Contrato.

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El último piso de MGSA Constructions era prácticamente un área restringida para todo aquel que no tuviera la clave de acceso del ascensor; es decir, aquellos que no fueran Gia, Aaron, Sarah y sus respectivas asistentes personales no podían llegar a dicho piso.

En aquella planta solo había tres oficinas, bastante grandes, por cierto; además de una sala de reuniones, exclusiva para juntas de gran importancia. Aquellos clientes con proyectos que requerían sumas de dinero exorbitantes, mismos que servirían solamente para aumentar aún más el prestigio y valor de la constructora, solo esos clientes podían entrar a esa sala, en donde eran recibidos por Aaron o Sarah y en ocasiones, por la misma CEO.

Obviamente, Alexander Dubois, o "el genio del siglo", como lo había nombrado la revista más importante de negocios, era uno de esos clientes. El proyecto que estaría a cargo de la mismísima Gia Evans constaba de la instalación de una sucursal de las oficinas principales de DBA Technology en la capital de Inglaterra, así como la implementación de diez oficinas en las principales ciudades del mundo. Pertenecientes a países como Francia, Alemania, Canadá, China y Brasil, por mencionar algunos. Dichas oficinas no eran pequeños edificios de locales comerciales, se trataba de grandes construcciones centrales, hechas desde cero, con diseños innovadores y llamativos para el público.

Precisamente por esa razón, Gia era la arquitectura indicada para hacerse cargo. Su nombre era conocido únicamente entre los magnates más grandes del mundo, porque la mujer no se encargaba de obras que no requirieran un gran reto para la constructora.

"Ella es la mejor entre los mejores".

"No habrá otra como ella".

"Una verdadera prodigio".



- La señorita Evans los está esperando - mencionó Julia, en cuanto Alexander, Caroline y Eduard entraron al ascensor. Todos sin excepción, estaban vestidos con mucha pulcritud y elegancia. Después de todo, se trataba de un gran negocio entre dos enormes empresas.

Gia ya se encontraba en la sala de reuniones junto a Adam, hermano mayor de Sarah y el abogado de la empresa. El silencio que había entre ambos era incómodo y pesado. La razón era simple, Adam acababa de confesarle sus sentimientos a la mujer. Desde que se conocían había sucedido unas tres veces y Gia siempre le respondía con indiferencia:

"- No insistas, Adam. No me interesas".

- Está bien, lo siento. No volveré a insistir, lo juro - rompió finalmente con el silencio - pero, por favor... Aunque sea una sola vez, déjame invitarte a cenar.

- Ya tengo planes.

- ¡Mañana! Podemos ir a almorzar si quieres, yo...

- No te lo pienso repetir, Adam. No voy a salir contigo.

- ¿Cómo amigos? - Gia suspiró cansada.

- No, Adam, ni siquiera como amigos. Y si vuelves a mencionar el tema, no me quedará de otra que prescindir de tus servicios como abogado - respondió con seriedad. Estaba enojada y su ceño fruncido lo decía a la perfección.

- Por aquí, por favor - se escuchó la voz de Julia, mientras la puerta se abría. Ambos se pusieron de pie, fingiendo que nada pasaba, aunque sus rostros y el ambiente dijeran lo contrario.

- Señor Dubois, señorita Smith, señor Williams - saludó Gia a todos con un apretón de manos. Adam imitó su gesto - Bienvenidos.

- Señorita Evans - respondieron a su saludo, tomando asiento. Alex se detuvo un momento para ver a Gia por completo.

Estaba al igual que él, vestida completamente de negro, en un traje de lino y una camisa tejida de cuello alto sin mangas, y su cabello estaba perfectamente recogido. Tan impecable como siempre, pensó él.

- ¿Empezamos?







Luego de una explicación detallada sobre el contrato, sus términos, como el tiempo destinado a cada obra, el valor, las fechas aproximadas de inicio y final y el proceso de cada una, todos tomaron sus propias plumas y firmaron el contrato. Alex y Gia como las partes involucradas directamente, los abogados como representantes legales de cada empresa, y Julia y Caroline como las testigos.

- Muy bien, ¿Les parece una copa de champagne para cerrar el trato? - ofreció Gia. Julia salió por un momento y regresó con varias copas y una botella del licor en una bandeja de plata. Todos asintieron y luego de recibir su copa, brindaron.

- Por este gran negocio - inició la mujer.

- Por la mejor inversión - respondió Alex con una sonrisa.

- Por la gran comisión que voy a recibir - añadió Eduard y todos rieron, relajándose después de casi dos horas.


Luego de una corta charla entre todos, Eduard y Adam se retiraron, dejándolos solos, ya que tanto Caroline como Julia habían salido a "guardar los contratos", según ellas.

- Cuando recién llegamos, ¿Estaba molesta?

- ¿Por qué lo dice?

- Por su expresión, tal vez - ambos rieron ante lo obvio.

- Estaba ansiosa, nada más - mintió. Ambos emprendieron camino a la oficina de la mujer, para guardar unos papeles antes de irse del edificio.

- ¿Por verme? - bromeó. Gia rio rodando los ojos.

- Por el contrato, ¿Por qué estaría ansiosa por verlo?

- No sé, tal vez se arrepintió de aceptar mi invitación.

- Yo no me arrepiento de absolutamente nada, jamás - respondió con seguridad. Terminó de arreglar su escritorio y volvieron a salir, en ningún momento hicieron contacto visual.

- ¿De nada? - Gia rio, sabiendo a lo que se refería.

- ¿Usted sí?

- Nunca - cuando subieron al ascensor, la tensión reinó.

- ¿A dónde iremos?

- Es una sorpresa - ambos se vieron fijamente, frente a frente. Se sentían como dos niños jugando.

- No me llevará a alguna bodega abandonada y se deshará de mí, ¿O sí?

- ¡Bingo! - Gia rio - Lo de deshacerme de usted no, la bodega tal vez.

- Mmm, en ese caso tendré que vengarme - ninguno se dio cuenta realmente, pero ambos se acercaron un poco, solo un poco.

- Ah, ¿Sí? - preguntó, levantando una ceja - ¿Cómo pretende hacerlo?

- Sencillo, todo lo que me provoque, se lo devolveré multiplicado por diez - Alex sonrió.

- ¿No importa lo que le haga? - la tensión cada vez aumentaba más y más, sintiendo como el ambiente se volvía más caluroso para ambos.

- Exactamente - susurró y, antes de decir algo más, las puertas se abrieron - Señor Dubois, ¿Me podría dar su número? Luego le envío mi dirección.







Cuando el ocaso cayó, Gia decidió llamar a Sarah antes de que Alexander llegara por ella.

- ¿¡Saldrás con alguien!? - gritó, viéndola maquillarse.

- No es necesario gritar - respondió, rodando los ojos.

- Es que no lo creo. Me voy unos días y ya estás teniendo citas.

- No es...

- ¿Con quién saldrás? Espera, no me digas que el odioso de mi hermano te convenció.

- ¡No! ¿Qué te pasa? - ambas rieron.

- Es que realmente no conozco a nadie que... Espera - Gia rodó los ojos una vez más - No, no tengo idea.

- No te lo diré igualmente, así como tú no me dices con quién sueles salir.

- Ay, Gigi, por favor - respondió obvia - con la única persona con la que salgo es con el tonto de Miller, lo sabes.

- Tonto y todo lo que tú quieras, pero cada vez que pueden se encierran en tu oficina.

- ¿¡Qué!? Por Dios, ¿Cómo se te ocurre? - ambas rieron nuevamente, y el monitor del apartamento sonó.

- Ya llegaron por mí, adiós - colgó rápidamente, y con nerviosismo bajó hasta la puerta.

- ¿Qué pasa?

- Señorita, afuera hay un hombre que pregunta por usted.

- Ya bajo.







Alexander estaba a punto de llamar a Gia cuando la vio salir. Un top de seda ajustado a su torso, una minifalda con una cadena de oro alrededor de su cadera, unas largas y altas botas de cuero, ajustadas a sus piernas y una larga gabardina. Iba vestida totalmente en negro.

- Déjeme adivinar, ¿El negro es su color favorito? - preguntó cuando finalmente estuvieron cerca.

- Al igual que para usted, por lo que veo.

- Se equivoca, mi camisa es azul petróleo - sus mangas estaban arriba de sus antebrazos, y los botones del cuello desabrochados, pero su pantalón sí era color negro.

- Vaya diferencia - se burló. Él abrió la puerta del copiloto para que ella entrara y luego, rodeó el vehículo para empezar a conducir.

Ambos sabían lo que podía pasar esa noche, y no podían estar más emocionados por ello.



Dos cuerpos, un deseo || COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora