EL RESCATE I.

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Capítulo I.

Sebastian Shaw observaba con extraña fascinación el rostro imperturbable de Max Eisenhardt, sus ojos siempre le habían parecido su mayor atractivo. Aquella ocasión en que lo conoció, le parecieron fríos y metálicos, casi sin una pizca de emoción pero la siguiente vez que se observaron en las mesas clandestinas del casino del cuál era dueño, Max estaba excitado por el juego, las apuestas y el alcohol que corría en sus venas. Ahora en contraparte sus ojos parecían haber adquirido un verde notablemente incandescente, que lo tenía hipnotizado. Aquella sensación creciendo en la boca de su estómago y en sus propias venas lo había llevado a tomar la decisión más lógica en la posición de un hombre como el. Acorralar y arrastrar a Max con sus deudas de juego hasta él, Shaw quería convertirse en su única opción y salida. Así fue como Eisenhardt quedó endeudado con Sebastian. Prácticamente le debía cada respiración que daba día tras día, él no solo le debía el dinero de las apuestas a Shaw, también tenía unas cuantas deudas que este muy a su conveniencia pagó. Ahora era Shaw a quién única y exclusivamente Max le debía seguir vivo en este mundo.

Eisenhardt observó a Shaw fijamente, no le tenía ni un poco de temor a ese hombre, si deseaba podía ahora mismo darle un balazo entre ceja y ceja, ya que el nunca había tenido nada que perder,

-¿Por que demonios tus hombres me arrastraron hasta aquí?, - dijo de modo frío, Sebastian sonrió con sorna,

-Parece casi lógico, te largaste de Nueva York sin pagarme lo que me debes,

-Sabes que nunca podré juntar esa cantidad, - Sebastian frunció los labios y luego soltó una carcajada,

-Claro que lo sé y es por eso que te tengo un trabajo y un trato que no podrás rechazar, - Max agitó la cabeza y lo miro de frente,

-Te escuchó.

-Así me gusta, Max. Verás, llevamos meses siguiendo los movimientos de una familia millonaria de las afueras de Nueva York, los Xavier. El viejo es científico farmacéutico y se está pudriendo en dinero. La esposa es una mujer que gusta de salir pocas veces de casa a tomar el té con sus amigas,

-¿Y que tienes en mente?,

-Secuestrar a su hijo, - Max nunca bajó la mirada que mantenía fija en Shaw, ese hombre era peor de lo que imaginaba,

-¿Y que vela tengo yo en este entierro?, - Sabastian rio con fuerza, amaba la actitud de Max,

-Buena pregunta. Tu serás quién lo secuestre y cuando nos entreguen el rescate, tu deuda quedará saldada conmigo,

-Lo haces sonar tan sencillo,

-Por que lo es Max, todo está planeado y será llevado a cabo este mismo viernes,

-Digamos que aceptó y que lo hago, ¿Quién me asegura a mi que dejaras de joderme por ese dinero?,

-Te doy mi palabra, y eso debería ser suficiente para ti, no estás en posición de ponerte exigente, - Max apretó la mandíbula con furia,

-Lo haré.

Shaw rio con aire victorioso. Abrió el cajón de su escritorio para sacar la foto del joven que sería secuestrado. Se la ofreció a Max y este observó el juvenil rostro de aquel hombre, estaba seguro de que no tendría más de veinticinco. Parecía un niño con esa piel tan blanca y sin bello facial, no había marcas de ningún tipo en ella, sus ojos azules brillaban y sus labios pequeños y rojizos dibujaban una sutil sonrisa. Se sentó en la silla más próxima, sacó la cajetilla de cigarros y encendió uno, le dio una profunda calada observando de nuevo el rostro del hombrecillo en la foto,

-¿Cómo lo haremos?, - Sebastian frunció los labios al observar como Max no despegaba la vista del joven de la foto,

-Todos los viernes asiste a un club de jugadores de ajedrez en Brooklyn. No tiene chófer, ni seguridad. Su madre a veces va a recogerlo pero este viernes estará fuera del país. Entra al lugar a las cuatro de la tarde y sale dos horas después. Tenemos todo listo, la Van que llevaras para transportarlo a la casa Eaglewood y haya en la casucha también todo está listo,

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