Muchos años después.-Que bella historia.
-¿Les gustó?-pregunté a mis nietos.
-Sí, es una historia demasiado...-
-¿Dulce? -interrumpió su hermano.
-Iba a decir romántica.
-Mi palabra es mejor -dijo sacándole la lengua.
-Abuela, me está molestando de nuevo.
-Dylan, ¿que acabas de aprender después de leer el libro?
-Que hay que amar a nuestros seres queridos -dijo con los brazos cruzados.
-Exacto, entonces no molestes a tu hermana.
-Está bien.
-Gracias abuelita -dijo Emily sonriendo maliciosamente.
-Bueno, es hora de dormir. Pero antes, quiero regalarles el libro.
-¡Wow! ¿Es enserio?
-Sí, pero solo si me prometen que lo cuidaran mucho
-Prometemos nunca pederlo.
-Se dice "perderlo". -lo corrigió Emily.
-No me importa.
-Niños, no les voy a regalar el libro si siguen peleándose.
-No pelearemos más
-Tomen ¿me prometen darle un buen uso?
-Por supuesto que sí, abuelita. -dijo dándome un beso y un abrazo
-Eres la mejor, lo vamos a cuidar muy bien. -Emily me dio un beso de buenas noches y se acostaron. Apagué la luz y les cerré la puerta. Subí las escaleras con la ayuda de mi viejo bastón. Llegué hasta mi cuarto y me recargué contra la pared para recuperar el aliento. Me acosté en mi cama y tomé la revista que no alcancé a terminar de leer por la mañana. Pasaron unos minutos y mi hija llegó a mi cuarto.
-Te traje tu medicina.
-Gracias -dije mientras seguía leyendo mi revista
-Tómatela
-Al rato lo hago, mi vida
-Me has dicho eso desde ayer y no veo que te la tomes
-Si lo hago, solo que no está haciendo efecto.
El doctor me había recetado un medicamento muy fuerte por que el tipo de gripa que tenía era muy peligrosa para personas de mi edad. Cómo si tuviera noventa años.
-Creo que tienes fiebre -dijo mientras tocaba mi frente-Descansa, mañana lees tu revista.
Por primera vez le hice caso. En realidad sí me sentía muy débil. Dejé mi revista en la mesa de al lado. Me acomodé entre todas mis cobijas y almohadas con la ayuda de mi hija.
-Buenas noches, mamá
-Te quiero mucho, hija
-Yo también mamá -dijo abrazándola -Te veo mañana.
Apagó la luz y quedé profundamente dormida.
El pequeño pero intenso rayo de luz que entraba por la pequeña abertura que había entre las dos cortinas de mi ventana hiso que despertara. Vi el reloj a mi lado y vi que iban a hacer las ocho de la mañana. El sol ya estaba haciendo su rutina de siempre. Me levanté de la cama y me sentí muy ligera. Abrí la puerta y sentí una sensación muy extraña. Me di media vuelta y en mi cama pude ver la razón. Ahí acostado estaba mi cuerpo. Había llegado mi hora de partida. Extrañaría estar viva. Bajé las escaleras lentamente y en uno de los tantos espejos que colgaban en la pared, vi mi reflejo. Era joven de nuevo. Ya no tenía el pelo blanco, al contrario, era del mismo color que lo tenía hace años. Café castaño. Mis arrugas habían desaparecido. Al parecer, mi alma seguía siendo joven.
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Holding on and letting go
Teen FictionPrólogo. -¿Cómo se conocieron? -preguntó Valerie -Es una larga historia -contestó su mamá -¡Oh, vamos! Solo me has contado algunas cosas sobre ellos, quiero saber la historia completa. Cuéntame -Está bien. Te contaré su historia. Deja voy por el li...