LEY DE CAUSA Y EFECTO VII.

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Cada día era un nuevo inició, las pesadillas eran diferentes a diario y Erik se encargaba de hacerle saber a Charles que no estaba solo, que había alguien que lo quería y que lo protegía. Eso mantenía calmado a Charles hasta la llegada del anochecer, cuando de nuevo volvía a revivir entre sueños la sensación de fragilidad que le habían instalado eso rufianes como una hiedra que crecía sigilosa dentro de su ser.

Erik se mantuvo informado acerca de la ansiedad que Charles había desarrollado y del trastorno de estrés postraumático que sufría tras el robo. Estaba pensado seriamente que si la siguiente semana no mejoraba, habría que tomar medidas más drásticas como la medicación para qué logrará dormir por las noches. Sabía que no sería saludable llegar a tanto, así que decidió que sus días de vacaciones trataría de curarlo con atenciones y cariños para que Charles volviera encontrar la paz.

Así que inició con una rutina de desayunar temprano y salir a dar una caminata por el parque, después asistían a visitar a Hank y Jubilee. Estando en la biblioteca, Charles se animaba a leer para algunos de los asistentes que estaban y Erik lo veía con admiración. Observaba la sonrisa pintada en sus labios carmesí, la fuerza y energía que fluía desde las yemas de sus dedos hasta sus labios para convertir aquellas palabras en una experiencia vívida. Erik decidió que debía compartir con otros la habilidad que Charles tenía para transmitir lo que leí a través de sus dedos. Contacto a la doctora Debbie conocida y amiga suya, que les permitió a ambos leer a los pequeños del área de Oncología infantil en el hospital en que ambos trabajaban. La doctora estaba asombrada con Charles y su capacidad de empatía con aquellos pequeños a los que no podía ver y también en la aceptación que los niños habían tenido hacía él, pero sobretodo en como su amigo, el eterno imperturbable doctor Lehnsherr, observaba con admiración al hombre bajito que leía a sus pacientes.

Al terminar de leer salían a dar una caminata más y a comer en algún pequeño restaurante que les ofreciera algún platillo nuevo que sus paladares nunca hubiesen experimentado. Llegando a casa ponían un poco de música mientras bebían un té, y trataban de relajarse con alguna platica sencilla pero parecía que las células de Charles sabían que la aterradora noche se acercaba y que probablemente tendría pesadillas de voces, olores y sonidos, que él luchaba con toda fuerza por desterrar de su ser. Erik lo llevaba con gentileza a su habitación y permanecía ahí hasta que Charles se quedaba dormido con el cuerpo cálido de Peter a su costado. Erik permanecía ahí hasta que Charles despertaba llorando y el se despojaba de sus zapatos para acurrucarse a su lado y brindarle todo el calor y protección que necesitaba.

En la mañana a la hora de despertar no solo eran tres en esa cama tibia, Wanda lograba colarse para dormir justo detrás de Erik en su espalda, poco a poco la gata había logrado interactuar con Charles y este no perdía oportunidad para mimarla, aún cuando ella dictaba el justo momento en que quería sus atenciones. Erik estaba seguro de que en el momento en que Charles deseara regresar a su departamento le daría a Peter, el gato lo amaba y siempre estaba a su lado. Sería una perfecta compañía para que no se sintiera solo, si debía darle a su gato para apoyarlo lo haría sin pensarlo. Otro par de días más, le hizo corroborar a Erik que Peter debía estar con Charles. El gato se acostaba junto al pecho del castaño y este dormía casi la noche entera, había menos sollozos y llanto, las pesadillas casi habían desaparecido y ese minino meloso podía llevarse el crédito por ayudar al que sería su nuevo dueño.

Las salidas entre Erik y Charles trajeron consigo más seguridad al castaño bajito, que se sentía menos tenso y podía sonreír un poco, estaba abandonando esa idea de sentirse perseguido y hasta en cierto punto vulnerable antes las demás personas. Cuando Charles empezó a tomar control de sus emociones y decisiones pudo empezar a notar lo placentera que era la vida a lado de Erik, teniendo su compañía desde muy temprano con un desayuno que ahora ambos elaboraban y terminando con una taza de té calentita que lo mandaba directo a dormir.

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