Capítulo XXVII Un encuentro que anuncia un peligro.

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Emi.

- "¿Se puede saber cuántos empresarios, políticos, celebridades y familiares a invitado tu madre?"- le pregunte a Perseo, mi marido, ya cansada de saludar a más de quinientos invitados.

- "No sé porque dudas de la capacidad de tu suegra, tú misma lo sufriste esta semana, esto para ella es pan comido, tiene los correos electrónicos personales de mucha gente influyente y si no los tiene. Howard o Abigail se los consiguen. Ni la casa blanca tiene los contactos que tiene Diane Pelayo."- me dijo Ruyman cogiéndome de la mano.

No sé cómo la princesa Diane organizó todo esto en tan poco tiempo, y como pudieron llegar las invitaciones de la boda a tiempo, pero habían habilitado el salón más grande del hotel estrella de la familia Bencomo en Filadelfia, además de todos los jardines, para los invitados de la fiesta, así por encima habrían más de dos mil invitados, entre los que se encontraba, actores y actrices, cantantes, políticos de ambos partidos, me sorprendí cuando me saludaron y dieron la enhorabuena dos senadores, empresarios, y de ellos dos me llamaron la atención, porque siempre quise trabajar en sus empresas cuando me graduara en la universidad, ya que eran las más grandes y prestigiosas de Estado Unidos en cuestión de diseño digital y gráfico.

Estaba agobiada y sobrepasada por el volumen de invitados, y que todos trataran de felicitarme y de conocerme, esto se estaba haciendo eterno.

Al parecer a Perseo le ocurría lo mismo, ya había llamado a su asistente lex dos veces para que intentara contactar con la escurridiza Diane, para que acerara todo, o amenazaba con cogerme en brazos, o al hombro tipo troglodita, y sacarme de la fiesta, y que su madre diera las explicaciones que tuviera que dar.

La gente llevaba comiendo y bebido más de dos horas, el banquete había sido algo que yo sólo había visto en las películas, pero aún quedaba la tarta nupcial y el vals de los novios, y esto se estaba alargando mucho, sobre todo para el impaciente de Perseo.

Para el primer baile de los novios, tuve que tomar clases. Cuando le conté a mi suegra que nunca había bailado un vals, mi suegra tuvo a mi cuñado, Benearo, viniendo todas las tarde para que me hiciera de profesor, con el anzuelo que así podía ves a su mujer y a sus hijas.

Por eso, así muriera, ni se me ocurriría huir sin al menos haber bailado el vals, y así de paso podrían todos bailar también. Pero después, entre tanta gente, podríamos desaparecer. Aunque todo dependía de la capacidad de control de la reina Diane, y la paciencia de cierto semidios que por la cara que estaba poniendo en este momento, se le estaba agotando muy rápidamente.

Decidí ir al tocador para retocarme el maquillaje y apaciguar las aguas, no sea que en un arranque de impulsividad y de rebeldía de cierto CEO, termináramos montando un espectáculo, yo siendo alzada como una saco de papas, para sacarme de mi boda.

Así que se lo dije a Perseo, y me dirigí al aseo, no deseada molestar a su majestad, ni tampoco creía que le gustase que, en las fotos del baile nupcial, saliera su nuera con el maquillaje descompuesto tipo panda, eso sería un delito ante tanta perfección.

Mientras caminaba entre los invitados en dirección al aseo, en más de una ocasión fui retenida para darme las felicitaciones y presentarse, por encima llegué a tener en mi mano más de seis tarjetas profesionales. Por lo visto llegar a la familia Bencomo, era todo un logro para algunos de los invitados, y perfectamente podía ser la puerta de entrada.

Cuando finamente conseguir llegar al aseo, descubrí que afortunadamente no había que retocarme mucho, quizás un poco de lápiz labial y listo, salón que daba a la parte del aseo estaba primorosamente decorado, y tenía de todo, maquillaje nuevo sin estrenar, toallitas, toallitas sanitarias por así ocurría algún percance, secadores de pelo, planchas de pelo, una variedad incalculable de peines y cepillos de pelo que se guardaban en un recipiente ultravioleta para su aseo e higienización, lociones, cremas, pasta de diente e incluso cepillos de dientes desechables, un botiquín de primero auxilios y hasta un costurero. Nada se había dejado al azar, y sabía que esto sólo era posible gracias a cierta reina en su trono.

Comprada por la mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora