Capítulo 21.

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(...)

Otro día de escuela = otro día de sufrimiento.

Al final cuando me desperté la pollera ya estaba ajustada en la cintura. Por lo que tuve una pequeña discusión con Ivan antes de venir.

—¿Hace falta que entremos tan juntos? —le pregunté cuando nos sentamos en nuestros lugares.

—Venimos juntos, Mirabel —aclaró.

—Si, bueno. —Asentí rendida.

—El otro día los vieron comprando juntos... —susurró una de las chicas de en frente.

—¿Serán primos o algo? —consultó la morocha.

—¿Hiciste la tarea? —Miré a Ivan ignorando mi alrededor.

—Ya sabes que no —contestó punzante.

—Confío en que algún dia me sorprendas y la hagas —dije sarcástica mientras sacaba mis cosas.

—Hoy no es el día —aseguró mientras se estiraba como de costumbre.

Miré su pierna recelosa. Estoy cansada de que me quite todo el espacio.

Apoyé mi mano sobre su muslo para empujarlo con suavidad. Al instante sentí su mirada sobre mí.

—Ahora tenes una compañera de banco —avisé alejando mi mano.

—Yo no te invite —reclamó.

Hice un leve puchero y lo miré.

—No podes estar sin mi a estas alturas de tu vida —aseguré.

Él resopló y miró al frente sin volver a acercar su pierna.

Bien pillo.

Una puntada en mi abdomen bajo me hizo fruncir el ceño.

Guié mi mano hasta ahí como si ayudara de algo.

Toda la clase estuve ocupada en intentar desviar el dolor por culpa de la menstruación y prestar atención a las explicaciones del profesor.

—Tengo jockey —me quejé mientras caminábamos por el pasillo.

—¿Te sentis bien? —consultó Ivan.

—Si —le reste importancia —. Mi único defecto es ser mujer. —Suspiré.

—Vamos a comprar —pidió.

—¿Qué querés comprar? —Lo seguí.

—¿Chocolate? —dijo confunso.

Giré mi cabeza para mirarlo y no evité reírme.

—Que tarado. —Negué con la cabeza —. Vamos a la cancha. —Tímidamente agarré su mano y caminé hasta afuera.

Primero estaba la cancha de jockey así que me tocaba despedirme.

—Si terminas antes espérame —ordenó antes de que pueda decir algo.

—Bueno. —Asentí soltando su mano —. Nos vemos. —Sonreí.

—Suerte —deseo antes de irse.

—Suerte también —susurré a unos metros de distancia.

(...)

La palabra "suerte" me quedó corta.

Todas las pibas me miraban como si me quisieran matar y sus acciones no se quedaron atrás. Recibí más de un palazo en las piernas.

Tuve que terminar antes porque me bajo la presión y ahora estoy acostada en un banco con una compresa de hielo en la frente.

—Walton, la clase ya terminó. —La voz de mi profesora ingreso por mis oídos.

—¿Le molesta si me quedo a esperar a alguien? —consulté abriendo los ojos.

—No, para nada. —Sonrió.

—Gracias. —Le devolví la sonrisa.

Espere unos largos minutos hasta que sentí un leve golpe en mi frente.

—¿Qué te pasó? —Inquirió Ivan mientras tomaba la bolsa de gel congelado.

—Me bajo la presión —expliqué sentándome.

—¿Y te pasa muy seguido? —interrogó.

—Si —admití.

Me levanté quedando cara a cara con él. Sus rulitos pegados sobre su frente por el sudor lo hacen ver muy lindo.

Sonreí enternecida y agarré mi mochila.

—¿De qué te reís? —preguntó bruscamente.

—No me reí. —Fruncí el ceño.

Me quitó la mochila de las manos y se la colgó en su hombro.

—Toma. —Me extendió una barra de chocolate Cadbury de frutilla.

Levanté mis cejas impresionada.

—Sos muy lindo cuando queres —susurré agarrando el chocolate.

—¿Solamente cuando quiero? Siempre soy muy lindo —dijo arrogante.

—Últimamente si —acepté mirándolo.

Sus ojos me miraron con más intensidad.

—¿Si? —preguntó en voz baja dándome escalofríos.

Negada a responder empecé a caminar.

Cuando pasé al lado de él me detuvo dándome escalofríos.

—¿Te sentis mejor? —consultó deslizando su mano hasta mi abdomen.

—Si —musité sintiendo esa zona arder por su tacto.

Creo que él notó mi nerviosismo porque separó su mano con una sonrisa divertida.

A mi me da todo menos gracia.

Volví a caminar ignorando lo que había pasado.

Ivan me alcanzó para caminar a la par mía.

—¿Quién se baña primero? —cuestioné mientras rompía el envoltorio del Cadbury.

—Los dos al mismo tiempo —contestó haciendo que lo mire con una ceja levantada —. En baños distintos, obvio —aclaró.

—Yo en el tuyo —pedí.

—Bueno —aceptó.

Le di una mordida al chocolate y solté un pequeño ruido complacida.

—Esto esta muy rico —aseguré —. ¿Querés? —Le extendí la barrita a Ivan.

Él me miró a mi y después al chocolate.

Asintió y se agachó un poco para mordelo sin quitar los ojos de mi.

—Sos re puto, Ivan —declaré mirando para otro lado avergonzada.

Él se rió y seguimos nuestro camino.

Llegamos a su casa y nos metimos directo a bañar.

Después cociné algo para los dos porque no había nadie más e Ivan se encargo de poner y levantar la mesa.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora