Capítulo XLI: En el corazón de Perseo.

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Ruyman.

La vi caer y todo se me puso rojo, la vi caer y la furia me invadió, habían tocado a mi mujer, a ella, a lo que ahora mismo lo era todo para mí, la vi caer y todo me dio igual, él debía morir, nadie podía tocarla, nadie.

Mientras lo golpeaba, más ira sentía, más la veía caer, una y otra vez, en mi cabeza, me cegué por completo, una persona como yo que es todo razón, es todo control, por primera vez en mi vida, odié, y nunca había odiado, pero por ella lo hice.

Cuando consiguieron alejarme de él y calmarme entre cuatro hombre, me giré a buscarla estaba sobre el sillón alguien le había recogido y colocado allí, mientras Lex la revisaba.

Aun no recuerdo como llegué hasta ella, e incluso, recuerdo haber apartado a Lex en mi camino.

La cogí en mis brazos y la abracé, tenía un piquete en la frente, que ya no sangraba, pero para mí, era como si tuviera el corazón fuera del pecho. Fue en ese momento, cuando entendí el amor sin condición y sin freno que sienten mi padre por mi madre, mi hermano por su mujer, y hasta mi robusto cuñado, por la loca de mi hermana.

Todo, todo lo daría por ella, y verla así, con lo ojos cerrados, sin hablarme, me estaba matando, prefería discutir mil veces con esa mujer, hasta perder la razón, a no tenerla en mi vida.

- "Abre los ojos Andrómeda, no me asustes más, quiero ver esos maravillosos ojos dorados, sé que estas enfadan, ¿no lo harás para castigarme?, despierta y después castígame, pero, deja de asustarme."- rogué.

Oí como los escoltas corría de un lado para otro. Sabía que se habían llevado al desgraciado de Marchetti, incluso sabía que la policía había llegado, pero yo de allí, no me movía, con mis mujer entre mis brazos, rezando para que abriera los ojos.

En mis rezos comencé a hablarle en tres idiomas diferentes.

- "No puedes castigarme así, preciosa Andrómeda esto es muy cruel, ya sabía yo desde que te vi vestida como la diosa esclava, que me ibas a traer problemas, pero mi corazón tomó el control."- le dije en inglés.

- "Y como siempre buscando el peligro, cuando vas a entender que para mí lo más valioso eres tú, el mundo se puede destruir ahora mismo que la única que pude sobrevivir eres tú, mi dulce castigo."- le dije en español.

- "¡Esta bien tu ganas!, como siempre ganas, pero sino abres los ojos ahora mismo nunca me oirás decirme cuanto te amo, y lo loco que me vuelves, lo mucho que te deseo, y lo que soy capaz de hacer por ti..."- le decía en italiano, cuando una voz celestial, también en italiano, me hizo callar.

- "Si me lo repites todo otra vez los abro, sino lo dejó cerrado, hasta que lo repitas."- la mire era una autentica bruja, yo aterrado y ella estaba despierta todo el rato.

Mi caparazón de autoprotección intentó regresar, pero ya era tarde, esa mujer había roto todos los escudos.

Emi.

Seguí mirando a mi marido, y su intento de reconstruir su coraza. Lo había escuchado todo, incluso desee estar más tiempo haciéndome la inconsciente para poder deleitarme con todo eso que, era muy difícil que, Perseo dejara salir. Adoraba oir su vulnerabilidad, su amor y su miedo, pero ese no era mi semi-Dios, ese no era el hombre del que estaba enamorada, yo estaba enamorada del que estaba delante de mí ahora, él que escondía su sentimientos entre muros y muros de frialdad. Y por eso lo amaba, decidí ser yo misma, ser la mujer que ese hombre había descubierto en mí, y abrí mi corazón.

- "Ah no señor Bencomo, el hombre que amo no pude esconderse de nuevo, si yo no pude evitarlo, a ti tampoco se te está permitido. Te amo Ruyman Bencomo, aunque eres el ser más frio, e inexpresivo que hay sobre la tierra, aunque me desesperas a cada paso, aunque siempre quieras tener la razón, y huyas del compromiso como nadie que haya conocido. Pero también, eres leal, te entregas con todo, cuando finalmente te comprometes, me haces desearte tan sólo con mirarte, o sin mirarte también, me has dado más cosas en estos cuatro meses, que en toda mi vida junto a mi madre y mi hermano. Me has enseñado a quererme a mí misma, y a entender que siempre podré contar contigo, además me has enseñado el significado de familia, y, sobre todo, me has enseñado lo que significa querer a alguien más que a ti misma. Es por eso por lo que no te permito que te escondas. A partir de hoy, al menos una vez al día, debemos decirnos que nos amamos, ese será nuestro castigo."- le dije.

Durante todo mi discurso permaneció serio, sin emociones, como siempre hacía, pero yo ya había descubierto que, eso era sólo fachada, cuando algo lo conmueve, le despierta el deseo, lo anima o lo enfada, se ponía es coraza.

Conté mentalmente el tiempo que mi hombre tardaba en besarme, no llegué ni a dos, enseguida sus labios se apoderaron de los míos y comenzó a besarme con pasión, ni sabíamos quién nos rodeaba, o que estaba pasando a nuestro alrededor, sólo una insistente llamada del móvil con la banda sonora de "Misión Imposible" se impuso en nuestro perfecto mundo.

- "Es tu hermano, cógelo."-le dije mientras intentaba respirar sin conseguirlo, ya que los besos del maldito Perseo, se hacía cada vez más tentadores"-

- "Ya se cansará."- me dijo y continúo besándome, pero algo volvió a interrumpirnos un rato después, y esta vez no fue el teléfono, fue un grito de incredulidad, que nos hizo separarnos.

- "Así que mientras tu hermano no deja de molestarme para que venga ver lo que estaba pasándote, tu estas aquí tan tranquilo, haciéndole el amor a tu mujer. Que mal hermano y amigo eres"- delante de nosotros como el incordio que era, estaba Rayco, junto a una ruborizada Medusa, que había intentado de todas las maneras que su maldito y entrometido jefe, dejara de molestar, que era, como ya sabéis, misión imposible.

- "Hola Rayco, ves esa puerta, esa de ahí, cógela y no vuelvas en diez años, no mejor en veinte, para cuando mis hijos sean mayores, así tampoco los molestas"- le dijo Ruyman y trato de volverme a besar, pero yo avergonzada, lo aparté y me levanté para que la tentación que era mi marido no acabara con hacerme ceder a realizar una escenita pornográfica, delante de nuestros invitados.

El teléfono volvió a sonar, pero esta vez sí lo cogió mi marido.

- "¿Qué quiere Zipi, pesado?, ¡dios! ¿tú no tienes mujer e hijos de los que ocuparte?, maldita sea."- le dijo, yo no pude evitar reírme, mientras me acercaba a Medusa, para que me dijera como estaba el golpe de la frente, por su expresión debía de estar horrible, también dolía igual.

- "Lo único que ha pasado es que estoy enamorado de mi mujer, así que ya puedes tú, Ranita y hasta mama, reírse a carcajadas, y ahora vete hacer el amor a tu mujer para que la vuelvas a dejar embarazada, y yo pueda estar tranquilo con la mía". Sin más le colgó.

La carcajada de Rayco se oía en toda la sala, casi estaba a punto de morirse asfixiado de todo lo que se reía, al parecer él también era uno de los que podían reírse, ¿o no?

Se tuvo que callar porque el CEO del grupo C.A.P. , en un momento que, de la risa, que tenía la boca abierta Rayco Viera, este le arrojo un vaso de agua, que por poco lo ahoga.

- "¡Ruyman, que lo matas!"- le dije reprendiéndolo mientras yo trataba de darle palmadas en la espalada al pobre de Rayco, y la Medusa estallaba en carcajadas.

- "¿Pero esa mujer se ríe?, sorprendente"- pensé. Mientras toda la justificación que daba mi marido era un levantamiento de hombros, acabo de descubrir que mi marido es como una crio, cuando quiere, como uno muy golfo, pero como un crio.

No costó mucho que nuestros invitados se fueran, simplemente una diligente Medusa arrastró a su jefe fuera de nuestra casa y listo.

- "Y ahora señor Bencomo que pasará con nosotros"- le pregunté.

- "Simplemente nos aplicaremos las ultimas frases del cuento, viviremos felices, comeremos perdices, y haremos mucho el amor."- me dijo cogiéndome en brazos para subirme a nuestra habitación, no pude evitar reírme.

- "Pero eso ultimo no lo dice en los cuentos, maldito Perseo"- le dije acariciándole con mis labios, su tentador cuello.

- "Perdona, en los míos siempre pone eso, Diosa esclava, y si no lo pone, ya lo añadimos nosotros, pero para siempre preciosa Andrómeda, para siempre..."- me dijo besándome.

- "Te amo, Perseo"- le dije mientras me tumbaba en nuestra cama.

- "Te amo, adorada Andrómeda, y nunca dejaré de hacerlo, lo eres todo para mí"- y sin más nos fundimos en nuestros paraíso terrenal donde los dioses y los mortales nos envidiaron para toda la eternidad.

Fin.

Comprada por la mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora