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El olor a madera llenó las fosas nasales de Alex, mientras despertaba en la habitación de su niñez.

— Joven Alex — llamó cuidadosamente Beatriz, su ama de llaves, a su habitación.

Cuando finalmente abrió sus ojos, se encontró con su “yo” de ese entonces.

Mientras él estaba de pie al lado de la ventana, el pequeño Alex estaba despertando de su sueño.

— Pasa — habló el chico con la voz adormilada. Aparentemente, no podían verlo — ¿Qué sucede? — preguntó, frotando sus ojos con los nudillos de sus dedos.

— Será mejor que me acompañe, joven — sugirió, con su rostro lleno de preocupación por el niño de menos de seis años.
Alexander ya sabía qué día de su vida estaba reviviendo, sintiendo una punzada amarga subir por su garganta.

A medida que se acercaban a su destino, el olor a desinfectante, el sonido de las ambulancias y personas con diferentes uniformes invadían sus sentidos. Y cuando llegaron a la oficina del padre de Alex, se quedaron observando toda la escena en silencio.

La madre de Alex estaba desplomada sobre la mesa de té de la sala. En el suelo bajo su mano había un pequeño frasco blanco sin etiqueta, completamente vacío. A su lado, una botella de whisky yacía en el mismo estado.

— La señora murió por una sobredosis de éxtasis, no pueden pasar hasta que no se haga levantamiento del cuerpo — explicó un médico al llegar frente a ellos.

La reacción de su versión infantil y la actual era exactamente la misma. Molestia, pero no dolor. El resentimiento hacia su madre se mantenía intacto, y la indiferencia frente a su muerte igual.

— Iré a ducharme. Guarda mi desayuno para la escuela, por favor — fue lo único que le dijo a Beatriz, retirándose inmediatamente de la escena.

Él se quedó observando un poco más, mientras los recuerdos se desvanecían.

— Alex…

Una conocida voz le llamó, pero no estaba en su rango de visión.

— Alex... — insistió.

— ¿Gia?

Su consciencia había regresado a la realidad, pero aún no quería abrir los ojos.

— No, soy tu imaginación — se burló. Alexander rio, tomándola por la cintura para subirla sobre él. Abrió lentamente sus ojos, sintiendo el sedoso cabello de la mujer sobre su cuello y rostro — ¿Qué haces? — rio al sentir las cosquillas.

— ¿Qué pasa? — su voz era mucho más ronca de lo normal. Gia sonrió, empezando a repartir besos por todo su rostro.

— Alguien está timbrando, y no me pienso vestir aún — respondió, rodando hasta el otro lado de la cama, enrollándose entre las sábanas. Alexander rio ante la acción de la mujer, y sin más remedio, se levantó de la cama.





Juliette y Daniel estaban esperando a que su amigo se decidiera a abrir la puerta o responder el teléfono, lo primero que sucediera, cuando escucharon el desbloqueo de la cerradura.

— ¡Por fin! Creímos que…

Las palabras quedaron a la mitad al ver su aspecto. Su cabello era un desastre y lo único que cubría su desnudez era una de las sábanas de su cama, enrollada alrededor de su cadera.

— ¿Estás con alguien? — preguntó Daniel en un susurro, suponiendo automáticamente quién era la persona encargada de dejar a su amigo tan desaliñado.

— ¿Te parece? — respondió sarcástico.





Mientras sus dos amigos esperaban en la sala, Alex subía a darle la noticia a Gia.

— ¿Te molesta que se enteren? — preguntó, sentándose a su lado.

— Es lo que menos me importa. El verdadero problema es que no tengo ropa, Alex — se levantó de la cama, dejando al descubierto su desnudez. Alexander sonrió, acercándose hasta ella para abrazarla por la espalda.

— Juliette dejó algo de ropa en la habitación de invitados, entra a la ducha y ya la traigo — Gia asintió, riendo segundos después.

— Señor Dubois, si no me suelta, no podré ir a ningún lado — Alex dejó su cabeza sobre el hombro de Gia. El sol que entraba en la habitación, caía directamente sobre la piel de ella.

— Por mí no hay ningún problema — susurró.

— Pero para mí sí. Alex, me estoy quemando los senos — Alex soltó una gran carcajada, que fácilmente Juliette y Daniel escucharon.





Alexander ya estaba aseado y con una muda de ropa limpia, hablando con sus dos amigos, mientras Gia se arreglaba.

— Creo que es la primera vez en toda mi vida que te escucho reír tanto y tan fuerte — dijo Daniel con una sonrisa.

— Las maravillas del sexo.

— ¡Juliette! — los tres rieron.

— Ahora me van a decir, ¿A qué vinieron? — y antes de que respondieran, vieron con sorpresa a Gia, que bajaba las escaleras con su típica expresión indiferente.

Tenía una minifalda verde a cuadros, un pequeño top en un verde más oscuro y unas delicadas sandalias blancas de tacón.

— ¡Wow! Te queda mejor a ti que a mí — sonrió Juliette. Alexander asintió, recibiendo un codazo de su amiga — ¡Oye!

— Queremos invitarlos a almorzar — Daniel retomó la conversación. Ninguno iba a mencionar el hecho de que Alex y Gia eran amantes, pues no lo sentían necesario.

— ¿Quieres ir? — preguntó Alex, mientras la mujer se sentaba en el sillón individual, en frente de los tres.

— Claro. Y, en serio te pido disculpas por usar tu ropa, si me pasas tu número de cuenta, ahora mismo te…

— No te preocupes, estoy segura que ambas tenemos ropa de sobra. Además, luces muy bien — Gia sonrió.

Ciertamente, el cuerpo de Gia era bastante bien proporcionado. Era alta y delgada, con una figura de reloj de arena.
Todos se pusieron de pie, listos para salir.





Al mismo tiempo, Aaron y Sarah estaban tomando su almuerzo en la habitación del hombre.

— ¿Crees que Gia la haya pasado bien en el desfile? — preguntó Sarah.

Habían llamado y enviado mensajes a su amiga desde la noche anterior, pero aún no les respondía.

— Seguramente sí; de lo contrario, ya nos habría llamado — respondió él, metiéndose un trozo de zanahoria cocida a la boca — además, fue con Alexander — Sarah sonrió.

— Mmm, es cierto. Debió haber recibido la follada de su vida — Aaron se atragantó con su comida al oírla, obligándose a beber un gran sorbo de jugo.

— Qué mente tan corrompida tienes, mujer — Sarah se acercó hasta él, rozando sus narices con ternura, completamente contrario a su mirada y sonrisa pícara.

— ¿Estás seguro que la corrompida solo soy yo?

Dos cuerpos, un deseo || COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora