Paper Ring

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El color blanco le hacía sentir pequeño, atrapado entre las paredes. El silencio y el olor a desinfectante le estaban sofocando, trayendo recuerdos nada gratos de su niñez. La peor parte era que no podía irse de ahí ya que su tía quería que estuviera presente en todo momento.

Por desgracia, Song Lan había comenzado a caminar con muletas, así que su paz terminaría pronto. En esa hora ya se había resignado a pasar toda la noche en vela, esperando algun cambio respecto a su prometido. Su resignación fue interrumpida por el sonido de una llamada.

Sus ojos se abrieron de tal forma que creyó que sus lentes de contacto saldrían de la cuenca. Tuvo que silenciar la llamada esperando que su tutora no se diera cuenta. Unos segundos después de que la llamada terminara, recibió un par de mensajes ilegibles.

Los leyó varias veces hasta que pudo entender que Xue Yang le pedía que bajara, que estaba afuera del hospital.

Su tía le miró curiosa, con ganas de saber quién le escribía tan tarde. Se excusó con que era sobre trabajo y que debía devolver la llamada. Bajó con rapidez hasta la salida, dónde un ebrio Xue Yang le esperaba.

Su vista estaba clavada en el cielo nocturno, como si estuviera esperando algo, tal vez una señal. Giró su rostro para encontrarse con la presencia etérea del dueño de los luceros zafiro. Sonrió como idiota antes de correr hasta él para robarle un beso.

Xingchen agachó su cabeza y dejó que usará sus labios de la forma en que gustara. Soltó un suspiro al reconocer el sabor del alcohol y tabaco en esa lengua exquisita, al igual que sentir las manos ajenas empezar a bajar peligrosamente hacia las piernas. Cayó cuenta que su novio estaba ebrio.

Tuvo que detener el beso aunque su interior le decía que no lo hiciera.

—¿Qué pasa?— preguntó entre respiros pesados curioso y divertido.

—Vámonos, te voy a llevar a Italia para que seas libre, te prometo que te voy a dejar hacer lo que quieras, que te dediques a lo quieras y jamás en mi puta vida te voy a prohibir nada— prometió arrastrando las palabras, ligeramente.

La sonrisa de Xingchen se ensanchó y a la vez, se volvió triste. En parte le enternecía que su novio pensara en eso cuando se encontraba ebrio, por otra parte, le ponía triste tener que huir. Yang alzó las manos para apretarle las mejillas además de acariciarle el rostro.

—¿A dónde vamos a ir primero?— cuestionó Xingchen mientras acariciaba la extremidad en su rostro. Chengmei le miró con confusión, realmente no lo había pensado bien —¿Quieres ir a un hotel?— sugirió.

Su novio asintió después de pensarlo unos minutos. Luego de obtener esa respuesta, lo llevó a su auto para resguardarlo mientras subía con su tía. Inventó que tenía trabajo de emergencia para el día siguiente y que debía ir a descansar. Por suerte, su pésima mentira resultó ser creíble.

De vuelta en el auto, notó que Chengmei buscaba algo con desesperación, especialmente en las bolsas pequeñas, incluso en el guante izquierdo que terminó por quitarse.

—No traigo dulces— murmuró molesto. Su rostro formó una mueca triste, portandose como un niño pequeño.

Esa parte tan escondida y vulnerable había salido por primera vez frente a Xingchen. Él solamente pudo consentir a ese niño tan tierno. Buscó entre sus bolsillos algún caramelo guardado que hubiera olvidado darle, porque desde unos meses atrás comenzó a cargar con distintos tipos de golosinas para regalarle a su novio.

Encontró un par de paletas de cereza, las cuales extendió con una sonrisa indescifrable. Yang las tomó entre sus manos con felicidad, literalmente: cómo un niño en dulcería. Reaccionó unos según después para empezar a besar la mejilla del otro.

Getaway carDonde viven las historias. Descúbrelo ahora