I. El tiempo de las luciérnagas.

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Capítulo I.

Inesperado.

Erik Lehnsherr venía huyendo de un pasado doloroso, su esposa e hija habían sido asesinadas de modo cruel. Un balazo en el estómago de Nina y otro en el pecho de Magda, habían terminado con su vida. Él era un hombre sencillo que trabajaba fuerte y era leal a sus patrones en la finca de caña de azúcar en la que trabajaba. Pero un mal día la lujuria y la envidia ensombrecieron al capataz de la finca, al tratar de abusar de su mujer. Al no conseguirlo y verse expuesto, las mató a ambas esa mañana en la que Erik salió a trabajar. Ese maldito hombre fue sentenciado a cadena perpetua y Lehnsherr huyó de Nueva Orleans queriendo dejar atrás el horror que había vivido.

Así fue como decidió viajar al norte del país, pasando por varios estados con la esperanza de encontrar un lugar mejor y poder sanar sus heridas tras la pérdida de lo más valiosos que tenía. Después de tres años de vagar entre diferentes empleos esporádicos, decidió que su destino estaba en Arizona. Él deseaba volver a trabajar en alguna hacienda a cargo de los animales y de los caballos, que eran su antigua pasión. Erik se había dedicado desde muy joven al trabajo de campo y a la crianza de animales. Así que, lo más lógico era que solicitará empleo en un rancho o hacienda como caballerango.

Erik rodó un par de meses por Phoenix, hasta que decidió salir de la ciudad para ir a la zona rural. Su camino continuó hasta toparse con una imponente hacienda con decoraciones de cantera y con una impresionante fuente que podía observarse desde afuera de la propiedad. En la verja un hombre fuerte, de cabellera oscura y crecida, fumaba un habano en paz. La noche había caído dos horas atrás y solo él permanecía en vigilia en la entrada. Este lo observó fijamente y Erik siendo precavido como lo era ahora, bajo la mirada,

-Se te ofrece algo, - Erik subió el rostro y lo observó,

-Estoy buscando trabajo, llevó varios días sin encontrar nada, - el hombre le dio una calada a su puro,

-Vienes de muy lejos, - Erik asintió,

-Nueva Orleans, - el hombre sonrió y asintió,

-Estás lejos de casa, vaquero, - Erik bajo la mirada con pesar, -¿Tienes en dónde pasar la noche?, - Erik subió la mirada y negó, -Puedes quedarte el día de hoy en un camastro que tengo y mañana hablaré con el patrón y veremos si tiene algo para ti, - Erik hizo una mueca parecida a una sonrisa y estiró su mano a modo de saludo,

-Mi nombre es Erik Lehnsherr, - el hombre la aceptó,

-James Howlett, pero dime Logan, todos me llaman así. Está bien para ti si te nombró por tu apellido, - Erik asintió, -Entonces Lehnsherr, vamos adentro, - Erik apretó con fuerza el pequeño saco que llevaba con sus pocas pertenencias, Logan le sonrió, -¿Ya comiste algo?,

-No, desde ayer,

-Algo habrá en la casita que pueda ofrecerte, tal vez un poco de ron o whisky,

-Te lo agradezco Logan, pero no bebo, - Logan apretó los labios y soltó una risa ronca,

-Haces bien, Lehnsherr. El alcohol es mal consejero y más en noches como estas, tan frías y solitarias en qué ni las estrellas se dignaron a salir, - Erik volteó al cielo y efectivamente estaba raso, suspiró y recordó a su familia muerta, él amaba compartir con su mujer y su hija el cielo nocturno tachonado de estrellas.

Logan lo observó fijamente, él era un hombre duro y al cual no le iban las medias tintas y cursilerías, pero después de todos sus años sabía muy bien como reconocer el dolor y la pena en los ojos de los hombres, y los de Lehnsherr estaban plagados de sufrimiento.

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