Capítulo XXIII. El castigo de Medusa.

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Ruyman.

Al entrar en la suite sinceramente sentía que había vivido el día más largo de mi vida, y eso ya era extraño, ya que en ocasiones cuando había que cerrar tratos o programar funciones, el día perfectamente podía pasar de veinticuatro a cuarenta y ocho horas de manera interrumpida que, a exención de alguna cabezada en el sillón o en la habitación adjunta de mi despacho, eran sesiones maratonianas. Pese a eso, sentía que este día, había sido aún más largo.

Mientras me ponía cómodo, una voz cantando, un tanto peculiar, me llamó la atención, llegaba desde el baño, así que me acerqué para ver qué pasaba, temiendo un poco por mis pobres oídos.

Fue allí donde me encontré con la segunda visión más excitante y rehabilitadora que había tenido en el día de hoy, y sinceramente, en mucho tiempo. La primera había sido en el camarote de mi jet privado, y aun la guardaba en mi retina.

La segunda fue inesperada, ya que me esperaba encontrarme a la diosa mal, deprimida y triste, por lo que había vivido con esa persona que le había dado la vida, pero al parecer me había equivocado.

Pero estaba también en la categoría de ser digna para para ser grabada, y guardada. Dentro de la gran bañera yacusi de la suite presidencial del gran hotel Luxury The Langham Chicago, se había colado la diosa Andrómeda, que disfrutaba de su baño de burbujas, acompañada de vino, que a mi parecer tenía demasiada espuma. Entre el vapor de agua condensado, y el calor que generaba esa visión, daba la sensación de estar en un cuento de hadas, donde la diosa esclava parecía etérea.

Lo único que desentonaba en toda esta ilusión, era oir como destrozaba, literalmente con su voz, una de las baladas rock de los ochenta de uno de mis grupos favoritos, Europe.

No pude evitar sonreír mientras veía a la diosa dándolo todo con los ojos cerrados, como todos los buenos cantantes que se concentran en su música, lástima que ella no entrara en ese grupo. Me acerque al borde de la bañera para no perderme detalle, a riesgo de que mis pobre oído sufrieran tremenda tortura.

Si eludía lo graznidos de la diosa, mientras intentaba cantar, la visión que tenía delante era de la mejores, con la cabeza apoyada en una gran toalla, al borde de la bañera, el vino en su cubitera justo a los mandos del agua, una copa de vino blanco, que la diosa, tenía en su mano, la cual movía al son de la música. Así mismo, bajos las tentadoras aguas cubiertas por una espuma molesta y blanca, Andrómeda estaba desnuda, veía su piel sonrosada por el calor del agua, y de vez en cuando, mientras la diosa se movía, sin darse cuenta, al ritmo de la música, se podía entre ver la parte superior de los senos.

En ese monero desee ser Moisés en medio del mar rojo, que, con sólo alzar la vara, estas aguas se abrirían para dejarme alcanzar la tierra prometida.

Lo único que estaba desluciendo la experiencia era esos gritos desgarradores llamado a la pobre "Carrie", creo que Europe, si hubiera oído a la diosa cantar uno de sus Hipnos, se hubiera replanteado sacarlo a la venta, para evitar que ciertas personas, como Emilia Monti, lo destrozasen.

Decidí que, como tortura, ya había aguantado lo suficiente, así que me hice con el mando del sistema multimedia y lo apagué.

La diosa abrió los ojos y al verme frente a ella, sus ojos, por unos segundos, se abrieron más de lo normal, gracias a que tenía su pelo recogido en alto, se podía ver perfectamente ese cuello tentador, que se ruborizaba. Quise mantenerme serio, pero sinceramente se me hacía muy difícil, lo que deseaba, al ver la cara de azoramiento de la diosa esclava, era soltar una carcajada, hacía tiempo que no me reía tanto, desde que mi hermano y yo planeábamos y ejecutábamos una de nuestras ingeniosas travesuras, con el consiguiente posterior castigo por parte sus majestades, los reyes Carlos y Diane.

Comprada por la mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora