Capítulo 1.

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Narrador omnisciente.

El viento frío rozó sus mejillas congelando sus lágrimas.

Por última vez inspiró hondo el fresco viento y miró hacia abajo.

Una gran caída la espera.

¿Por qué valdría la pena seguir viviendo en un mundo que no es apto para ella?

Nadie la espera afuera, ni siquiera sus padres vinieron al recibir la llamada de que esta a punto de acabar con su vida.

"No vale la pena seguir viviendo".

Hace tanto tiempo que ella tenía ganas de hacer esto, pero no se animaba porque era una cobarde.

Hoy no le queda nada más que el deseo de hacerlo, no le queda nada más que el deseo de morir.

¡Mirabel! —la voz de él le hizo retroceder un paso —. Por favor, Mirabel, vení conmigo —rogó el chico con desesperación.

Ella giró su cabeza para admirarlo por última vez.

Los ojos de su amado destilan terror y angustia.

Le regaló una última sonrisa mientras negaba con la cabeza.

"Ya no hay nada más que hacer".

(...)

Narra Mirabel.

Suspiré tirando mi cabeza hacia atrás intentando mentalizarme para todo lo que se venia hoy.

Cambiarme de colegio en el último año fue la peor decisión que pudieron tomar mis papás.

Me separaron de mis amigos diciéndoles que yo no quería saber nada más de ellos, cosa que obviamente es mentira.

Apreté mis puños y di los últimos pasos decidida antes de entrar a mi nuevo salón.

Nada más entrar pude ver muchos grupos de adolescentes que se quedaron en silencio al verme.

Fruncí el ceño levemente y divisé una mesa vacía en el fondo. Emprendí mi camino hasta allá bajo la mirada atenta de todos.

Me senté en uno de los asientos libres y en el otro puse mi mochila negada a sentarme con alguien. Al instante en que mi culo se apoyo en la silla todos me miraron con los ojos abiertos y empezaron a chusmear entre ellos.

A mi papá le dieron un ascenso en su trabajo, por lo que nos mudamos a un lugar desconocido para mi y me mandaron a una de las escuelas más reconocidas de Buenos Aires.

Claramente este tipo de gente no va conmigo. Todos parecen ser sacados de una película y yo parezco una simple mortal.

Demasiado con haberme puesto el uniforme completo cuando odio las polleras, y esta no es justamente la más discreta, es roja y a cuadrille.

Intenté relajarme soltando aire de mis pulmones a la espera del profesor.

Tengo nuevas materias totalmente desconocidas para mi, aunque por suerte me considero alguien bastante inteligente sin la necesidad de estudiar.

El profesor no tardó en hacer presencia y presentarse junto a la materia.

Un tiempo después la puerta abriéndose captó mi atención.

Analicé al recién llegado. Parecía estar acomodándose el pelo enrulado mientras que en su mano libre tenía una gorra negra. Su uniforme, a comparación de las otras personas, se ve desaliñado y tiene aires despreocupados, aunque su expresión seria y dura demuestran que es mejor mantener la distancia.

—Tarde de nuevo, Buhajeruk —recriminó el profesor mientras lo anotaba en su libreta.

—Perdón —se disculpó en voz baja haciendo notar lo grave que es esta —. No va a volver a pasar.

—Siempre decis lo mismo y los dos sabemos que es mentira. —Suspiró —. Anda a sentarte —ordenó a lo que el más alto asintió.

Su fría mirada se paseo vagamente por todo el salón hasta que dio conmigo.

Un leve escalofrío recorrió mi cuerpo al ver esos ojos marrones vestidos por unas largas y onduladas pestañas.

—Ahí viene —escuché el susurro que la chica de adelante mio le dijo a su amiga.

—Esto se va a poner bueno —le respondió la otra con una risita.

Fruncí levemente el ceño sin saber a que se referían hasta que volví a levantar mi mirada encontrándome con que el chico se acercaba a mi. Paró en seco delante de mi haciendo que levante una ceja.

—¿Qué? —pregunté bruscamente.

—Es mi lugar —dijo firme.

—Ah, mira vos. —Asentí y volví a mirar el pizarrón.

Su risa irónica devolvió mi atención al recién llegado.

—¿Te podes ir? —pidió de mala forma.

—No —respondí obvia —. Yo llegué primera y este lugar no tiene tu nombre. —Me mordí el labio evitando decirle que es un pelotudo.

Escuché como suspiró cansado.

Rodé los ojos sin prestarle atención.

Mi mochila se deslizó hasta el piso y su cuerpo ocupó la silla.

Hijo de puta.

Sería muy cara dura de mi parte decirle que se vaya.

Pasé las siguientes tres horas casi acorralada contra la pared porque el chabon estiraba las piernas como si estuviera solo y no es precisamente chiquito. Mientras yo mantenía mi vista al frente podia sentir la suya quemandome de lo intensa que es.

Si me quiere intimidar esta re equivocado el nene de papi.

Tocó el timbre y guardé todas mis cosas esperando a que el enrulado se vaya.

Fruncí el ceño al notar que no había movimiento de su parte. Me resigne a girar la cabeza y lo encontré dormido apoyado en el banco con su cabeza escondida entre sus brazos.

Bufé debatiendome entre si despertarlo o no. Levanté mi cuerpo y pasé por detrás de su asiento. Di unos pasos caminando hasta la salida, pero una parte de mi se apiadó de él al haber escuchado su estómago rugir del hambre.

Masajee mi entrecejo relajándome. Volví hacia atrás y dudosa toqué su hombro.

—Eu —dije repitiendo la acción.

Un quejido salió de sus labios y elevó su cabeza para mirarme. Yo simplemente lo miré mal y caminé hasta la salida. Ya hice mi parte.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora