— ¿Entonces te irás a Grecia?
— Aún no lo sé, pero es probable.
Dos semanas después del cumpleaños de Sarah, tanto ella como Aaron habían regresado oficialmente al edificio de MGSA Constructions, por lo que el trabajo de Gia había disminuido en gran medida; aunque recientemente había recibido una oferta para un nuevo proyecto, la cual la tenía pensando.
— ¿Cuándo viajarías de ser así?
— En enero.
Un par de días después de la fiesta, recibió una llamada del asistente personal de “El joven amo Moretti”, el cual era un joven empresario bastante sonado últimamente, conocido por sus extravagantes edificios, en su mayoría comerciales.
— Al joven amo Moretti le gustaría que la señorita diseñe una nueva cadena de hoteles en dos de las islas griegas. Fueron sus palabras; sin embargo, la condición de aquel contrato era lo que tenía indecisa a Gia.
— Al joven amo le gusta que cada obra capte a la perfección la combinación entre su gusto personal y el entorno en el que se construye, así que la única condición es que el diseño del hotel se realice en las islas.
— ¿Y el proyecto con DBA?
— Aún queda un mes y medio. Lo terminaré antes de las fiestas navideñas.
— ¿Significa que ya es un hecho? — Gia suspiró.
Aunque estaba pensativa, ya tenía todo un plan para viajar, así que supuso que, inconscientemente ya había tomado una decisión.
— Sí, Aaron. Ya es un hecho. La otra semana firmaré el contrato con sus abogados, ya que él no puede asistir.
— ¿Cuánto tiempo te quedarás allá? — preguntó Sarah.
La conversación se había convertido en un interrogatorio sobre el dichoso viaje de Gia. Ninguno de los tres podía negarlo, la extrañarían y ella a ellos. A fin de cuentas, vivían prácticamente juntos desde su adolescencia.
— Aproximadamente, seis meses.
— ¿Alexander lo sabe ya? — Gia negó.
De una u otra forma, ambos mantenían una relación mucho más cercana y seria, llegando al punto en el que dormían juntos todos los días, sin importar en cual apartamento fuese. Sin embargo, seguían sin algún título para ello, a diferencia de Aaron y Sarah, que oficialmente eran novios; o Juliette y Daniel, que habían empezado a salir días después de la alocada fiesta.
— Debo hablarlo con él, cuando regrese.
— ¿Dónde está?
— París, vuelve el sábado — aún quedaban cuatro días para su regreso. Según él, tenía un asunto familiar que resolver.
— ¿Ya viven juntos? — preguntó Aaron, en un intento de burlarse de Gia.
— Solo dormimos juntos.
— Gigi, eso es vivir juntos.
— Umm — sin quererlo, hizo un pequeño puchero, luego miró a los ojos a Sarah, y luego a Aaron — ¿Ustedes viven juntos?
— ¿Eh?
— ¿N-nosotros? — con esos balbuceos, Gia finalmente sonrió, victoriosa.
Alexander se encontraba en lo que creía él, era el almuerzo más desesperante de su vida.
Su queridísimo padre, Christophe Dubois, le había llamado, luego de dos años sin saber absolutamente nada de él, haciéndole una muy cordial y sospechosa invitación.
— Deberías venir a visitar a tu viejo padre. Alex rodó los ojos de solo recordarlo hablar.
— Louise quiere que vengas a su cumpleaños. Solo será un pequeño almuerzo, pero ella realmente desea verte.
Alexander era el cuarto de siete hermanos, aunque claramente, él era el único hijo ilegítimo. No era su culpa, pero su sola existencia era motivo de odio por parte de dos de sus hermanos mayores y de la esposa de su padre, así que solo mantenía contacto con sus hermanos menores, Louise era una de ellos.
Tal y como su padre había dicho, era el cumpleaños número veintidós de la chica, pero algo era una completa mentira. Sí, era un almuerzo, pero de pequeño no tenía nada.
— ¡Alexander! — llamó Felix Dubois, el menor de todos. Tenía tan solo dieciocho años, estaba en segundo semestre de arquitectura y su más grande sueño era ingresar a MGSA Constructions, irónico, pensó Alex.
— ¡Hey! Hace meses no te veía. Estás más alto.
— Y guapo también — respondió. Él y Louise eran los más parecidos a él, físicamente hablando.
— Sí, si. Como digas — se burló — ¿Dónde están Lou y Gabriel? — su otro hermano menor.
— Gabriel no vendrá porque está en semana de parciales. Louise está terminando de maquillarse.
— ¿Realmente quería que viniera? ¿O era una excusa de tu padre para verme?
— Te mentiría si te digo que lo sé. Yo llegué un día antes que tú, así que ni siquiera sabía que vendrías. Pero hace poco a vi a Lou y se veía feliz por la noticia de tu llegada — Alexander asintió, viendo a su única hermana mayor acercarse.
— Alexander.
— Roxanne.
— Sigues tan altivo como siempre — Alex sonrió, derrochando arrogancia por cada poro.
Felix lo miró con brillo en sus ojos, lo admiraba más que a nadie en el mundo.
— Y tú más vieja que la última vez — la diferencia de edad entre ambos no era más que dos años, pero Alex sabía que la debilidad de la mujer era su físico y su edad.
Roxanne lo fulminó con la mirada.
— ¿Dónde está Christophe?
— ¿Acaso soy tu empleada?
— Pues…
En eso, llegó el hombre al que Alex buscaba, junto a su esposa.
— ¿Me buscaban?
— Padre — respondieron tanto Felix como Roxanne, casi con devoción hacia el hombre.
— Tiempo sin verte, Alex — Christophe ignoró a sus dos hijos, centrando su atención en Alexander.
— Christophe — respondió, ignorando a la mujer a su lado.
Había una regla no escrita en la familia Dubois: no podían atacarse directamente, así que lo preferible para mantener una paz, por más falsa que esta fuese, era ignorar al otro.
— ¿Cómo te va?
— Dejémonos de hipocresías y dime, ¿Para qué querías verme?
— Creo que lo más prudente sería hablarlo en un lugar más… tranquilo — por supuesto, estaban en medio del enorme jardín de la mansión Dubois, rodeados de gente.
— Lo que sea que quieras…
— ¡Hermano!
La aguda voz de Louise interrumpió su conversación, mientras la joven llegaba hasta el lugar en donde la mayoría de su familia estaba, lanzándose a abrazar a Alex.
— Louise, feliz cumpleaños. Mañana vendré por ti e iremos de compras.
— No es necesario, con tu presencia es suficiente para mí — respondió con emoción.
— Louise, compórtate como una señorita decente — reprendió Viviane Roux, la madre de todos los hermanos de Alex.
— Perdón, madre.
La educación de aquella influyente familia francesa había sido extremadamente estricta, rigiéndose por la antigua aristocracia. Todos los hijos de Christophe tenían esa crianza, pero Alexander había decidido llevar su vida a su propio estilo, rompiendo una que otra regla. Su padre se lo había pasado gracias a su increíble talento e inteligencia, destacando por encima de sus seis hermanos.
— Louise no podrá ir de compras mañana, tiene clase de equitación y política.
— ¿Cuántos años cumples, Lou? — preguntó Alexander, ignorando completamente a Viviane.
— Veintidós — respondió tímidamente.
— Perfecto, ¿Quieres ir conmigo de compras mañana?
— ¿¡Qué no escuchaste!? ¡No podrá! — Viviane podía mantener una imagen de dama ante todo el mundo, pero cuando se trataba del hijo producto de la infidelidad de su esposo, perdía los estribos con suma facilidad.
— Louise es una adulta, así que estoy seguro de que la decisión la tomará ella — Louise sonrió, asintiendo hacia su hermano. Con él podía sentirse libre.
— ¡Claro, me encantará ir de compras contigo!
— ¡Louise!
— Viviane, compórtate — susurró Christophe — déjala ser.
— Ya veo porqué sigues soltero. Eres tan desastroso — se burló Roxanne, mirándolo con desdén. Alexander soltó una risa nasal, sin gracia.
— Pero soy feliz, ¿Puedes decir eso, hermana? — la sonrisa de la mujer se borró casi inmediatamente después de oírlo.
Vivía bajo un matrimonio arreglado desde los veinte, soportando infidelidades y maltratos psicológicos en silencio, porque así debía ser, según su madre.
—Alexander, acompáñame al despacho — ordenó su padre, separándose de Viviane.
Al estar dentro de las cuatro paredes de aquella enorme oficina, Alexander recordó la muerte de su madre. No era la misma casa, pero se sentía igual. Tan fría e infértil, totalmente ajena a él.
— Christophe, no tengo todo el día. Habla de una vez.
— Jamás me llamaste “padre”, ni una sola vez — Alex contuvo las ganas de hacer una mueca y rodar los ojos al oír el tono culposo de su padre.
— ¿Para eso hiciste que moviera mi agenda una semana?
— Ahora eres un hombre tan importante…
— Joder, Christophe. Habla de una maldita vez.
— Pero sigues solo, esperando a que ella vuelva.
— ¡Christophe!
— La sigues buscando, ¿No es así?
— ¿Me estuviste espiando?
— Caroline me dijo que…
— ¿¡Enviaste a mi jodida asistente como espía!? ¡Vete a la mierda!
Dio media vuelta, dirigiéndose a la salida, y en cuanto su mano tocó el pomo de la puerta, su padre volvió a hablar.
— La encontré, a Evangeline.
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Dos cuerpos, un deseo || COMPLETA
RomancePolos opuestos se atraen... Pero, ¿Qué sucede si dos polos iguales se acercan demasiado? Poder, dinero, belleza, inteligencia... Cosas que cualquier persona desearía tener, y que a ellos les sobraba. Podían con todo, pero había una sola cosa que pod...