EL RESCATE. EPÍLOGO.

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Charles observaba desde el pórtico a su pequeña Nina corriendo tras Erik. El clima de Escocia amenazaba con una tormenta, pero aun así padre e hija corrían sonriendo y él desde la mecedora lo hacía con ellos. La ventisca húmeda le golpeaba las mejillas sonrojadas, amaba el clima de la isla y la resolución que tuvieron con Erik cinco años atrás. Se acomodó la manta para cubrirse los brazos y cerró los ojos solo un momento para llenarse de la paz que le ofrecía el paisaje y su pequeña familia sonriendo en libertad. Volvió a sonreír cuando Erik le envió un beso al aire y Nina lo imitó. Ahora era tan dichoso de ser quién siempre deseo y eso solo lo consiguió tras su secuestro y la unión con su ahora esposo.

Bajó el rostro para mirar sus pies desnudos e inertes, volvió a subirla para observar a su par de amores y suspiró por qué después de toda la locura vivida, ahora eran felices.

Contemplaba la inmensidad del mar y recordó de repente la abrupta salida de la cabaña después del secuestro. Erik había insistió tanto en aquel entonces en su mal semblante que lo primero que decidieron fue ir directo a un hotel a descansar un par de horas. Tras el sueño reparador, tomaron una ducha juntos y Erik lo dejó dormido entre las finas sábanas de algodón para ir a comprar un poco de ropa y artículos personales. Ambos querían lucir limpios y presentables antes de buscar a un médico especialista que lo atendiera. Dedicaron parte del mediodía en buscar una clínica en la que pudieran revisarlo ese mismo día por la tarde y confirmarles si de verdad estaba encinta. Después de la auscultación y pruebas clínicas, y como ya lo suponían, él estaba en el primer trimestre y todos aquellos síntomas que había presentado eran un indicio inequívoco de su estado. El doctor les mencionó a ambos que era preciso mantener controles mensuales y que el señor de Lehnsherr no debía olvidar tomar el ácido fólico a diario. Él le había sonreído al galeno y agradeció por su consejo, ya que sabía que ese era el motivo por el cual había nacido con el defecto congénito que le impedía caminar. Aún después de todos esos años y sentado en esa mecedora viendo la inmensidad que se habría antes sus ojos, podía sentir la sensación de felicidad y tranquilidad al salir del consultorio médico tras la confirmación de que todo estaba funcionando bien con su embarazo.

Charles suspiró levemente y tomó un sorbo del té que estaba en la mesita a su lado izquierdo. El líquido aún se conservaba tibio y sonrió cuando Nina asustó a su padre por la espalda y Erik fingió estar atemorizado. Su esposo era un hombre maravilloso y desde el día en que sus vidas se cruzaron, era un rayo de sol en su existencia. Estaba siempre al pendiente de cualquier cosa que necesitará, así como lo hizo tiempo atrás durante su cautiverio y después al verle tan incómodo en aquella silla de ruedas austera que Janos le había comprado tras su liberación. Antes de abandonar Nueva York hace más de cinco años, ambos habían acudido con el fabricante que les diseñó y entregaría por pedido su nueva silla de ruedas, ergonómica, cómoda y acorde a sus necesidades, la cual podría servirle por una larga temporada y que haría sin duda, su vida y actividades más sencillas.

El té en su taza se había terminado, el sabor en los labios y al interior su boca le recordó a su madre. Ellos amaban compartir la hora té, bebiendo aquel líquido caliente elaborado a base de té negro, piel de naranja y limón. Pensar en ella le traía recuerdos, muchos recuerdos y mucho más aquellos que tenían conexión directa al día en que se vieron después del secuestro. Suspiró y rememoró como al final de aquel día después de su cita médica cuando le fue confirmado el embarazo se sentía completamente agotado, pero le restaba lo más importante, llamarle a Sharon, su madre. Existían cosas que nunca cambiaban, y si su intuición no le fallaba estaba seguro de que en la mansión aún no se encontraba su padre. Podía recordar como tomó el teléfono a un lado de la mesita de noche y llamó directo a la mansión. Se sentía tan emocionado al tener tan nítida esa conversación y mucho más al recordar la voz de su madre cuando le respondió el teléfono,

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