Capítulo 25.

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Terminó la clase y fuimos a entrenar con el tremendo frío que hace.

Esta vez cuando salí de las duchas Ivan me estaba esperando afuera.

—Hola —lo saludé con paja.

—¿Cómo te fue? —preguntó comenzando a caminar.

—Normal. —Me encogí de hombros mientras me ponía la capucha.

—¿Te hace mucho frío? —Rodeó mis hombros con su brazo y me acercó a su cuerpo.

—Un toque —susurré.

—¿Un toque? —Me miró recriminador —. Estas temblando, flaca —recalcó.

—Un toque te dije —repetí metiendo mis manos en los bolsillos de mi campera.

—Mujeres. —Rodó los ojos harto.

Caminamos hasta la salida y nos encontramos con la agradable sorpresa de que Cristina y Carlos nos esperaban afuera.

—¡Hola! —Salí del agarre de Ivan y corrí hasta ellos —. Tenía mucho frío. —Hice un puchero y ellos me abrazaron.

—Pobre criaturita —dijo Cris.

—¿Cuando te vas a dignar a sacar el registro? —le preguntó Carlos a su hijo mientras lo saludaba.

—Todavía no sé estacionar —recordó.

—El fin de semana te enseño mejor.

(...)

Después de comer fuimos arriba y no sé en qué momento empezó una discusión con Ivan.

—Te re pinta. —Le tiré un juguete de Pelusa en la espalda.

Él me miró sobre su hombro levantando una ceja.

—Fue sin querer —me arrepentí.

—Hacelo otra vez si te da. —Giró completamente su cuerpo y empezó a caminar hacia mi.

—Era joda, Ivan. —Me reí alejándome.

—Hacete cargo de lo que haces, cagona. —Me miró divertido.

—No te bancas una, eh —quise dar vuelta la cosa.

—Na, bueno. —Negó con la cabeza y agarró a Pelusa —. Nos vamos. —Dio media vuelta indignado y salió de la pieza.

—Es mi hijo también —advertí yendo atrás de él.

—Que me importa. —Se encogió de hombros.

—A mi que me importa que a vos no te importe —masculle sin dejar de seguirlo.

—Pendeja molesta. —Bufó.

—Pindiji milis... —Me choqué contra su espalda cuando se detuvo abruptamente —. Era joda. —Volví a repetir —. Perdón. —Me reí nerviosa y llevé mis manos hasta sus hombros para darle un masaje.

Él dio media vuelta para mirarme.

—¿Vos la perdonas? —le preguntó a Pelusa.

Él me miró y maullo suavemente.

—¡Eso es un si! —Extendí mis brazos para agarrarlo.

Volvió a maullar haciendo que Ivan tenga que ceder a dármelo.

El morocho apoyó sus manos en mi cintura y se acercó poniéndome nerviosa. Bajó su cabeza hasta la de Pelusa y le dejó un beso en la frente.

—Gato traica de mierda —murmuró para después separarse.

—Pero lo amas igual —recalque mientras volvíamos a la pieza.

Después de tanta joda me tuve que poner a estudiar.

La física no es lo mío y nunca va a serlo.

—Ivan... —me quejé —. Ayúdame. —Giré mi cabeza para verlo tirado en la cama sin preocupación alguna mientras miraba tiktoks con Pelusa.

Levantó la vista del celular para verme.

Hice un puchero y junté las palmas de mi mano suplicando que me ayude.

Rodó lo ojos y se levantó con paja.

—Burra —masculló.

—Basta. —Lo golpeé —. ¿No ves que lo estoy intentando? —lloriquee.

—Si, si —le restó importancia y arrastró una silla al lado de la mía.

Se sentó con las piernas abiertas y relajado.

Sin poder evitarlo analicé todo su cuerpo centrándome en sus rulitos despeinados.

Que chabon lindo.

Sus labios se abrieron comenzando la extensa explicación, pero mi cabeza no se pudo concentrar en nada de lo que decía.

Con su mano señaló algo del cuaderno dejándome ver sus venas levemente marcadas en su piel blanca.

Un suave suspiro se escapó de mis labios perdidamente ensoñada por la belleza de Ivan.

—Mirabel —su voz grave me sacó de mi burbuja.

—Eh, ¿qué pasó? —balbucee sin mirarlo.

Hasta su voz es perfecta.

—¿Me estas prestando atención? —consultó.

Más que nunca.

—Si. —Agarré un lápiz y lo arrastré por el cuaderno nerviosa.

—¿Si? —inquirió en un tono juguetón.

—Si, me encanta la física —me excuse.

—¿Te encanta la física o yo? —preguntó haciéndome sentir expuesta.

Sentí mis mejillas arder y escuché la risa de Ivan.

—Cállate, estúpido —me quejé.

—Mirabel —volvió a repetir. Esta vez sentí sus dedos debajo de mi mentón obligándome a levantar la cara y verlo.

—¿Qué? —pregunté intentando no parecer nerviosa ante su mirada.

—¿Si te encanto? —interrogó en voz baja poniéndome los pelos de punta —. Entonces ¿por qué me rechazaste?

¿Sigue dolido por eso?

Me reí levemente por su confesión.

—Iba a estar todo re raro, Ivan —expliqué —. No hablemos más de eso —pedí acercandome a su cuerpo y descansando mi cara en su hombro —. Me tenias que ayudar a estudiar —recordé dejando mis manos a los costados de su abdomen.

—Vos no pones de tu parte —reclamó rodeando mi cintura.

—Te estaba prestando atención —discutí.

—A mi, no a la tarea —recriminó.

—Basta —susurré —. Pasado pisado. —Enrede mi dedo suavemente en su buzo de rayas de colores rojo, blanco y negro.

—Yo no me olvido de nada, Mirabel —informó.

—Ay, que dolido —me burlé.

—No me voy a olvidar que me rechazaste, pedazo de puta, a mi nunca me rechazan —soltó haciendo que me ría.

—No te rechacé Ivan. —Acaricié el costado de su abdomen —. Solamente no te conteste.

Abismo; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora