Edgar Allan Poe

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Xue Yang amaba leer, especialmente en la biblioteca que se encontraba cerca de su hogar.

Siempre que tenía un día libre lo usaba para salir a leer, al menos en la mañana. Le gustaba ese olor a cítricos en el líquido limpiador que la bibliotecaria usaba para limpiar desde el suelo hasta las mesas.

Así que ese día de descanso, esa mañana, salió con la esperanza de releer su libro favorito. Entró con alegría al lugar sin encontrar a la chica sonriente.

Supuso que seguiría limpiando algún estante. Se dirigió al pasillo de terror y misterio, un par de sus cosas favoritas en el mundo.

Estuvo un rato buscando por todo el librero la antología que siempre tomaba. Solo que no apareció. Por un momento creyó que había revisado mal, así que volvió a revisar otra vez, hasta que se rindió. Solo había dos copias de aquél autor y siempre estaban libres.

Inhaló aire. Caminó hacia la bibliotecaria joven que llenaba hojas de quién sabe qué. La chica le reconoció al instante, así que le sonrió.

—Hola ¿Te puedo ayudar en algo?— preguntó amable, como siempre.

—Sí ¿Dónde está Edgar Allan Poe? Ya sé que muerto, me refiero a que no está en el estante— cuestionó mostrando sus colmillos.

La chica rió suavemente, ya que una de las reglas del lugar era "no hacer ruido".

—Déjame revisar— prendió el computador, buscó entre todo el registro hasta que lo encontró —Lo pidieron prestado. Supongo que el otro lo tiene alguien más aquí— le explicó sin perder su ánimo.

Suspiró pesado y se dió la vuelta luego de agradecerle. No iba a desperdiciar su día de descanso por un libro, aunque no fuese lo mismo. Dió varias vueltas por los estantes sin atreverse a tomar uno.

Al final se decidió por uno al azar: tapas rojas y lo suficientemente largo para entretenerse. Tomó un lugar en las mesas más vacías encontrando un lugar agradable donde solo había otra alma.

Cuando estaba por abrir el libro notó algo: la persona con la que compartía mesa tenía su libro. Las pastas color paja, las letras que decían: "Edgar Allan Poe, recopilación de todos sus cuentos", parecían brillar.

Fingió leer solo para ganar tiempo y pensar en cómo quitarle el libro. Tal vez sí se levantaba al sanitario podría tomarlo e ir a otra mesa para fingir que no sucedió nada.

Pero no pudo esperar.

Se levantó para acercarse un poco más. Podía pedírselo amablemente; si no funcionaba, se lo quitaba sin chistar.

—Oye— murmuró lo suficientemente alto para que la persona frente a él prestara atención.

El plan era pedírselo o quitárselo, pero tuvo un problema.

El joven levantó la mirada de las paginas llenas de letras y dejó ver sus resplandecientes ojos color zafiro.

La garganta de Xue Yang se cerró, las palabras dejaron de existir.

Mentalmente, se golpeó. Había conocido infinidad de personas atractivas, él coqueteaba con todos los seres que se le cruzaran sin temblar un poco. Bien, podía ser que en realidad ese tono de azul era intenso; tan intenso que podía ahogarse en él.

—¿Qué pasa?— preguntó metiendo sus manos a los bolsillos del abrigo gris que vestía. Aún con la actitud extraña no evitó sonreírle.

—Es mi libro— contestó cuál niño posesivo —Sé que es una biblioteca pública, pero es mi libro y quiero leerlo. Ahora bien, podemos negociarlo o te lo puedo quitar— agregó con seriedad.

Getaway carDonde viven las historias. Descúbrelo ahora