Al llegar al apartamento de Alex, el deseo que estaban conteniendo, finalmente explotó.
— Me las pagarás — advirtió Gia, empujando a Alex sobre el sillón frente a la ventana, que era casi igual de grande a la de su penthouse.
— Oh, ¿En serio? — se burló con una sonrisa, recibiendo a la mujer sobre su regazo.
Gia sonrió, de una forma que rozaba lo macabro.
— Suplicarás dentro de poco, te lo aseguro.
Se acercó a sus labios, repasándolos superficialmente con la punta de su lengua, sin llegar a más. Luego, bajó por su cuello, repartiendo besos húmedos por toda la extensión.
— ¿Esta es tu manera de castigarme?
— ¿Se siente como un castigo para ti? — preguntó, bajándose de su regazo.
Sosteniéndose de sus muslos, se arrodilló frente a él, desabrochando su abultado pantalón.
— Diría que, como un premio, en realidad — su excitación aumentó al ver a Gia así. Arrodillada ante él, con esos afilados ojos mirándolo con hambre, y esas ágiles manos listas para consentir su dureza.
— Ya veremos si sigues pensando lo mismo — respondió, escupiendo en su palma.
Alexander echó su cabeza hacia atrás al sentir la mano mojada de Gia cerrándose a su alrededor, empezando a bombearlo con la fuerza y rapidez exacta para hacerle tensar la mandíbula.
— Oh, mierda — jadeó cuando un trozo de carne blanda, húmeda y muy caliente presionó la punta de su glande. Al bajar un poco su vista, se encontró con la imagen más erótica de toda su vida.
Gia estaba dando pequeñas lamidas por su glande, mientras seguía bombeando con sus dos manos. Parecía una buena chica, lamiendo su paleta preferida.
— Sí, mierda. Sigue así — gruñó, acariciando el cabello de la mujer, viéndola sonreír mientras seguía en su ardua labor.
Poco a poco empezó a sentir la presión acunarse en sus testículos, preparándose para su segundo orgasmo del día. Y justo cuando estuvo por explotar, Gia le quitó todas las atenciones, poniéndose de pie.
— Eres una…
— ¿Perra? — se rio, quitándose su pequeña chaqueta. Toda su ropa era ajustada a su figura, y al estar en contraluz, Alex podía observar el imponente y sensual cuerpo de la mujer.
Gia se acercó hasta su oído, lamiendo y chupando el lóbulo.
— Sí, Alex. Mi verdadera cara es la una perra adicta al sexo, pero eso es lo que te tiene así — agarró por un momento la dureza del hombre, sacándole un jadeo.
— Dios — susurró, sintiéndose tan pequeño frente a ella, tan inexperto y frágil frente a aquella femme fatale. Mientras tanto, ella rio.
— No, Alex. Deberías pedirle al Diablo, porque eso es lo que soy en este momento.
Nuevamente se alejó de él, rodeando el sillón.
— ¿Quieres subir? O ¿Te quedarás a solucionar eso con tu mano?
Cuando ambos estuvieron en la habitación principal, Gia retomó el control.
— Aún no he acabado contigo, monsieur Dubois — recordó, sacando su top por encima de sus hombros, y Alex volvió a maldecir.
— ¿Tampoco tenías sostenedor? Mierda, pude haber aprovechado en la fiesta — Gia rio, quitándose rápidamente las botas mientras Alex se bajaba los pantalones hasta sus pantorrillas.
— Y ahora tendrás que quedarte con las ganas — enrolló un poco su falda, y apoyándose de los hombros de Alex, se subió a horcajadas sobre él, sin penetrarse aún.
— Tal vez no lo hice en la fiesta, pero en estos momentos me muero de hambre — acarició la cintura desnuda de la mujer, rozando con su pulgar la piel bajo sus senos — no te lo había dicho, pero tienes una piel hermosa — susurró — y esto… — pasó suavemente las yemas de sus dedos por el pequeño tatuaje — La tentazione è l’unica cosa che mi mantiene sano di mente.
— ¿Y a ti? ¿Qué te tiene cuerdo? — preguntó, desabrochando lentamente los botones de su camisa. Alex sonrió, observando los otros dos tatuajes.
Una mariposa en tinta blanca sobre el interior de su brazo derecho, y la palabra eternità en tinta negra debajo de su clavícula izquierda.
— Todo, a excepción de ti — ella sonrió. Acomodó el miembro entre sus pliegues, lubricándolo con su propia esencia, y empezó a bajar con una lentitud desquiciadora.
— Entonces… permíteme volverte loco — suspiró cuando estuvo completamente llena.
— Gia — jadeó, apoyándose del colchón, dándole el control total a la mujer — ya lo hiciste, desde el primer segundo de conocerte.
Ella sonrió, tomando las rodillas de Alex como punto de apoyo, empezando a dar pequeños saltitos sobre su polla.
Se sentía tan invadida, tan llena, bombeándose con su propia fuerza. Estaba excitada, cada embestida, cada salto, el rostro de Alex tensarse ante el placer que ella misma causaba, sus jadeos y respiraciones errantes, el aroma a sexo que desprendían sus cuerpos. Todo sobrecalentaba su cerebro, llevándola al borde.
Alex por su parte estaba fascinado. La vista de Gia con una sonrisa mientras lo follaba, su faldita enrollada cada vez más alto, sus blancos senos rebotando con cada sentón que daba, su piel empezando a brillar por el esfuerzo.
En ningún momento le pidió ayuda o se mostró cansada, mantuvo su propio ritmo, saciándolos poco a poco a ambos. Era tan dominante, tan arrogante y seductora. Se sentía enviciado, drogado por ella. Sentía que viajaba entre dimensiones, entre el mismo cielo y luego caía en el infierno, entre sus pecadoras manos.
— Mierda Gia, sigue saltando para mí, déjame ver tus tetas rebotar en mi cara — se acercó a ella, con su boca entreabierta, y besó sus pechos.
— ¡Alex! — gimió ella, asemejándose al maullido de una gatita en celo.
— Sí, sigue brincando como una perra… solo para mí — chupó, lamió y mordió sus pechos y pezones, robándole obscenos gemidos a Gia.
— ¿Te gusta que sea una perra? ¿Te gusta verme portarme como una puta? — gimió, presionando con su propia mano su vientre bajo, sintiendo el pene de Alex dentro de ella — Ah, tu maldita polla es perfecta, joder.
— Qué boca tan sucia, Gigi… Sigue siendo mi puta, me encanta verte así, como una pequeña perra — tomó a Gia de las caderas, acercándola a él. Sus puntos de apoyo cambiaron. El de ella cambió a los hombros de Alex, y el de él cambió a sus caderas.
Gia empezó a saltar con más fuerza, enterrando sus uñas en los anchos hombros de Alex. Mientras que él se divertía entre el valle de los senos de la mujer, amamantándose.
— Dime, dime que te gusta mi cuerpo. Dilo, Alex — el sonido del chapoteo entre sus cuerpos se expandía por toda la habitación, junto a sus jadeos y gemidos. Estaban descubriendo un gusto que no sabían que tenían.
— Tu maldito cuerpo me encanta… Amo tus tetas, y ese culo tan caliente — jadeó, subiendo completamente la falda. Observó entretenido cómo su polla era devorada por el coño de Gia — me encanta tu pequeño coñito, tan jodidamente caliente y mojado siempre, dispuesto para tragarse mi polla. Me encanta tu cinturita, tan pequeña y fácil de manejar.
Sin que Gia lo esperara, Alex salió completamente de su interior, dándole la vuelta. Nuevamente la sentó, del lado contrario, teniendo la vista de su culo y espalda.
— Justo como ahora — susurró, inclinando la espalda de Gia hacia adelante.
— ¡Oh, mierda, así! — gimió ella, sintiendo su polla en todas partes.
Les excitaba hablarse de manera brusca y grotesca, y lo acababan de descubrir.
— ¿Sabes algo? La próxima vez que vaya a tu oficina, te follaré en el escritorio, y luego en el sofá — susurró, golpeando su nalga derecha con fuerza — luego en la sala de juntas, sobre esa elegante mesa, para que siempre te acuerdes de mí, de mi polla rompiendo tu lindo culo como ahora.
— ¡Sí, así! Alex, mierda.
— ¿Y sabes dónde más te voy a follar? — gruñó, acercando nuevamente el cuerpo de Gia al suyo, pegando su espalda a su pecho, mientras masajeaba sus enrojecidos pechos — en ese ventanal enorme. Presionaré tus senos sobre ese frío cristal, mientras lloriqueas por mi polla.
Las penetraciones no cesaban, descontrolándose cada vez más, a medida que se acercaban al clímax.
— Alex... — gimió, sintiéndose demasiado sensible de repente. Las lágrimas empezaron a caer mientras el orgasmo la poseía, viajando desde su cabeza hasta los dedos de sus pies. Se agarró de la nuca de Alex, echando su cabeza hacia atrás, mientras blanqueaba sus ojos por completo.
— Mierda — gruñó él, corriéndose casi al mismo tiempo. Los espasmos se apoderaron de sus cuerpos por unos segundos, mientras ambos se exprimían hasta la última gota.
Finalmente, Alex salió de su interior, cayendo con ella sobre la cama. Con cuidado bajó su falda y se deshizo del resto de su ropa, mientras Gia mantenía sus ojos cerrados, terminando de disfrutar su liberación.
— Gracias — susurró ella al sentir como limpiaba su intimidad con lo que suponía ella, era su ropa interior.
Alex la acomodó bien en la cama y, acostándose a su lado, cubrió sus cansados cuerpos con las sábanas.
— Ese ha sido el mejor castigo de mi vida — ambos rieron, cayendo en un profundo sueño al poco tiempo.
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Dos cuerpos, un deseo || COMPLETA
RomancePolos opuestos se atraen... Pero, ¿Qué sucede si dos polos iguales se acercan demasiado? Poder, dinero, belleza, inteligencia... Cosas que cualquier persona desearía tener, y que a ellos les sobraba. Podían con todo, pero había una sola cosa que pod...