Alex corrió lo que jamás había corrido en su vida. Por sus sienes se deslizaban grandes gotas de sudor rápidamente; su corazón latía tan frenéticamente, que creyó que en cualquier momento explotaría; y su pecho subía y bajaba, mientras tomaba grandes bocanadas de aire, que luego expulsaba en jadeos calientes por el esfuerzo.
— ¡Espera! — la tomó del brazo, con la suficiente fuerza para detenerla. Ella no volteó en ningún momento, no quería verlo, no así.
— ¿Qué quieres? — preguntó con brusquedad, pero sin soltarse de su agarre.
— ¿En serio te vas?
— ¿No es obvio? — sus ojos perforaron su espalda, buscando que se volteara a verlo, aunque fuese una última vez.
— ¿Pensabas irte sin siquiera decirme? ¿Ese es tu supuesto amor por mí? — preguntó herido. Habían sido pareja por más de cuatro años, y de un momento para otro, la había perdido sin tener idea del porqué.
— Así es, no te amo, ¿Feliz? Ya me aburrí de ti, ya conseguí lo que quería. Ahora suéltame, me dejará el avión — respondió girando su cabeza solo un poco, viéndolo de reojo.
Sus ojos estaban empañados, no podía creerlo. Pero, ¿Cómo hacerlo? Si hasta hace una semana eran los más enamorados, hasta que ella despareció por completo, ni su residencia ni su número eran los mismos, y cuando finalmente apareció, se iba del país sin que nadie aparte de Daniel lo supiera.
— ¿Por qué? ¿Qué hice? Yo...
— Alexander, si nos volvemos a ver, te prometo que te lo diré todo. Ahora debo irme — dijo en un hilo de voz, soltándose con facilidad de él, retomando su camino.
— No — su voz sonaba firme, como la de su padre — Si te vas de esta manera, no importará nada, ya no te escucharé. Si te vas...
— Está bien — respondió con una melancólica sonrisa — Dieu seul sait combien je t'aime, ma lune.
— Dieu n'existe pas — quería echarse a llorar como un niño pequeño, pero en lugar de eso, derramó una única lágrima, llena de dolor, amor y resentimiento hacia la mujer que le estaba dejando sin una explicación.
— Nos vemos, Alex — cuando desapareció entre la multitud, Alex dio media vuelta, con su mano apretando fuertemente su pecho, marchándose en un adiós silencioso.
— ¡No! — jadeó con fuerza, despertando gracias al sueño que había tenido. Tal como en el, su frente brillaba por el sudor, y sentía los escandalosos latidos de su corazón martillando en su oído. El dolor de cabeza era una simple añadidura, pero la razón estaba en la mezcla de bebidas alcohólicas que había hecho en la noche.
Sintiéndose nauseabundo, se levantó de la cama, pasándose la mano por el cabello. Entró al baño y, luego de una larga ducha, decidió salir a la sala y para su sorpresa, la escena era la misma que tenía en mente.
Todos estaban sentados en el comedor con sus cabezas sobre el frío cristal, mientras esperaban el desayuno que Aaron y Gia preparaban. Ellos eran los únicos sin resaca, así que se estaban encargando de preparar un caldo y mucho jugo de naranja para los demás.
— Buenos... ¿Días? — se sentó en una silla al lado de Juliette. Todos murmuraron una respuesta que verdaderamente, ninguno entendió.
— Levanten sus cabezas, que ya llevo el desayuno — ordenó Gia, su voz era igual de gélida que siempre.
Puso uno a uno los platos sobre la mesa, sin dirigirle la mirada a Alex en ningún momento. Luego, se sentó frente a él, esperando a que Aaron llevara los vasos de jugo.
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Dos cuerpos, un deseo || COMPLETA
RomancePolos opuestos se atraen... Pero, ¿Qué sucede si dos polos iguales se acercan demasiado? Poder, dinero, belleza, inteligencia... Cosas que cualquier persona desearía tener, y que a ellos les sobraba. Podían con todo, pero había una sola cosa que pod...