Cuando Alex regresó al jardín, la expresión de alivio en su rostro era más que obvia, llamando la atención de Gia, que se había acercado a él en cuanto lo vio.
— ¿Qué pasa? Estás pálido — preguntó, tocando su hombro con delicadeza.
Aria y Nathan ya no estaban con ella, y Felix también había regresado; igual de agitado a su hermano mayor.
— ¿Por qué? No, no tengo nada — respondió, tomando su mano — me sentía un poco mal y fui al baño, solo eso.
Ella asintió no muy convencida, pues la actitud de Gabriel y Felix era bastante sospechosa. Nerviosos y alerta a todo, como si estuvieran esperando a que alguna bomba explotara dentro de la mansión.
— Estoy algo cansada, y aún falta la cena — habló, abrazándolo por la cintura — ¿Nos vamos?
— Claro — respondió, correspondiendo su abrazo.
Ese pequeño momento de paz se vio interrumpido cuando Viviane y Christophe llegaron.
— ¿Están disfrutando de la fiesta? — preguntó el hombre, luciendo encantado por la pareja que tenía en frente.
— Sí, muchas gracias. Aunque ya nos vamos — respondió Gia, despidiéndose de los dos esposos con un apretón de manos — debemos conservar energía para lo que queda del día.
— Es verdad, lo mejor vendrá en la noche — mencionó Viviane, dedicándole una mirada a Alex.
“Prepárate”. Eso era lo que esa mirada gritaba en silencio.
— Entonces, hasta la noche.
Viviane se acercó a su hijastro, abrazándolo de la manera más hipócrita posible; palmeando su espalda.
— ¿Estabas preocupado por su desaparición? — susurró, burlándose — ¿Por qué tanto temor? ¿Acaso le ocultas cosas a tu pareja, pequeño bastardo?
— No te confíes demasiado, maldita víbora; porque alguien puede arrancarte los colmillos — respondió, fingiendo tan perfectamente como ella.
— Por supuesto — habló, alejándose nuevamente — nos vemos en la noche, Alexander.
En cuanto llegaron al apartamento, los dos se lanzaron sobre la mullida cama; totalmente exhaustos del día.
— Gigi…
— ¿Mhm?
El cansancio de la mujer era tal, que estaba a punto de caer en los brazos de Morfeo; sin importar su ropa o tacones aún puestos.
— ¿Y si no vamos al resto de eventos? — sugirió, mirando fijamente al techo. Ella giró su cabeza, viéndolo con curiosidad.
— ¿Por qué? ¿Estás demasiado cansado?
— No es eso… es solo que esa familia es demasiado… venenosa.
— ¿Hablas en serio? Pues los ignoramos y ya, no podemos dejar a Felix plantado.
— Ellos no son fáciles de ignorar, y van a hacer lo imposible por hacerse notar, aunque no queramos.
Gia se quedó observándolo, con la frase “¿En serio?” en toda su cara.
— Alex, ¿Me estás escondiendo algo? — preguntó, empezando a sospechar de él.
— ¿Por qué lo…
— Tu actitud es demasiado rara desde que llegamos a París, parece que estás planeando algo con tus hermanos y… has estado muy precavido con tu familia.
¿En qué momento se volvió tan evidente? ¿O acaso ella era muy observadora? ¿Había llegado el momento de decirle la verdad? ¿Y si estaba muy paranoico y Viviane se había aprovechado? Sí, seguro era eso.
— No es nada de eso. Simplemente estaba nervioso por la actitud de ese nido de águilas para contigo, pero veo que no tengo de qué preocuparme — respondió, acercándose para abrazarla — mejor durmamos un rato, aún tenemos tres horas para empezar a arreglarnos.
— Está bien…
Tal vez estaba preocupada por nada, o estaba exagerando. Pero su corazón… No, seguro no era nada.
El hermoso ocaso parisino cayó, y con él la pareja despertó de su cómodo sueño, preparándose para la gran cena.
— Te ves… hermosa.
El vestido de Gia no era la gran cosa. Lo suficientemente largo para cubrir su calzado, de mangas largas y escote cuadrado, con una profunda abertura en la espalda. La tela era aterciopelada, de color negro.
Estaba terminando de recoger su cabello, en un delicado moño a su izquierda, permitiendo ver el hermoso collar de perlas sobre su cuello, y la cadena del mismo que caía por su espalda. Un atuendo realmente sobrio y elegante, digno de ella.
— Gracias. Tú también te ves muy bien, perfecto para ser mi pareja de baile — respondió, terminando de ponerse los aretes, también de perlas — pero, tienes el corbatín mal hecho.
Alex intentó arreglarlo un par de veces, fracasando en todas.
— Déjame a mí — pidió ella, acercándose para ajustar el accesorio.
— Gracias…
Él lo sentía. Ese acercamiento, esa calidez, esa interacción; probablemente sería la última. Deseaba que fuera solo su subconsciente jugándole una mala pasada, porque de lo contrario…
— Ya está — habló, templando las solapas de su esmoquin, con la misma expresión de tranquilidad.
En el ambiente había cierta sensación de nostalgia y zozobra, tan silenciosa pero pesada. Ella no sabía porqué, y él quería quedarse en ese momento, con ella, para siempre. No quería ir a ese matadero. Sabía que estar allá con ella, era cavar una tumba muy profunda; no para ellos en sí, sino para todo lo que significaban.
Si tanto te preocupa, ¿Por qué no le dices la verdad?
Qué cobarde… por no aceptar tus sentimientos, por no dejar ir el pasado, y por ser cómplice de la tragedia a punto de pasar.
— ¿Vamos? — preguntó, mirándolo con una pequeña sonrisa.
Pobrecita, esa hermosa sonrisa de ojos grises desaparecerá muy pronto… ¿Cómo crees que será su mirada de odio? Si normalmente es intimidante, no querrás imaginar cómo te va a ver cuando…
— Sí, vamos.
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Dos cuerpos, un deseo || COMPLETA
RomancePolos opuestos se atraen... Pero, ¿Qué sucede si dos polos iguales se acercan demasiado? Poder, dinero, belleza, inteligencia... Cosas que cualquier persona desearía tener, y que a ellos les sobraba. Podían con todo, pero había una sola cosa que pod...