Capítulo IX. "Las cadenas que nos unen. Parte 2."

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Ruyman.

- "Muy bien Perseo, deberías hablarme de ti, no conozco nada de ti, ni tu nombre, ni tus empresas, me imagino que, por tu español, eres venezolano o español, lo que sí sé es que tu familia te metió en esto, para que te casaras, no tuvieron ojo, metieron la pata hasta el fondo, ¿no?."- me dijo intentado parecer no afectada. Eso me causó gracia, dentro del amasijo de sensaciones que sentíamos, el que ella luchara por controlarse, me parecía algo maravilloso para mi orgullo de hombre insatisfecho.

- "Te vas a casar, Emilia Monti, con Ruyman Bencomo, CEO del grupo C.P.A., soy español. Canario para más exactitud, y en cuanto a lo de mi familia, es lo que te voy a pedir, para mi familia, yo estoy loco por ti, y tú por mí, sino lo creen, todo lo que has vivido con el cabrón de Marchetti, será un paseo en el parque, te lo aseguro."- La vi abrir los ojos de la impresión a medida que yo le contaba quién era yo. De echo me pareció tan encantador verla sorprenderse así, que me inundaron de nuevo las ganas de besarla, si es que alguna vez se fueron.

- "Veo futura señora Emilia Bencomo, que no esperaba que de la noche a la mañana se convirtiera en alguien tan importante, tanto, que lo primero que vamos a hacer tras casarnos, es ir a Chicago para recoger tus cosas y visitar a tu madre, para agradecerle que nos haya ayudado tanto a conocernos, y que nos de su bendición. ¿Tenemos una alianza?"- ella no pudo evitar sonreír ante mis palabras, sabía que, si yo estuviera en su caso, la palabra venganza sería más que un lema, sería una forma de vida, y ya que nos habían obligado, nuestras familias, a entrar en esta situación macabra y sin sentido para nosotros perfectamente podíamos ayudarnos el uno al otro, a vengarnos de nuestras respectivas familias, claro está, en diferentes grados.

Estiré la mano para estrechar la suya, como una forma de cerrar el trato, pero en el momento que mis manos tocaron su piel, un cosquilleo de anticipación y la sensación que sentí al besarnos, me invadieron, y por una milésima de segundo decidió mi mente que cualquier trato que hubiera entre la diosa esclava, Andrómeda y el vencedor de monstruos, Perseo, nunca, bajo ninguna circunstancia debía cerrarse de esta manera tan fría. Y cediendo a mi impulso tiré de ella hacía mi derrumbándola en mi pecho.

Notar todas sus curvas apoyadas en mi firme pecho mientras mis brazos la rodeaban para mantenerla cautiva entre ellos, aumentó mi deseo, y no pude evitar ceder a él.

- "Ya que vamos a ser marido y mujer, debemos practicar no crees futura señora Bencomo."- le dije antes de apoderarme de sus labios, mi masoquista mente deseaba saber con urgencia si lo que había sentido momentos antes había sido real o simplemente producto de las emociones que habíamos sentido ante lo que acabamos de vivir. La verdad que deseaba que hubiera sido la segunda razón la que me afectara, ya que así podía, explicarse muchas cosas a mi estado de deseo y ansiedad que sentía.

Pero cuando probé sus labios, sólo me quedó admitir lo evidente, Emilia Monti, creaba sensaciones en mí muy reales, tanto que sentí que besarla podía convertirse perfectamente en una de mis mayores aficiones, quizás en una necesidad, su sabor era increíble, el tacto de sus labios era aditivo, y el calor que desprendía su cuerpo, pegado al mío, te robaba el control de tu mente.

Pero lo peor era, como reaccionaba toda ella a mis besos, pocos hombres heterosexuales, por no decir ninguno, que tenga sangre en las venas, podría evitar no, perder el control ante una respuesta tan desinhibida como había realizado ahora la diosa esclava, sus gemidos, ya no eran contenidos, sino totalmente entregados, así mismo ya no se acercaba con miedo, lo hizo pegándose a mí, para sentir mi cuerpo, era como si mi cuerpo estuviera sediento, y su boca fuera agua de manantial en un oasis en el desierto.

Note que la cosa se descontrolaba, ella no me iba a detener, eso yo ya lo sabía, ninguna de sus reacciones indicaba que la diosa esclava me iba a parar, lo que nos estaba conduciendo a lo inevitable, que la diosa esclava, acabara gimiendo de placer tras perder su virginidad, por los deseos que estaba despertando en mi cuerpo y mi mente, ya que el control, que me caracterizaba, había desaparecido.

Comprada por la mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora