Era tan subjetivo que se le hacía casi irracional. Personalmente, la frase “te amo” empezó a volverse algo vacío cuando se trataba de Alex. El sentimiento como tal era demasiado complicado para definirlo. Se volvía algo irresponsable decirle a alguien “te amo” tan fácilmente, porque aunque pudiera ser subjetivo y vacío, aquella simple frase tenía un peso enorme, al menos para ella.

Decirle que la amaba pero no recordarlo era hiriente. Darle un trato especial y luego dejarla como un simple reemplazo, como si de una muñeca rota se tratara, eso era aún peor. Sin embargo, hacer todo aquello. Burlarse de ella junto a quién sabe cuántas personas más, era inhumano.

— Tú no me amas, Alex Dubois — susurró, sin darse cuenta que estaba llorando — pero yo a ti si — sollozó, apretando con fuerza las barandas del barco — te amo, pero no lo mereces…

Y contrario al remolino de tristeza que se estaba acumulando en su corazón, enormes luces iluminaron por completo el cielo, explotando en diversos colores.

— ¡Feliz año! — gritaron todos los que se encontraban en el barco, abrazándose unos a otros. Mientras que ella se hallaba sola a un lado, llorando en silencio.

¿Por qué estaba tan sola de repente? ¿Había cometido algún mal para estarlo? Tal vez no y sencillamente su destino era vivir así. Rodeada de muchas personas, pero sola.

Ni siquiera se molestó en llamar a Aaron o a Sarah. ¿Por qué lo haría? Ellos estaban felices, celebrando su primer año nuevo como pareja. No se atrevería a interrumpirlos en su regocijo, así que solo envió un pequeño mensaje a sus celulares.


Espero que tengan el año más hermoso de sus vidas, los quiero.


Un minuto después de enviar el mensaje recibió uno de un número que a pesar de haber borrado, ya sabía de memoria.


Espero que este año sea mejor para ti, Gia.

Y una vez más, perdóname por todo.


“Perdón”. Esa palabra la utilizó tanto que ya había perdido cualquier valor para ella.
No respondió el mensaje y en lugar de eso, apagó el celular; metiéndolo en su cartera. Limpió sus lágrimas y esperó no volver a llorar por tonterías.


— ¡Gia! — llamó Louise, acercándose a zancadas. Tenía una gran sonrisa y el maquillaje levemente corrido. Estuvo llorando.

— Lou, ¿Cómo te fue?

— Primero que nada, ¡Feliz año nuevo! — respondió, abrazándola con cariño — y lo otro… mi madre no quiso hablar conmigo, ¡Pero no importa! Mi padre me felicitó por independizarme y mis hermanos me dieron ánimos — añadió, viendo las pestañas de Gia húmedas — y a ti, ¿Qué tal?

— ¿A mí? Bien. Aaron y Sarah estaban muy felices, te envían saludos — mintió.

Si le decía que no llamó a nadie, se daría cuenta de la verdadera causa de su llanto.

— Me alegro, ¿Vamos por un trago?

Los fuegos artificiales cesaron poco a poco y la fría madrugada volvió a ser iluminada por el gran satélite redondo.

— ¡Claro!

Dos cuerpos, un deseo || COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora