Un corazón delicado

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La tranquilidad de Xiao Xingchen se vió interrumpida por el estruendoso motor de una motocicleta. Levantó la vista para ver por el ventanal de la biblioteca un conductor bastante apresurado.

Aunque aún tenía el casco puesto podía reconocer al conductor: era Xuan Yu. Miles de preguntas se le pasaron por la mente al verlo llegar y sobre todo con esa prisa. Levantó el visor del casco antes de entrar y disculparse con la bibliotecaria por el escándalo.

—Bendito Buda, aquí estás— exclamó en cuanto lo encontró. Xuan Yu lo abrazó por la cabeza porque aún estaba sentado. Parecía como si no lo hubiera visto desde años atrás.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?— le preguntó al verlo tan alterado y abrazándolo. Era extraño.

—Tenemos que irnos— dijo al mismo tiempo en que lo soltaba. Al ver su cara de extrañeza, tuvo que explicarle: —Song Lan volvió a China.

Xingchen sintió que el mundo se le venía abajo. Toda la paz que sentía minutos antes fue eliminada por aquella noticia. Tarde o temprano tenía que volver al mundo real, sí, pero esperaba que fuera más tarde que temprano.

Quería evitar enfrentarlo. Quería borrarle la memoria para que no recordara que eran prometidos, para que no supiera nada sobre él. Cómo eso no era posible, por el momento tenía que ocultarse.

Con pesar en el corazón, dejó el libro en su estante. Xuan Yu le ayudó a cargar las bolsas con compras para meterlas en la caja que tenía detrás del asiento de la moto. Xingchen tuvo que llevarse la maleta con él.

Xuan Yu había recorrido media ciudad para encontrar a su cuñado. Desde el departamento hasta la galería de arte y todas las posibles localizaciones en donde podía estar. No fue hasta que llamó a Yang que supo dónde podría estar.

Sintió pesar al ver el rostro triste de Xingchen, sin embargo, no podía hacer algo más que apoyarlo y llevarle a un lugar donde se sintiera seguro, antes de que Song Lan lo encontrará.

Le dió el otro casco para que se protegiera. También le serviría para pasar desapercibido.

En cuestión de minutos llegaron al departamento de Xue Yang. El sol comenzó a ocultarse, anunciando que los días tranquilos de Xingchen estaban por acabarse. Hizo una mueca sin querer ya que quería pasar más tiempo con Xue Yang y no solo teniendo sexo.

Quería conocerlo más y más con cada día. Ser su pareja, tenerlo en su vida, no como un secreto justo como en ese momento. Para eso tenía que terminar su relación, cosa que iba a ser difícil y no por lo que pudiera sentir por Zichen, sino por muchísimas más razones las cuales no quería pensar en ese momento.

Se tiró en la cama de Yang, abrazándose a sí mismo, oliendo el aroma del otro en las sábanas y en la camisa que le prestó. Percibió el olor peculiar de otra cosa: los fluidos que la noche anterior habían surgido de ambos.

En lugar de alegrarse o tener un pedazo de paz, sintió asco de sí mismo. Había sido infiel, se convirtió en la misma cosa que Song Lan. Por primera vez desde que conoció a Yang sintió culpa por alguien más que Zichen.

¿Cómo se sentiría Yang al respecto? ¿Se sentiría usado?

Había evitado comer para preparar algo que sorprendiera al par de hermanos y que fuera de su agrado pero, en ese momento supo que hizo bien ya que salió corriendo al baño para vaciar su estómago. Era el asco que sintió hacia él mismo.

Era una basura, un idiota como Zichen.

Suspiró. Sentado a lado del retrete pensó en lo que podía hacer, en lo que tenía que hacer. Si quería tener otro tipo de relación con Xue Yang tenía que ponerlo como prioridad, tenía que demostrarlo, con actos y no solo con palabras.

Getaway carDonde viven las historias. Descúbrelo ahora