Build a bitch — Bella Poarch.Al día siguiente, Louise recibió un mensaje de texto. El número no estaba registrado, pero no lo necesitaba para saber de quién se trataba.
Mi propuesta aún está en pie. Si quieres venir conmigo, te espero en el aeropuerto a las tres.
También puedes esperar a que tu hermano regrese para irte con él. La decisión es tuya.
Louise no lo pensó y terminando de hacer sus maletas, salió a despedirse de su familia, que estaba almorzando en el comedor principal.
— ¿¡Disculpa!? ¿¡Quién demonios te dio permiso de irte del país!?
Mientras los dos hermanos se veían con complicidad, Viviane estaba roja de la ira.
— Madre, tengo veintidós años. Creo que no necesito permiso para irme de la casa si así lo deseo — respondió Louise, canalizando sus nervios en sus puños apretados.
— ¿¡Te atreves a contestarle así a tu madre!?
— Viviane, cálmate — pidió Christophe, cansado de los gritos.
— ¿¡Cálmate!? ¡Tu hija menor se va de la casa! ¡Ya tenía planeada una cita con el hijo mayor de la familia Belmont! — Louise sentía su resentimiento guardado por años fluir en forma de valor.
— ¡No soy un maldito objeto al que puedas ofrecer al mercado! ¡Y la decisión está tomada, así grites todo el día!
— ¡Mocosa irrespetuosa! — gritó, dándole una cachetada con furia — Esa perra libertina te lavó el cerebro, ¿No es así?
Evangeline, que estaba hospedada en la mansión, dio un pequeño respingo. Ni siquiera se había mencionado el nombre de Gia, pero ella y todos sabían que Viviane se refería a ella.
— Esa “perra libertina” como la llamas hizo lo que tú, que eres mi propia madre, no hiciste: darme libertad, darme esperanza y alas. De no ser por ella, yo seguiría esperando a un hombre que me despose como si fuera un maldito trofeo.
— Tú ya lo sabías, ¿Cierto? — preguntó Viviane, mirando a su esposo; el cual la ignoró por completo.
— Vamos Lou, te llevaré al aeropuerto.
— ¿¡Cómo que la llevarás!? Louise Dubois Roux, si te atreves a cruzar el umbral de esta casa, te quedarás sin…
— ¿Dinero, hogar, carro, tarjetas, universidad? Ya lo sé, madre. Pero a diferencia de todos ustedes, yo prefiero mi libertad a una jaula de oro.
Nadie dijo nada más, mientras veían a la chica salir de la mansión, con una única maleta arrastrando.
— ¡Maldita mocosa desagradecida! ¡Y maldita la hora que ese bastardo y su zorra aparecieron!
Cuando llegaron al aeropuerto, Louise llamó al número de Gia, esperando que siguiera allí.
— ¿Louise?
— ¡Gia! Dios, perdón. Olvidé responder tu mensaje, pero sí deseo irme contigo.
— Oh, pensé que te habrías arrepentido luego del espectáculo de anoche — ella rio.
— En lo absoluto, ¿Aún estás en el aeropuerto?
— En realidad, acabo de llegar — la voz de la mujer se duplicó, escuchándose detrás.
— ¡Gia! Pensé que había llegado muy tarde — la mayor negó.
Estaba sola con su maleta, y vestía completamente de negro, en ropa poco llamativa.
— Señor Dubois — saludó al hombre, que estaba detrás de su hija.
— Señorita Evans, me disculpo por todo lo que…
— No es su culpa; aún así, muchas gracias por su hospitalidad.
— Gia… — habló Louise — sobre lo de mi hermano… lo siento, yo también sabía y no te dije nada.
— No hay problema; es tu hermano, después de todo. Yo habría hecho lo mismo por mi hermano — respondió con una sonrisa.
No lucía afectada en lo absoluto, aunque si había una pequeña sensación de amargura en su mirada.
— Señorita Evans, es hora de irme. Por favor, cuide de mi hija como si se tratara de su propia sangre. Ella es… mi más grande tesoro — pidió, tomando la mano de Louise — hija… no importa lo que tu imprudente madre diga; si quieres volver, te recibiré con los brazos abiertos, ¿Sí? — Louise asintió. Una sonrisa nostálgica se apoderó de ella, mientras aguantaba el llanto.
— No te preocupes, padre. Lo haré muy bien, y estarás orgulloso de mí.
— Louise, debemos hacer el check-in — interrumpió Gia, tocando su hombro — quédese tranquilo, señor. Louise estará perfectamente bien conmigo.
— Confío en ello, señorita.
Y luego de unas últimas palabras y un gran abrazo de padre e hija, las dos mujeres entraron al aeropuerto, perdiéndose entre el gentío.
Al mismo tiempo, en una cafetería cercana a la mansión Dubois; Alexander y Evangeline tenían su primer encuentro después de siete años.
— ¿Para qué necesitabas hablar conmigo?
— ¿No lo necesitas tú también?
Una relación rota sin razón aparente, siete años sin saber del otro, una extraña unión con Viviane, un regreso repentino, y una tercera persona en la ecuación. Ninguno de los dos sabía cómo iniciar una conversación después de eso.
— ¿Cómo… has estado? — preguntó Alex, sin apartar la vista de la mujer; tratando de buscar algún cambio.
Piel blanca y sonrosada de forma natural; ojos azules, como el cielo en primavera; mirada gentil y delicada; cabello largo y rubio, y un fleco que cubría su frente. Nada había cambiado, no físicamente.
— Es una larga historia, pero antes de contarte, ¿Cómo están tú y la señorita Gia?
— Necesitamos un poco de tiempo, nada más — Evangeline asintió, sabiendo la gran mentira que era eso.
— ¿Son pareja? ¿Novios o…
— No, solo éramos… amantes.
— Qué cercanía para ser solo amantes — respondió. No había doble intención en sus palabras, ni sarcasmo. Simplemente lo dijo con una sonrisa honesta.
— Tal vez…
— ¿Cómo está Dan?
— ¿Recuerdas a Juliette? — como Juliette no estudiaba en la misma universidad que ellos, sus encuentros con Evangeline fueron pocos y casi irrelevantes.
— ¿Con la que siempre discutía? — Alex asintió.
— Están saliendo.
— ¿¡En serio!? — rio, cerrando sus ojos mientras lo hacía — jamás lo llegué a imaginar con pareja, mucho menos con ella.
— Ajam…
Alex quería preguntar, quería saber dónde había estado, porqué se había ido, que hacía relacionada con Viviane, pero sentía que era muy pronto.
— Sé que te debo una explicación y una disculpa…
— Dijiste que me habías usado, que no me amabas, que…
— Sé lo que dije y lo recuerdo a la perfección, Alex — interrumpió — pero la situación, al igual que ahora, es demasiado complicada; así que iremos por partes, así no te confundes y yo no me fatigo.
— ¿Dónde estuviste?
— Si lo preguntas porque no pudiste encontrarme, Viviane me mantuvo escondida de ti. Estuve en muchos países: Corea del Sur, Canadá, Turquía, Italia, China, Japón, Cuba… incluso estuve en Estados Unidos.
— ¿Cuándo?
— Hace un año, en Los Angeles. Solo estuve una semana.
— ¿Por qué tantos países? ¿Para esconderte? — ella negó, sonriendo con amargura.
— Para buscar ayuda.
— ¿Por qué?
— Tenía cáncer, Alex.
— ¿Qué?
Cáncer, muerte, dolor… ¿En qué momento pasó?
— Leucemia…
— ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Por qué nunca me dijiste?
— Cálmate, Alex. Te lo explicaré todo, pero no me interrumpas.
Luego de casi dos horas hablando sobre su enfermedad, aparentemente curada, y su trato con Viviane; él la acompañó hasta la mansión, despidiéndose.
— ¿Te vas mañana?
— Así es, debo regresar para estar con Daniel y Juliette las fiestas de año nuevo, y para…
— Hablar con la señorita Gia, lo entiendo. Yo iré a Seattle la otra semana, así que espero que nos podamos ver.
— Lo haremos, no te preocupes por ello.
Evangeline no pudo contenerse y abrazó a Alex, con una enorme sonrisa, llena de alivio y felicidad.
— Gracias por escucharme, Alex.
— Necesitaba oír tu parte de la historia.
Cuando se separaron, ella le dio un pequeño beso en la mejilla y salió corriendo hacia la mansión.
— ¡Eve! — la mujer se detuvo, volteándose para verlo — Me alegra que estés de regreso.
La mujer sonrió, despidiéndose con su mano y sin responderle, entró en la enorme casa.
ESTÁS LEYENDO
Dos cuerpos, un deseo || COMPLETA
RomancePolos opuestos se atraen... Pero, ¿Qué sucede si dos polos iguales se acercan demasiado? Poder, dinero, belleza, inteligencia... Cosas que cualquier persona desearía tener, y que a ellos les sobraba. Podían con todo, pero había una sola cosa que pod...