Lujuria italiana

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Xingchen bebió un trago del café amargo, mientras miraba con lujuria el cuerpo de Xue Yang. Los movimientos de los brazos descubiertos, el sonido de las manos y los leves tarareos de alguna canción desconocida. Sus dedos recorrían los vegetales con delicadeza, con firmeza, con el agarre habitual que usaba a al hora de cocinar, pero Xingchen parecía interpretarlo de otra manera.

Era tan caliente la forma en que las uñas se enterraban con descuido en los vegetales y los jugos de estos dejaban manchas en las falanges.

Quería agarrar la mano izquierda para lamer los líquidos insípidos. Sabía que sería extraño, así que se quedó en su lugar, esperando que el otro dijera algo, o hiciera algo además de darle zanahorias cortadas en la boca con la clara indicación de no morder, al menos al recibirlo.

El modelo estaba a una provocación de llegar a su límite, a punto de arrebatarle el cuchillo, empujarlo contra la mesa para besarlo, provocarlo hasta que se rindiera y terminaran follando en la cocina.

Las primeras provocaciones fueron mientras seguía aprendiendo a manejar el arma de fuego, sintiendo el miembro semi duro de Chengmei contra sus piernas, las manos resbaladizas que bajaban desde la cintura hasta la cadera.

Luego, cuando entraron a cocinar al mediodía, Xue Yang lo elogió como siempre, solo que poniendo especial atención en los movimientos de los dedos, de la boca y la voz melodiosa que tenía, en especial cuando se quejaba por el dolor. Después, Chengmei tomó una ducha y salió desnudo por completo, mostrando su pene erecto al aire, casi restregando el miembro en la cara de Xingchen.

Entonces, tenía hambre. Ansiaba saciar su necesidad de caricias, de besos intensos llenos de lujuria y deseo desmedido. Sin embargo, parecía que Xue Yang le estaba torturando hasta que se rindiera, o le dijera que rogara por ello.

Suspiró con cansancio dándose cuenta de que tenía apetito y hambre verdadera, por lo tanto, no tenía otra opción que seguir recibiendo las verduras en tiras. Cuando tuvo suficiente, se acercó a su novio para darle un beso en la mejilla y decirle que iría a ponerse la pijama.

Chengmei seguía en su papel hasta que Xingchen comenzó a alejarse y le soltó una nalgada que provocó un sonido delicioso, un gemido que resonó por el lugar silencioso.

Una vez más, el modelo agradeció estar alejado de la civilización.

—¿Te dolió? —preguntó Ya g con la burla impregnada en la voz. A pesar de la pregunta obvia, Xingchen asintió—. Ven aquí —jaló su brazo para acomodarlo frente a la alacena.

El rostro de Xingchen estaba mirando la madera vieja y barnizada en el momento que sintió las manos de su novio bajando el pantalón hasta que sus glúteos estuvieron al aire libre. Se quedó inmóvil por la sorpresa, sin saber qué hacer realmente.

Luego, sintió un par de labios húmedos que besaron la parte rojiza antes de sentir una lengua que recorrió la piel hasta la cintura. Un jadeo involuntario escapó de sus labios, odiando ser tan sensible y escandaloso en ocasiones.

—Listo, puedes ir a cambiarte —avisó mientras subía la prenda. Deslizó su mano izquierda por todo el torso hasta subir al cuello, el cual presionó con suavidad—. Procura que sea algo fácil de quitar —murmuró en su oído y apretó el glúteo del lado contrario.

Xingchen volvió a girar para encontrar el Xue Yang que conocía. La sonrisa llena de maldad se extendió por los labios apetecibles y sintió que sus piernas temblaron al sentir la mirada voraz. Por unos minutos pensó en arrodillarse y abrir la boca para ser usado; estaba seguro de que sí lo hacía solo iba a recibir risas burlonas.

Tomó la valentía suficiente de darse la vuelta, subir hasta su habitación y buscar una "pijama". Su cuerpo había reaccionado por él, poniendo duro su pene, avisando que debía ser atendido.

Getaway carDonde viven las historias. Descúbrelo ahora